Italia empieza este lunes una semana clave para su futuro, marcada por el enigma que reina sobre la posible candidatura del actual primer ministro Mario Monti a las elecciones de febrero, un tecnócrata con la tentación de lanzarse al ruedo político tras un año al poder.

El respetado economista y ex comisario europeo, de 69 años, quien se presenta como el hombre que salvó a Italia del abismo tras la crisis de la deuda, develará esta semana si acepta ser el candidato al cargo de primer ministro en los próximos comicios legislativos.

Todos los medios de prensa analizan y especulan sobre las razones que Monti dará sobre su eventual candidatura después de que fue obligado a renunciar al cargo a inicios de diciembre al haber perdido el apoyo en el Parlamento del partido de Silvio Berlusconi, Pueblo de la Libertad (PDL).

El hombre que suplantó en noviembre del 2011 a Berlusconi, un católico ferviente, que adoptó severas medidas de austeridad elogiadas por la Unión Europea y la finanza internacional, que contó por un año con el apoyo de la derecha y la izquierda, no ha querido hasta ahora dar una respuesta clara sobre sus intenciones.

“Monti entra en política”, titula el lunes el diario La Repubblica, que asegura que el anunció será oficializado en “pocos días”.

Otro influyente diario, Il Corriere della Sera, sostiene que el sobrio tecnócrata está preparando una suerte de programa de gobierno para sus aliados de manera de poder contar con un apoyo amplio y sólido para gobernar.

Más complejo y analítico resulta el editorial del diario L’Unitá, del Partido Democrático (izquierda), que interpreta la entrada en el ruedo político de Monti como un error “de la oligarquía” italiana, que teme la aparición de una nueva clase dirigente, con partidos políticos fuertes que “gobiernen la reconstrucción” del país, en una alusión a la renovación de la izquierda, favorita con más del 30% en los sondeos en caso de elecciones.

Apoyado abiertamente por los mayores líderes europeos, entre ellos la influyente alemana Angela Merkel, así como por la jerarquía de la Iglesia católica, Monti seduce sobre todo a los sectores moderados, que se reconocen en la otrora Democracia Cristiana, que gobernó a Italia por casi medio siglo.

“Creo que quiere quedarse en el poder, hay que ver cómo. De todos modos será una referencia moral y política para un enorme grupo de hombres y mujeres que quieren cambiar la política”, adelantó Andrea Riccardi, ministro de la Cooperación, fundador del movimiento católico San Egidio, entre las personas más cercanas a Monti.

“Todas las hipótesis están abiertas”, precisó el lunes en una nota oficial la jefatura de gobierno.

Una reunión, prevista el lunes entre el líder del PD, Pierluigi Bersani, candidato a jefe de gobierno y Monti, servirá a aclarar el panorama.

No se descarta que Bersani le ofrezca su apoyo para suceder en el cargo al actual presidente de la República, Giorgio Napolitano, quien concluye en mayo su mandato de siete años.

El próximo viernes, con ocasión de la rueda de prensa de fin de año, Monti deberá develar definitivamente su futuro.

Lo que muchos observadores descartan es que Monti acepte ser el candidato de Berlusconi, a quien tilda de “bestial egocentrismo” y prefiera presentarse como una figura “por encima de las partes”.

Berlusconi ha querido involucrar al “Profesor” en sus vaivenes políticos con el objetivo de impedir que la izquierda llegue al poder y le propuso que si acepta ser candidato, retirará su incómoda candidatura, ya que según los sondeos no cuenta con el caudal electoral del pasado.

El regreso de Berlusconi, con su estilo populista, sus chistes y nuevas novias, recordó a los italianos el “año negro” del 2011, cuando la prima de riesgo alcanzaba cifras récord y el jefe de gobierno pasaba el fin de semana en sus mansiones privadas dando fiestas para sus jóvenes amigas.