“Después de un rato, ahí empiezas a sentir claustrofobia. Aquí se entra, pero no se sale".

El periodista Juan Diego Quesada, de El País, contó lo que vio hace unos días cuando el gobierno salvadoreño les permitió la entrada al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), la cárcel que alberga a los presos más peligrosos del país caribeño.

Acompañado solo de la fotógrafa Gladys Serrano, el corresponsal del medio español contó que llegaron de noche a la cárcel, que vista desde fuera es un enorme edificio de hormigón.

“Nos cachearon a Gladys y a mí, nos pidieron que pusiéramos las manos en la nuca y nos preguntaron si teníamos tatuajes. La puerta la custodian policías encapuchados y con armas”, contó Quesada.

Dentro del Cecot de El Salvador

Al ser recibidos por el director de la prisión, quien no quiso dar su nombre, este los ayudó a cruzar los cuatro controles siguientes que debían atravesar para llegar a la zona donde están los presos. Se trataba de habitaciones grandes, con una mesa y escáners. “El escáner te veía las tripas y casi el corazón, para detectar si llevabas algo en el interior del cuerpo”, relató el periodista.

Cuando llegaron al pabellón, fueron recibidos por un silencio absoluto y una hilera de celdas con presos. Quesada señaló que estos los miraban desde los barrotes “sin pestañear”. Estos llevan el pelo rapado y el cuerpo llama la atención por la gran cantidad de tatuajes que poseen, incluyendo la cara e incluso la cabeza.

Según consignaron desde El País en su cuenta de Instagram, las luces están siempre encendidas, nunca las apagan, y las celdas son cubos de barrotes que están siempre a la vista. Los guardias los vigilan incluso desde arriba, es decir, no hay un techo sólido sobre la celda misma, sino que hay una plataforma de rejas donde el personal de la cárcel se para y mira hacia abajo. “Se ve todo, un circuito cerrado”, aseguró el corresponsal español.

En cada celda caben 80 presos, quienes deben comer con las manos. Tienen su baño a dentro de la misma, con los inodoros en la parte del fondo, a la vista.

Según les dieron a conocer desde el recinto, los presos solo tienen permitido salir 30 minutos al día, siempre con grilletes en los pies y en las manos. Además, practican calistenia varias veces a la semana.

El recinto cuenta con una enfermería en el interior, así como una sala con televisión, la que se ocupa para asistir a las citas virtuales en el juzgado.

Se entra, pero no se sale

Quesada contó que, durante su visita, les presentaron a cuatro presos, quienes habrían cometido “un montón de homicidios”.

“El que se me quedó grabado es uno al que llamaban “Catracho”, miembro de la mara Barrio 8, que tenía cuatro asesinatos, entre ellos el de una mujer y también una violación. Hay otros que no nos mostraron, con decenas de homicidios a sus espaldas, y condenas para las que necesitarían 8 vidas para cumplir”, explicó el periodista.

“Después de un rato, ahí empiezas a sentir claustrofobia. Aquí se entra, pero no se sale. Empecé a pensar que estaba invadiendo la intimidad de esos muchachos, si es que existe para ellos. La mayoría debe tener entre 20 a 25 años”, aseguró.

Y agregó que, “afuera eran temibles, eso está claro, pero ahora son unos muchachos sometidos”.

A continuación, puedes revisar el video que preparó El País sobre su visita al CECOT: