El proyecto del fotógrafo Álvaro de la Fuente “Diálogo. Retrato Literario Indígena” consistente en un banco de más de 200 imágenes, audios y reseñas en línea de 20 escritores mapuche. La idea surge de la necesidad de contar con material de libre acceso de escritores mapuche, dada su poca presencia y accesibilidad.

Álvaro de la Fuente se trasladó a Castro, Los Lagos, Osorno, Temuco, Kuyunko, Concepción, Tril Tril, Quepe, Puerto Saavedra, Cerro Navia, San Joaquín o La Pintana, entre otros, para conocer, retratar y registrar en audio parte de la obra y la historia personal de estos creadores.

Los Autores

Graciela Huinao, poeta, narradora y única mujer indígena miembro de la Academia Chilena de la Lengua; Lorenzo Aillapan, üñümche u “hombre pájaro”, reconocido como Tesoro Humano Vivo el año 2012; Javier Milanca, Premio Nacional 2016 a la Mejor Obra Publicada en la categoría cuento con su libro “Xampurria”; Jaime Huenún, autor de numerosas publicaciones y antologías que han sido claves en la promoción de la poesía mapuche; David Aniñir, conocido como Mapurbe debido a su concepción de la identidad del mapuche urbano. Los jóvenes escritores Daniela Catrileo, Cristian Cayupan, Juan Huenúan, Roxana Miranda Rupailaf y Pablo Ayenao, estos últimos ganadores del Premio Municipal de Literatura de Santiago en los años 2012 y 2016 por sus libros “Shumpall” y “Memoria de la carne”, respectivamente. Y autores bilingües que escriben en mapudungun-español como María Isabel Lara Millapán, Ricardo Loncón y María Teresa Panchillo. Eliana Pulquillanca, Sonia Caicheo, Maribel Mora Curriao, Bernardo Colipán, Jaqueline Caniguan, Libertad Manque y Erwin Quintupil, completan la lista de escritores que dan cuerpo al proyecto.

El lanzamiento se realizará el miércoles 19 de diciembre, a las 19:00 horas, en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, con la proyección de un diaporama y las lecturas poéticas de David Aniñir, Libertad Manque, Jaime Huenún, Eliana Pulquillanca, María Isabel Lara Millapan, Ricardo Loncon y Maribel Mora.

Para conocer más del trabajo del fotógrafo Álvaro de la Fuente visite la web www.alvarodelafuente.com

www.escritoresindigenas.cl

Retratos y textos seleccionados

David Aniñir, Álvaro de la Fuente (c)
David Aniñir, Álvaro de la Fuente (c)

David Aniñir

Mapurbe

Somos mapuche de hormigón
debajo del asfalto duerme nuestra madre
explotada por un cabrón.

Nacimos en la mierdópolis por culpa del buitre cantor
nacimos en panaderías para que nos coma la maldición.
Somos hijos de lavanderas, panaderos, feriantes y
ambulantes
somos de los que quedamos en pocas partes.

El mercado de la mano de obra
obra nuestras vidas
y nos cobra.

Madre, vieja mapuche, exiliada de la historia
hija de mi pueblo amable
desde el sur llegaste a parirnos
un circuito eléktrico rajó tu vientre
y así nacimos gritándole a los miserables
marri chi weu!!!!
en lenguaje lactante.

Padre, escondiendo tu pena de tierra tras el licor
caminaste las mañanas heladas enfriándote el sudor.

Somos hijos de los hijos de los hijos
somos los nietos de Lautaro tomando la micro
para servirle a los ricos
somos parientes del sol y del trueno
lloviendo sobre la tierra apuñalada

La lágrima negra del Mapocho
nos acompañó por siempre

Jaime Huenún, foto de Álvaro de la Fuente (c)
Jaime Huenún, foto de Álvaro de la Fuente (c)

Jaime Huenún

Fragmento de su libro inédito “Mapuche en castellano, chileno en mapuzugun. Prosas encontradas”.

