Desde hace años, antes de estallido social y del proceso constituyente, se ha hablado, escrito y demandado por incluir derechos culturales en las políticas y, ahora, en la Nueva Constitución. Creo que, en forma paralela, para darle real sentido a esos derechos se debe repensar el territorio desde los ecosistemas, las culturas locales y las periferias, en especial las rurales y de las pequeñas localidades. Esas que mantienen y cultivan identidades profundas.

Para el proceso constituyente se impuso la idea de una “Hoja en blanco”. El deseo mayoritario (de los que sacaron la voz, de quienes votaron) de que se redactara una nueva constitución sin amarras, desde cero. Desde una hoja en blanco.

Parafraseando lo anterior, el Foro Ciudad Política propone redactarla desde un “Mapa en blanco”. En sus palabras, “creemos que es posible debatir la organización del territorio a partir de un mapa en blanco. No nos referimos a ignorar la geografía ni la configuración urbana del país, sino a atrevernos a impulsar los cambios necesarios para que la nueva estructura orgánica del Estado tenga como eje la equidad territorial en el acceso a bienes públicos y privados, al suelo y la vivienda, en el enfrentamiento del cambio climático y en la gestión sostenible y justa del agua y los recursos naturales.”

Es evidente, que tanto la “hoja en blanco” como el “mapa en blanco” son metáforas. La constitución se hará para un país con una geografía, historia, culturas y habitantes concretos. Ellas invitan a pensar sin amarras, lo que no implica negar o desconocer la realidad.

De hecho, la diversidad de las personas elegidas como constituyentes son un potencial para que, esa “hoja en blanco” y “mapa en blanco”, tengan altas cuotas de realidades muchas veces no vistas.

Más allá…

Las ideas que hay detrás de “hoja en blanco” y “mapa en blanco” pueden adquirir nuevos sentidos e invitarnos a ir más allá. Eso es darle un giro a pensar que “ la nueva estructura orgánica del Estado tenga como eje la equidad territorial en el acceso a bienes públicos y privados, al suelo y la vivienda…”, como plantea el Foro Ciudad Política.

Planteamos la necesidad de repensar la estructura territorial desde lo medioambiental y cultural, y a mirar desde las periferias, en especial rurales, de los pequeños asentamientos y poblados. Poner en cuestión, en definitiva, los centralismo y enriquecer la discusión con otras miradas.

Cedida

Repensar el territorio desde los ecosistemas y las culturas

Es evidente que la división geopolítica del país como los límites de éste no responden a los ecosistemas ni a las identidades culturales. Hoy en día, por ejemplo, hay lagos que pertenecen a distintas regiones o comunas (y otro a dos países), lo que dificulta el abordarlos como parte de un ecosistema. Lo mismo pasa con ríos, que antes eran un “límite natural”, pero ahora requieren ser abordados como parte de un ecosistema. Es muy difícil aspirar a un desarrollo sustentable si la estructura territorial del país no está de acorde con los ecosistemas.

Por otro lado, existe una correspondencia entre ecosistemas y culturas locales. Esta relación, sin embargo, no es coincidencia y tampoco significa que calcen a la perfección. Desde este punto de vista, se deben considerar esas diferencias al repensar el territorio.

En un país altamente fragmentado y segregado, pareciera que hoy existe una buena posibilidad para invitar a pensar el país y su estructura geopolítica desde sus ecosistemas y sus culturas. Y a partir de ellos, incorporar variables como la equidad, integración, descentralización.

Esa mirada podría no sólo ser una guía para reordenar el país, sino generar una mirada más integral del territorio, poniendo énfasis en potenciales locales de desarrollo.

Incluir a los vecinos

Lo anterior debiera también incidir en la forma en que vemos y nos relacionamos con los países vecinos, comprendiendo que existen relaciones “naturales” que deben ser respetadas e incorporadas en las políticas locales y nacionales.

Las regiones extremas del país, por ejemplo, tienen fuertes relaciones con sus vecinos. Estas relaciones son producto de la distancia a la que están de un poder tan centralizado. Pero también responden al hecho de compartir ecosistemas, características geográficas y tener fuertes lazos culturales. Tratar de fortalecer limites es contraproducente con la geografía y las culturas. Además de ser un impedimento para un mejor desarrollo.

Por otro lado, se debe considerar la existencia de mapuches a mambos lados de la cordillera, cuyos lazos y relaciones tienen un potencial de desarrollo cultural que debemos considerar.

ChicoPere, Rubén Pérez Vidal (c)

Mirar desde las periferias

Un tema que se discute hace decenios es la gran concentración existente en Chile. Un centralismo -santiaguino- que, sin embargo, se replica en las capitales regionales y provinciales.

Hoy parece recomendable mirar el país desde sus bordes, no para negar los centros, sino para enriquecer las miradas y la comprensión del país y sus territorios.

Por ejemplo, parece necesario mirar también las ciudades desde el campo, desde lo rural, desde el medioambiente natural. Una mirada de este tipo podría dejar de ver lo rural como reservas de tierra para las ciudades o como fuente de recursos para el desarrollo. Desarrollo que se liga sólo con lo urbano o en relación a él.

Mirar desde los bordes no sólo es mirar desde la periferia de las grandes urbes. Es incorporar la mirada de los sin voz, de los pueblos pequeños, caseríos, del mundo rural. La elección de representantes de pueblos originarios, de dirigentes sociales, la equidad de género, son avances en este sentido. Pero quedan grandes grupos desorganizados, atomizados, no politizados, que no están representados.

No hay tiempo para incorporarlos como constituyentes, pero la constitución puede establecer un espíritu mucho menos centralista, que resguarde la diversidad y cuide de los grupos más vulnerables y vulnerados.

Descentralizar versus atomizar

Descentralizar requiere de un cambio de mentalidad, de actitud y en al actuar. Muchas veces, frente a la incapacidad a hacer esto, se confunde descentralizar con atomizar. Entonces de dividen regiones, municipios, pero replicando las mismas lógicas pero cada vez con menos poder frente a una descontrolada capital.

Hoy existen regiones, provincias y municipios que, por la cantidad de habitantes, no son viables. Menos si replican estructuras pensadas desde Santiago para Santiago. Pensar desde los ecosistemas, culturas y periferias debiera llevar a pensar en estructuras flexibles, adaptadas a las necesidades locales. Y, muy relevante, colaborativas. Es posible e incluso recomendable que distintos territorios colaboren y compartan servicios y especialistas, de manera de lograr mayores capacidades sin sobrecargar las estructuras institucionales.

Los desafíos de una nueva constitución y de repensar Chile con nuevas miradas se pueden potenciar y tener mejores resultados si, de verdad, no sólo se tiene una “hoja en blanco” y “un mapa en blanco”. Se deben buscar nuevas formas de mirar que pongan en tela de juicio ciertos prejuicios y “verdades” que se dan por sentadas.

La ecología y la cultura no son modas ni son nuevas variables. Son formas de mirar que pueden abrir nuevos horizontes y maneras de concebir la sociedad y los territorios.