Cuando las historias que llegan casi a diario acusando de violaciones a sacerdotes en todo el mundo, incluyen a monjas entre los verdugos, la trama se vuelve más oscura para la iglesia católica, pero sobre todo para las víctimas.

Así lo revela una entrevista publicada por la revista Perfil en Argentina. El abuso sexual no solo tiene cara masculina en las iglesias. También hubo vejámenes en conventos de ese territorio, donde las víctimas de las superioras, hablaron del calvario vivido.

Un testimonio pone los escalofriantes detalles en San Lorenzo (Santa Fe) en el convento de las Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey. Sandra Migliori tenía 16 años en 1983. Quería ser monja pero el precio que pagaría, sería alto.

“Me mandó sola al sótano debajo de la cocina para limpiarlo. Un rato después apareció por detrás de mí diciéndome que era una de sus preferidas y me quería proteger. Hasta que en un momento se me abalanzó y me quiso tocar”, revela Migliori.

Era la hermana Viviana Fleitas, quien se supone debía formarlas para ser las religiosas que guiaran a católicos por el camino de la fe. Intempestivamente la mujer con terribles hábitos (literal) le quitaba de tajo toda la esperanza.

La ex monja recuerda que todo era un infierno en el convento. Su carácter la llevó a amenazar a Fleitas con acusarla. Así consiguió que la dejara en paz, pero la situación para sus compañeras era diferente.

El voto de silencio fue utilizado para amordazar el grito de auxilio de las víctimas de un abuso con rostro femenino y no les permitía hablarlo entre ellas. De hecho, no sabían que el abuso era generalizado, que habían más víctimas atravesando los vejámenes.

Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey. Foto referencia
Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey. Foto referencia

Por si los abusos sexuales no eran poco, habían otros de tipo físico que hacían del convento el infierno para quienes creen que existe en el inframundo. No, ese ya lo tenían de cerca.

Los abusos no eran exclusivos de esa orden. En Entre Ríos, quienes aspiraban a ser monjas en Carmelitas Descalzas de Nogoyá, también los sufrieron en carne propia.

Las hacían expiar sus pecados, golpeándose con látigos que tenían púas. Los golpes eran en los glúteos. Cuando la forma del castigo era otra, debían llevar una mordaza por un día, para cumplir el voto del silencio. Pan y agua, otro tormento. Hubo casos de desnutrición, según cuenta Migliori. El dolor intenso también era parte del pervertido esquema.

En ese lugar, hace 3 años y luego de una investigación periodística, el papa Francisco removió del cargo a Luisa Toledo, la superiora.

Pero en el convento de San Lorenzo, también soportaban esas “prácticas”.

“En mi congregación también sucedía lo de usar cilicio entre las piernas y caderas. Es como un cinturón con pinches (Púas) que va pegado a la carne para limpiar los pecados”. Asegura que la madre superiora Fleitas también lo llevaba en la cintura.

Al momento existe una causa judicial para, entre otros delitos, determinar si en conventos como los antes descritos existe “privación ilegítima de la libertad agravada”

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Migliori lleva su causa a otros niveles de denuncia, no solo participando en cada encuentro antipederastia. Escribió un libro titulado “Entre Víboras”. En ese relata todo lo sucedido en conventos como el de Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey.

Fleitas fue apresada en 2016 por abuso de menores, pero un año después, según el periódico La Voz de San Justo, fue arrestada Alicia Pacheco tras ser denunciada por la ex monja María Gracia Ramia, quien relató que la también conocida como “hermana Micaela”, la abusó cuando tenía 13 años.

Los hechos habrían ocurrido dentro de la congregación Discípulos de Jesús de San Juan Bautista, en Salta, bajo la complicidad de la madre superiora y dos sacerdotes más.

Kumiko Kosaka, es otra monja apresada por la justicia argentina hace dos años. Ahora tiene 42, pero décadas atrás, era, según testimonios de madres de víctimas, la que entregaba a los jóvenes a sacerdotes para que estos fueran abusados.

Kumiko, Fleitas y Pacheco, están entre las 4 monjas procesadas por abusos en conventos argentinos.

La Voz de San Justo
La Voz de San Justo

La otra cara de los abusos en la iglesia

La SNAP es la Red de Sobrevivientes de los Abusados por Sacerdotes. Las denuncias que recibían tenían cara masculina. Pronto, los verdugos dejarían de tener un solo género.

El papa Francisco admitía los vejámenes cometidos por sacerdotes contra niños, niñas y adolescentes, primordialmente. Sin embargo, eso llevó a las denuncias contra monjas de decenas de conventos y escuelas en Estados Unidos, quienes a lo largo de 50 años, tenían pecados ocultos que llegaba la hora de revelar.

Entre los testimonios de quienes denuncian esta realidad paralela en la iglesia católica, están los de mujeres entre 60 y 70 años, quienes fueron víctimas de madres superioras u otras monjas que las abusaron sexualmente.

“Este es el próximo gran problema para la iglesia: el mayor secreto jamás contado”, dijo Mary Dispenza, directora de la SNAP, a The New York Post.

La mujer de 78 años, quien a su avanzada edad lucha para dar justicia y dignidad a las víctimas de abusos, se mantiene activa al punto de viajar recientemente al Vaticano, a la cumbre anti-pederastia organizada por el Papa Francisco. Ahí, cuenta que exigió ayuda para las víctimas de este flagelo que ya dejó de tener rostro masculino en este oscuro episodio para la fe católica.

AFP
AFP