“Unas prosas me piden a veces ciertos editores. A escarbar me mandan en papeles y archivos sepultados por mi desidia o entreverados en los caprichos inasibles de los bits. ¿No es suficiente –me pregunto- con los poemas publicados? ¿Es necesario buscar bajo la alfombra de la escritura los residuos de tiempos y estados de ánimo remotos, la doxa tangencial y difusa de un sujeto tan cambiante como arbitrario en sus juicios y percepciones?
Refiriéndose a Osip Mandelstam, ese hijo ilegítimo de una civilización periclitada, Joseph Brosdky advierte que “cualquier poeta, por mucho que escriba, expresa en sus versos, física o estadísticamente hablando, como máximo la décima parte de su vida”. De ahí quizás la necesidad –morbosa y líquida en ocasiones- de hurgar en la bruma biográfica y textual de ciertos autores, como si la trivial existencia cotidiana de un escritor pudiese revelar las razones y sinrazones de sus versos. Como sea, una estela intermitente de coyunturales artículos he dejado a la vera de la poesía y releerlos es una tarea generalmente ingrata, teñida algunas veces de melancolía y otras tantas de oprobio.

¿Se es lo que se hizo o se es lo que se hará? ¿Se es la escritura inamovible, consumada, o la evocación de pormenores que circundaron y embargaron la escritura? Cincuenta años de vida jalonados por enfermedades y gobiernos, territorios y parientes, amores y odios, libros y borracheras, ostracismo y viajes debieron –pudieron- haber dado para más, considerando que después de Ceremonias y Puerto Trakl han aparecido únicamente Reducciones, Fanon city meu y La calle Mandelstam. “Cincuenta años y ni una papa pelada”, podría decir, parafraseando un reprensivo dicho campesino vigente aún en tierras sureñas.

La respuesta al por qué de tan escuálida producción no está, por supuesto, en la ocasional llamada de las musas, sino en los entresijos personales donde la poesía ha sido para mí un momentáneo lujo y una mínima e incómoda estadía en los territorios apócrifos de la imaginación y la palabra. Y no hay queja en esto porque lo común es que el poeta carezca aquí y allá -salvo puntillosas excepciones-, de derechos civiles o laborales en tanto oficiante de una tarea para muchos disfuncional y extraña.

Por otra parte, ¿por qué la poesía habría de salvarnos, darnos prestigio o un lugar en el mundo? No hay dignidad mediática ni brillo explícito o venial en la poesía y su incidencia en la realidad es morosa e inexorable, aunque se mantenga oblicuamente atenta a los ritmos, catástrofes y deseos de la polis.

La poesía no tiene derechos porque ella misma, en su más honrada y honda expresión, se ha despojado de ellos para verificar, atestiguar, cantar y narrar en plena desnudez la paz y la guerra de los hombres y de las cosas.

Y digo esto sabiéndome parte de un movimiento literario explosivamente político, imbricado por la historia a sucesos y discursos antisistémicos y etnonacionales, donde la prosa heroica, la lírica trasgresora, inmediatista y contestataria o el cantar de gesta calzan mejor a ciertos periodos y al temple de determinados sujetos. Cada comunidad, cada país, cada pueblo tiene la poesía y la prosa que merece o cree necesitar para sus intereses culturales y estéticos. El poeta, en tanto, cuando tiene algo de suerte sintoniza con los lenguajes ocultos de sí mismo y de su tribu. Cuando esto ocurre -y recalquemos que no ocurre con frecuencia-, la poesía salva sus sentidos y puede recrear, defender y cuestionar -desde su acotado territorio- los símbolos y arquetipos de una colectividad”.

Graciela Huinao, foto de Álvaro de la Fuente (c)
Graciela Huinao, foto de Álvaro de la Fuente (c)

Graciela Huinao

La vida y la muerte se hermanan.

