La gira del presidente Barack Obama la semana próxima a Medio Oriente le permitirá comenzar a pulir el balance de política exterior de sus dos mandatos, que pese a grandes aspiraciones y algunos éxitos, aún permanece sin dar respuesta a varios temas candentes.

La historia presidencial estadounidense muestra que los tiempos se aceleran para los dirigentes durante sus segundos mandatos. Obama, que comenzó el suyo hace dos meses, deberá actuar rápidamente si aspira a lanzar nuevas iniciativas de política exterior antes de dejar las riendas del poder a comienzos de 2017.

Obama no ha hecho un misterio sobre su voluntad de permanecer en la historia como el presidente que puso fin a las guerras en Irak y Afganistán, restableció la imagen de Estados Unidos, dio un giro a su país para otorgar prioridad a la región Asia-Pacífico, desmanteló Al Qaida y sentó las bases de una lucha contra la proliferación nuclear.

El presidente, durante su campaña de reelección de 2012, no olvidó jamás mencionar el éxito del operativo contra Osama bin Laden, al que él mismo dio su aprobación en 2011.

Pero otros obstáculos han aparecido, entre los cuales la guerra civil en Siria, las amenazas nucleares norcoreanas, el enfriamiento de las relaciones con Rusia y las nuevas tensiones con China sobre la seguridad cibernética.

Ante la ausencia de toda perspectiva inmediata de relanzar el proceso de paz entre israelíes y palestinos, Obama deberá concentrarse durante su visita a Israel la semana próxima sobre el tema iraní, en el cual pretende doblegar las ambiciones nucleares de Teherán pero intentando disuadir a los israelíes de no lanzar un ataque preventivo.

Relaciones complicadas con China

“Irán será un tema crucial de política exterior para el presidente durante su segundo mandato. Nosotros estamos comprometidos a impedir que Irán obtenga un arma nuclear”, explicó Ben Rhodes, consejero adjunto de seguridad nacional de Obama.

No obstante, el presidente, que ha intentado desprenderse de la herencia dejada por su predecesor George W. Bush en Irak y Afganistán, “no va a hacer del Medio Oriente el centro de sus preocupaciones durante su segundo mandato”, estimó Haïm Malka, del grupo de reflexión CSIS de Washington.

Desde Richard Nixon, los presidentes estadounidenses también han sido juzgados por su capacidad para manejar las espinosas relaciones con China.

Los contenciosos comerciales, las disputas territoriales con los aliados de Washington y las acusaciones contra Pekín de haber intentado infiltrar las redes informáticas privadas y gubernamentales estadounidenses, amenazan con complicar las relaciones entre Obama y su nuevo homólogo chino Xi Jinping.

De todas maneras, Asia es la región del mundo donde la política de Obama parece haber comenzado a dar sus frutos, argumenta el exprimer ministro australiano Kevin Rudd, para quien hasta los chinos reconocen sus aspectos positivos.

Con Rusia, por el contrario, las relaciones, que habían mejorado en 2009 y 2010, con la “puesta a cero” alabada por la diplomacia norteamericana, se deterioraron nuevamente con el retorno al Kremlin de Vladimir Putin.

Al momento de reseñar el balance de política exterior de Obama, la legalidad y la ética de los ataques con drones (aviones no tripulados) contra presuntos extremistas amenazan con ser tema de polémica, así como su reticencia a comprometerse directamente en los teatros de operaciones en Libia y Malí, con una “dirección desde la retaguardia” como la denominan en tono de burla sus opositores republicanos.

En cuanto a Afganistán, el fin previsto de la misión de combate de las fuerzas estadounidenses para 2014, si bien honra una promesa electoral de Obama, deberá ser juzgado con la medida del destino de un regimen, en un país cuya viabilidad sin ayuda militar exterior es dudosa.