Hipólito: ¿Por qué toda esta preocupación por mí?
Fedra: Te amo. Silencio.
Hipólito: ¿Por qué?
Fedra: Eres difícil. Temperamental, cínico, amargado, decadente, maleducado. Estás en la cama todo el día y miras televisión toda la noche, vas sin ningún cuidado de un lado a otro de la casa con sueño en tus ojos y sin ninguna consideración por nadie. Estás sufriendo. Te adoro.
Hipólito: No es muy lógico.
Fedra: El amor no lo es.

Este diálogo cotidiano e intenso de la escena cuatro de “El amor de Fedra” (1996), de Sarah Kane (1971-1999), revela lo que mueve a esta madrastra obsesionada por su hijastro.

Al mismo tiempo, lo que le atrae a ella de él, recoge la mirada de la dramaturga (“Mina de narco”, “Devastados”, “4:48 Psicosis”) sobre la sociedad y la monarquía de su país.

Lo hace en el estilo in-yer-face (por in your face, en tu cara), una forma teatral de los años 90 cuyos relatos usan lenguaje violento, descarnado, cero hipocresía, híper sexual, propio del submundo de cualquier clase social.

En Sarah Kane equivale a una voz escénica estremecedora cuyo soporte emotivo y emocional permite observar al ser humano a corazón abierto y honesto hasta lo excesivo.

Una historia para hoy

Como reescritura de un texto griego, Kane instala a Fedra en la modernidad electrónica actual y, traducida por Freddy Araya, llega al público con algunos modismos chilenos bien logrados.

Jorge Sánchez

Jorge Sánchez

Pero tal vez lo que mejor recoge la traducción es el sentido profundo -cotidiano y trascendente- de los diálogos llenos de vitalidad de sus personajes, donde la poesía y la sensibilidad femenina están presentes. Algo de todo esto se observa en escena

En la versión griega, luego de enamorarse de Hipólito y ser rechazada por éste, la aristócrata mujer se suicida, acusando a su hijastro de violación. Entonces, el padre castiga al joven a través de la furia de un monstruo marino, enviado por Poseidón.

Para Kane, el despecho y muerte de Fedra (Paola Volpato en el montaje que dirige Francisco Krebs) vino después de declarar su amor y tener sexo oral con Hipólito (Diego Ruiz), mientras que el castigo fue entregarlo a la rabia del pueblo que defiende la monarquía.

Jorge Sánchez

Jorge Sánchez

El extenso inicio de la obra presenta a un reventado Hipólito arriba de un automóvil, en lugar de la cama original, y con un muro de pantallas con múltiples películas a todo volumen y héroes y antihéroes que el sujeto imita estúpidamente.

Una referencia del mundo del protagonista, alrededor del cual van sucumbiendo las personas y la confianza en las instituciones, siempre con el sexo como estandarte (masturbación, incesto, violación).

Leopoldo Pulgar

Leopoldo Pulgar

El ambiente es generalmente crispado y la crueldad caracteriza las relaciones personales, verdades que -como casi siempre-, son pivotes para denunciar con desesperación la insoportable realidad y la necesidad de cambio.

Una obra con amplio despliegue escenográfico, iluminación y vestuario que recupera a una dramaturga estremecedora.

Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista

Sala GAM. Alameda 227. Miércoles a Sábado a las 20:30 horas. Entrada general $ 8.000; Tercera edad $ 4.000, Estudiantes $ 3.000. Hasta el 28 de Noviembre.