Equipos de rescate se esforzaban el sábado para encontrar supervivientes entre los escombros de los edificios que se derrumbaron en el oeste de Turquía tras un fuerte sismo la víspera, que causó al menos 30 muertos en este país y en Grecia.

En Bayrakli, en la provincia turca de Esmirna, socorristas intentaron durante toda la noche abrirse paso a través de un gigantesco montón de ruinas de hormigón y acero, los restos de un edificio de viviendas de siete plantas, según una corresponsal de la AFP.

El sismo, cuya magnitud fue evaluada en 7 por el Instituto Geofísico de Estados Unidos (USGS) y en 6,6 por las autoridades turcas, se produjo el viernes por la tarde en el mar Egeo, al suroeste de Esmirna, la tercera mayor ciudad de Turquía, y cerca de la isla griega de Samos.

La sacudida fue tan fuerte que se sintió hasta en Estambul y Atenas. Además, provocó un minitsunami que inundó las calles de Seferihisar, ciudad turca situada cerca del epicentro, y barrió las costas de Samos.

Ante esta catástrofe, Turquía y Grecia dejaron sus disputas diplomáticas a un lado, y se mostraron dispuestos a ayudarse.

En Grecia dos jóvenes murieron y nueve personas resultaran heridas. El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, viajará el sábado por la tarde a Samos, donde la situación “es extremadamente difícil”, según Protección Civil.

La costa egea turca, densamente poblada, fue la más afectada. En Turquía, 28 personas fallecieron y 900 resultaron heridas, según la Gestión de Emergencias y Desastres (AFAD).

Cerca de 500 temblores

Desde el terremoto, un centenar de personas fueron rescatadas vivas de entre los escombros, indicó el sábado el ministro turco de Medioambiente, Murat Kurum. Dos mujeres fueron salvadas 17 horas después del temblor, según el gobierno.

En Bayrakli, distrito que cuenta con unos 300.000 habitantes, las autoridades instalaron tiendas para que las familias pudieran pasar la noche.

Otros, con menos suerte, durmieron en sacos de dormir sobre un césped, y algunos en sus automóviles.

En el barrio, los rescatistas reclamaban a veces silencio, con la esperanza de oír a posibles supervivientes, antes de continuar su búsqueda.

Muchos residentes, cuyas viviendas resistieron al temblor decidieron igualmente quedarse fuera. El miedo a las réplicas es enorme: desde el sismo principal el viernes, la tierra tembló cerca de 500 veces, según las autoridades.

Más de 6.000 efectivos de rescate fueron movilizados en la región afectada, según la presidencia turca.

Minitsunami

En la isla griega de Samos, la zona más afectada en Grecia, el terremoto llegó a causar un minitsunami. El nivel del mar se elevó a 40 cm sobre las carreteras del puerto de Vathy, provocando importantes daños en comercios.

La iglesia de la pintoresca aldea de pescadores de Phytagorio se derrumbó parcialmente. Y en la capital de la isla, Vathy, una joven de 15 años y su amigo de 17 fallecieron cuando se les cayó encima un muro.

“Lo más negro ha sido la pérdida de estos dos chicos” se lamentó el alcalde de la ciudad, Yorgos Stantzos.

“Teníamos la pandemia y ahora el sismo”, añadió.

El secretario de Estado de Protección Civil, Nikos Hardalis, calificó la situación de la isla de “extremadamente difícil” y pidió a los habitantes “permanecer atentos” ante el riesgo de réplicas.

El observatorio geodinámico de Atenas registró numerosas replicas desde el viernes, la más fuerte de magnitud 4,7 a las 05H31 GMT.

Tanto Turquía como Grecia están situadas en una de las zonas sísmicas más activas del mundo.

El sismo despertó los temores del “Big One”, un gran terremoto que aguarda a la capital económica del país, según expertos.

En 1999, una sacudida de magnitud 7,4 golpeó el noroeste de Turquía, causando más de 17.000 muertos, un millar de ellos en Estambul.

En Grecia, el último sismo mortal fue en julio de 2017 en la isla de Cos, cerca de Samos, y causó dos fallecidos.