Al mirar atrás
puedo ver el camino
y las huellas que voy dejando.
A su orilla árboles milenarios se alzan
con algún cruce de amargas plantas.
Pero es equilibrada su sombra
desde la huerta de mi casa.
Allí aprendí a preparar la tierra
la cantidad de semilla en cada melga
para no tener dificultad en aporcarla.
Es tu vida
–me dijo– una vez mi padre
colocándome un puñado de tierra en la mano.
La vi tan negra, la sentí tan áspera.
Mi pequeña palma tembló.
Sin miedo –me dijo–
para que no te pesen los años.
La mano de mi padre envolvió la mía
y los pequeños habitantes
dejaron de moverse dentro de mi palma
El miedo me atravesó como punta de lanza.
Un segundo bastó
y sobraron todas las palabras.
Para mostrarme el terror
a la muerte que todos llevamos.
De enseñanza simple era mi padre
con su naturaleza sabia.
Al hermanar la vida y la muerte
en el centro de mi mano
y no temer cuando emprenda el camino
hacia la tierra de mis antepasados.
Abrimos nuestros dedos
y de un soplo retornó la vida
al pequeño universo de mi palma.

Erwin Quintupil, foto de Álvaro de la Fuente (c)
Erwin Quintupil, foto de Álvaro de la Fuente (c)

Erwin Quintupil

Sobre el arte de tejer.

Cuentan que a Kuze Ñuke le simpatizan las arañas, porque cuando ella teje en su casa algunas arañas le acompañan mirando desde el techo o desde las paredes.

Dicen que la manta de Fvca Caw está hecha de hilos que las arañas hilaron, que fue un regalo que le hicieron para que Kuze Ñuke la tejiera antes que el tiempo frío llegara. Con hilo blanco de araña bordó las estrellas de la manta de su marido.

Por eso ella comparte los dibujos que brotan del telar y las arañas los repiten según su forma de ver el mundo.

Como son hábiles en el arte de tejer, Kuze Ñuke les pidió que al tocar a los pequeños humanos, a sus hijos, les transmitieran el don del tejido. Entonces las arañas bajan de los techos para prenderse en la cabellera o en el regazo de las mujeres pequeñas.

Pero hay algunas, sólo algunas, que no resisten la atracción del hombre y posan sus blandas patas en la dura y morena piel de sus brazos.

Daniela Catrileo, foto de Álvaro de la Fuente (c)
Daniela Catrileo, foto de Álvaro de la Fuente (c)

Daniela Catrileo

Extracto de un poema del libro Río Herido.

Es cuestión de tiempo
quitar los trozos de riel
aferrados al cuerpo
y volver a ser gravilla
que bajo el cauce
no pierde su color.

Sólo el tiempo inunda
de sigilo la memoria
y retorna, como
la próxima ola.

Lorenzo Aillapan, foto de Álvaro de la Fuente (c)
Lorenzo Aillapan, foto de Álvaro de la Fuente (c)

Lorenzo Aillapan

La Tórtola

Al igual que una hembra humana
que llora cuando está adentro de la ruka
y que también llora cuando está afuera
la tórtola llorona desde que existe la humanidad
este pájaro melancólico anda trinando su pena
así como cuando mueren seres queridos.

El nido de cuatro palitos de la tórtola
se ha derrumbado y por eso llora
por la continua tala del bosque nativo
por le viento y por la lluvia, al comienzo del otoño venidero
por eso es sincera la melancolía de la madre tórtola.

De lo alto de un cerro desde un árbol
por el camino culebreado hacia la comunidad
al ver pasar los intrusos, los ajenos codiciosos
y canta: se quebraron los huevos
muy triste llora la tórtola por la desgracia
por ser testigo del permanente castigo a la Madre Tierra.

Pablo Ayenao, foto de Álvaro de la Fuente (c)
Pablo Ayenao, foto de Álvaro de la Fuente (c)

Pablo Ayenao

Extracto del libro “Antes que el Alba te sacuda en el pavimento”

WEYE
Mis huesos:
grafema
de arqueología
tercermundista.
Acaríciame
estas tristes trenzas
sueltas de la madrugada.
Voy a zurcir mi corazón bajo la piel para que lo arrulles
Como si fuera tu hijo.
Huacha/Errante
Revienta con el alba el crujido de los huesos.
Bastarda/Nauseabunda.
El reflejo negado en los dientes podridos.

Pobre/India/Sáfica.

Reír sin reír como las hienas.