Españoles de todo tipo y procedencia, muchos de ellos con flores, desfilaron este viernes por el Auditorio Nacional de Madrid para dar su último adiós al virtuoso de la guitarra flamenca Paco de Lucía.

Un torrente de visitantes, desde políticos y estrellas de la música a simples admiradores, pasó por al lado de su féretro cerrado en la capilla ardiente instalada en la capital española.

“Es un genio, es un genio en todos los aspectos. En la percusión, en la manera de componer, en innovación, en todo”, dice Pedro Benítez, de 45 años, admirador de toda la vida del virtuoso que era el primero en la línea de gente esperando en silencio para mostrar sus respetos.

“Es un Mozart de nuestros tiempos”, añadía Benítez, de pie en la entrada del auditorio junto a su mujer, María, que había llegado a las 07:30 horas para tomar puesto en la cola.

Con el nombre real de Francisco Sánchez Gómez, el guitarrista murió de un ataque al corazón el martes, con 66 años.

El músico empezó a sentirse mal la tarde del martes cuando estaba con sus hijos pequeños en la playa frente a su residencia en Xpu-Ha, en el caribe mexicano, cerca de Tulum.

Su cuerpo llegó a Madrid el viernes para ser trasladado a la capilla ardiente instalada en el Auditorio Nacional durante cuatro horas. El sábado será enterrado en su ciudad natal, la andaluza Algeciras, en el sur de España.

El ministro de Cultura, José Ignacio Wert, señaló que la multitud de gente que se había congregado para brindarle un último adiós mostraba “el inmenso afecto” que los españoles sentían por él.

“Siempre ha sido embajador de la cultura española, maestro y persona que llevó el flamenco a los últimos confines del mundo”, afirmó al llegar al edificio.

De Lucía amplió las fronteras del flamenco a nivel internacional con su rápidos punteos y la modernización de esta música gitana de su Andalucía natal con influencias del jazz y el pop.

Su ataúd, protegido por una cuerda amarilla y flanqueado por una veintena de coronas de flores, fue envuelto con la bandera rojigualda de España y la verde y blanca de Andalucía.

Los visitantes andaban lenta y silenciosamente alrededor del ataúd ubicado en el escenario del auditorio. Algunos tomaban cámaras con su teléfono móvil y otros daban unas flores a un joven sentado al lado del féretro.

“Tenemos mucho cariño y respecto por todo que ha hecho para divulgar el flamenco. No quería perder esta oportunidad de demostrarlo”, decía Javier Pinto, un pintor desempleado de Cádiz sosteniendo un clavel rojo mientras esperaba su turno.

“Esperemos que no sea solo esto sino que se quede para siempre en el recuerdo como el mejor guitarrista de todos los tiempos”, pedía Paco López poco antes de entrar.

Las palabras de admiración también se encontraban en los tres libros de condolencias puestos en el recibidor del auditorio.

“Gracias por tu legado, gracias por nacer, gracias maestro”, escribía un admirador anónimo en la primera página de uno de ellos.