Luego de muchos años de debate y campañas a favor y en contra, la ley de música chilena en radios ha sido aprobada en el Senado. Ahora el proyecto irá a la Comisión de Educación y será votado en particular, donde se espera, pueda recibir indicaciones que la perfeccionen respecto a estilos, regionalización, derechos de autor, entre otros.

Este ha sido un logro histórico para la música chilena. Un logro histórico para la expresión artística más demandada por el ser humano. Y por sobre todo, el quiebre del monopolio ejercido durante años por unos pocos sellos transnacionales, particularmente 3 ( Sony-BMG, Universal Music Group y Times Warner) poseedores del 70 % del mercado mundial, y que en el globalizado mundo actual, ejercen una gran presión para que radioemisoras programen sus producciones.

Los países que no poseen leyes cancerberas de su creación local, han sido presa fácil de estas multinacionales y terminaron rendidos a los dictámenes programáticos provenientes de Miami o New York. Los números no mienten, el monopolio programático existente hasta ahora en las radioemisoras chilenas, devela un 91,5% de música extranjera v/s 8,5% de música chilena.

Lo anterior podría ser fácilmente traducido por el común de la gente si lo ejemplificáramos con la industria de alimentos ¿se imagina usted que sucedería si es que el Estado no regulara a la transnacional comida chatarra? De seguro hoy tendríamos Mc Donalds o Burger King instalados al interior de escuelas, liceos y universidades. Los dueños de estas franquicias se defenderían argumentando que sus hamburguesas son más ricas que las lentejas locales y por ende preferidas por estudiantes.

La “libertad” de venta y promoción de comida chatarra ha traído consecuencias nefastas para la salud de muchos compatriotas y ha sido el Estado el que ha tenido que ir en ayuda de obesos e hipertensos.

Así también ocurrirá con la famosa “libertad” de programación musical en manos del mercado. Nuestra música local es un nicho fundamental de preservación de identidad nacional y cultural. Si el Estado no resguarda este importante patrimonio, nos exponemos a que nos ocurra como a Brasil en este último mundial, donde la FIFA obligó a instalar como himno del certamen, una canción de Jennifer López y Pitbull, dejando a un lado la rica tradición musical carioca.

En buena hora los parlamentarios chilenos, así como lo han hecho hasta ahora respecto a educación y tributos, asumen que no podemos dejar en manos del frío mercado bienes estratégicos de todos los chilenos. Las políticas públicas que resguardan la difusión de música local ya han sido aplicadas con éxito en países como Argentina, Brasil, Francia, Canadá, México, Israel, Australia, Uruguay, Sudáfrica, Nigeria, Filipinas y Jamaica.

Y sin ir tan lejos, ya en Chile desde hace años existe la ley 19.131 que exige a los canales de TV abierta un 40% de producción local. Gracias a esta regulación, es que se ha fortalecido la industria cine-dramática local. De lo contrario, estaríamos plagados de culebrones mexicanos o venezolanos.

Porque el espectro radioeléctrico es patrimonio de todos los chilenos, corresponde al Estado exigir un mínimo de equilibrio respecto a contenidos y sonidos que ahí se emiten. Si bien Internet y las redes sociales se asoman como el futuro gran difusor, la radio sigue siendo el medio con mayor credibilidad e incidencia en el chileno del siglo XXI.

Ahora serán lo músicos chilenos quienes tendrán la tarea de organizarse y repolitizarse, dejar atrás lo llantos adolescentes y aprovechar esta histórica oportunidad. Sabemos que calidad artística existe de sobra, pero también se requiere mirada de largo plazo y por sobre todo, sentido de Estado a la hora de planificar el futuro.

La música chilena actual no solo se cobija en el regazo de la SCD, también existen miles de proyectos independientes que requieren ser difundidos a lo largo del país. Será tarea de todos llegar a acuerdos que respeten los caminos de cada cual. Y en esta tarea, el Consejo de la Cultura y las Artes, pronto a convertirse en ministerio, deberá jugar un rol protagónico y no solo actuar como un mero espectador.

Cristian Zúñiga Lucero
Coordinador de Escuelas de Rock