Miles de hondureños llegaron este lunes a la empobrecida comunidad de Huixtla, su segunda parada en territorio mexicano con destino final a Estados Unidos, desafiando nuevas amenazas del presidente Donald Trump de cortar la ayuda a Honduras, Guatemala y El Salvador en represalia por el imparable éxodo migrante.

Casi en paralelo, y de manera sorpresiva, el gobierno mexicano permitió la entrada a su territorio de cientos de otros migrantes que aún esperaban hacinados desde el viernes en el puente fronterizo con Guatemala, y que también formaban parte de la caravana que salió hace casi diez días de Honduras.

Con escasas pertenencias y llevando niños y bebés a cuestas, más de 7.000 migrantes, según estimaciones de la ONU, inundaron la iglesia, la cancha de básquetbol, y el único parque de no más de 60 metros de largo por 80 metros de ancho de Huixtla, un poblado enclavado en la selva del estado de Chiapas, fronterizo con Guatemala.

Aunque los separan de la frontera norte de México unos 3.000 km, y el cansancio empieza a mermar su ánimo, los migrantes se declaran contentos y dispuestos a alcanzar su objetivo: Estados Unidos.

Para evitarse algunos kilometros de caminata, cientos se montaron en tráileres, camionetas de carga de animales, motocicletas, mientras gritaban “¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!” y ondeaban banderas de Honduras al pasar por las comunidades que atravesaban en su camino de Tapachula a Huixtla, donde los lugareños se organizaron para darles comida, agua, pañales y calcetines.

Alexis Lara, un electricista y albañil de 33 años, es uno de los que festeja su arribo a esta comunidad, aunque no deja de lamentar el éxodo de sus compatriotas.

“Tarde o temprano se iba a ver esto por tanto problema en nuestro país… es triste ver toda esta gente así porque nadie quisiera abandonar su país, pero desgraciadamente hay políticos que se adueñan de todo”, dice sentado y observando el repleto parque del poblado.

Exhaustos, los más afortunados de los desplazados extendían, a manera de cama, pedazos de cartón o bolsas de plástico desgastadas, pero la mayoría se preparaba para dormir directamente en el piso.

Agencia France-Presse
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Apertura de frontera

Con la caravana, venían cientos de migrantes que se quedaron en el puente fronterizo de Ciudad Hidalgo, Chiapas, a la espera de que el gobierno mexicano los dejara pasar, lo que sucedió finalmente este lunes.

Se les permitió el paso “porque la cancillería (mexicana) abogó para que no continuaran a la intemperie y sufriendo las inclemencias del clima”, dijo a la AFP el comisionado de Migración, Gerardo García.

ONGs guatemaltecas estimaron que el grupo de migrantes que permaneció hasta este lunes en el puente estaba conformado por unas 400 personas, aquellas que ante el cierre de fronteras decidido el viernes por México optaron por esperar y no cruzar el caudaloso río Suchiate a nado o en precarias balsas.

Otros 700 habían entrado legalmente por ese mismo paso entre Guatemala y México desde el viernes, según datos oficiales, y están alojados en albergues del gobierno en Chiapas a espera de tramitar refugio o visas.

En tanto, el gobierno hondureño informó que dos de sus ciudadanos murieron mientras participaban en la caravana, uno el sábado en Guatemala y otro el lunes en Tapachula, México.

Trump y Peña Nieto advierten

Temprano el lunes, Trump escribió en Twitter: “Vamos a empezar a cortar, o reducir sustancialmente, la tremenda cantidad de ayuda externa que habitualmente les damos”, dirigiéndose a Guatemala, Honduras y El Salvador.

El presidente lamentó además que México no haya sido capaz de detener el avance de los migrantes y puso en alerta a las patrullas fronterizas y a los militares ante esta “emergencia nacional”.

“Vamos a empezar a cortar, o reducir sustancialmente, la tremenda cantidad de ayuda externa que habitualmente les damos”
- Donald Trump

“Parece que la policía y los militares de México son incapaces de detener la caravana que se dirige a la frontera sur de Estados Unidos. Criminales y personas de Medio Oriente no identificadas están mezclados”, dijo Trump.

Más tarde, el saliente presidente de México, Enrique Peña Nieto, advirtió que aquellos que optaron por mantenerse en la caravana “difícilmente podrán lograr su objetivo, sea de ingreso a Estados Unidos o de permanencia en México”.

En los últimos tiempos, la ayuda estadounidense para la región norte de Centroamérica ya se ha reducido.

Según la ONG Oficina de Washington para América Latina (WOLA, en inglés), el apoyo a Honduras pasó de 209,2 a 181,7 millones de dólares entre 2016 y 2017, un monto aún relevante para el pequeño país cuyo presupuesto nacional es menor a 10.000 millones de dólares.

“Para nosotros es un éxodo, no es un evento que tiene principio o fin… vienen más personas”, comentó en conferencia de prensa Rubén Aguilar miembro del Movimiento Migrante Mesoamericano, antes de salir de Tapachula.

Los impulsa, según dicen, la urgencia de apartarse de la violencia criminal y los altos índices de pobreza en Honduras.

Por eso, y pese a las amenazas de Trump, o incluso a denuncias de organizaciones civiles que responsabilizaron este lunes al gobierno mexicano de “tratos crueles, inhumanos y degradantes” contra los migrantes, una segunda caravana de casi un millar de hondureños inició el domingo la travesía desde Guatemala.