En el marco de SANFIC17, se exhibió Zoila, documental de la directora chileno-española Gabriela Pena.

Gabriela y Montse son dos hermanas, hijas de una chilena y un español. Zoila Huenchuñir, una “nana” de Chol Chol, las crió. Cuando el padre perdió su trabajo en 1999, volvieron a España, a Barcelona. Zoila partió un tiempo después tras de ellos. O de ellas, mejor dicho.

Pero las condiciones en España eran otras. Allá la familia Pena Tapia vivía en un departamento pequeño y los sueldos que percibían no les permitía pagarle a Zoila. Pronto dejó de trabajar en la casa, pero ya era parte de la vida de las niñas.

Zoila nunca dejó de estar presente en la cotidianidad de Gabriela y Montse.

Gabriela empieza a recordar e indagar, a buscarle sentido y un lugar específico a Zoila en su vida. Viaja a Valparaíso a ver a sus abuelos. Luego se les reunirá Montse y Zoila, que regresa a Chile después de 20 años. Juntas viajan a Chol Chol y visitan a la parte desconocida para Gabriela y Montse su “familia”. La familia de Zoila.

Zoila, un homenaje femenino

Zoila es un documental femenino, sensible, poético, sobre los afectos. Una película sin juicios, un hermoso indagar en los recuerdos, en el cariño, en el estar, acompañar, contener. Un elogio a una mujer que supo criar a dos niñas desde el afecto y el cariño.

Zoila no cuestiona la “institución” de las “nanas”, ni hace hincapié en las raíces mapuche de Zoila. No hace discursos, feministas o de otro tipo (no es necesario, la realidad habla por sí sola). Esta es una reflexión, un indagar y, por sobre todo, un largo y necesario agradecimiento a Zoila. Un agradecimiento, un homenaje, por extensión, a tantas mujeres -madres reales o “sustitutas” (fea palabra)- que crían y han criado, que han sido el sostén emocional de tantas personas.

Un documental que es un elogio a la “maternidad” ejercida por “nanas”. Bella, imprescindible para entender parte importante de nuestro país.

Vale destacar la música, de Javier Díaz.