Prendo la televisión y empiezo el “zapping” entre los canales. Mientras unos muestran reportajes con violencia explícita, otros programas se dedican a entregar detalles morbosos de la figura televisiva del momento. En un reflejo instintivo, sólo me queda apagar el aparato.

No me cabe la menor duda que la televisión chilena pasa por un mal momento en lo que a contenidos se refiere. Se ha transformado en una especie de Scheherazade, que tal como en el libro “Las Mil y Una Noches”, se dedica a contar historias sin parar, con el único fin de no aburrir a su oyente, bajo pena de muerte…o bajar en el rating.

A pesar de lo anterior, la televisión es actualmente un elemento fundamental dentro de los hogares chilenos, tanto o más importante como lo es una lavadora, una cocina o un computador.

Su alta penetración en la sociedad puede ser explicada por la facilidad con que puede entregar mensajes, al combinar imágenes y sonidos, lo que hace más rápida la comprensión de lo entregado.

Por otro lado, la TV es fuente de experiencia común debido a su masividad, aunque también existe una relación de codependencia, puesto que la TV necesita de un público cautivo, por lo que sus contenidos se orientan a lo que las personas necesitan, en un proceso de feedback o retroalimentación permanente.

En este punto cabe hacer una aclaración, pues en el tema de los contenidos, no todos los estratos sociales, económicos o etáreos “consumen” lo mismo.

Generalmente, y sin el ánimo de ser discriminador, sino que de acuerdo a lo señalado por investigadores como el español Lorenzo Vilchez, el estrato social alto suele ver programas específicos en tiempos reducidos, mientras que en los niveles más bajos, la exposición a la TV es mayor porque es su única forma de entretenimiento para “matar” el ocio.

En ese sentido, otro especialista – el profesor de universidad de Nueva Jersey Robert W. Kubey – asegura que la televisión es el recurso más cómodo y barato donde se entrega un mensaje lo suficientemente digerido para que la audiencia lo pueda “consumir” más fácilmente.

Como ejemplo más a mano, aparecen las telenovelas que muestran vidas y arquetipos cotidianos en línea con la actualidad, para que la comprensión de los valores y situaciones expuestas sean comprensibles.

De esta forma, los programas dedicados a los concursos o espectáculos (farándula), son más abundantes en relación a los educativos y culturales, ya que exigen menor esfuerzo de parte de los productores por generar contenidos, asegurando por otro lado, grandes cantidades de audiencia.

Sin embargo, no todo lo que se muestra es parte de lo cotidiano. Jesús González Requena, experto español, postula la “irrealización del mundo” por parte de la TV, que provoca imaginarios colectivos a partir de lo entregado.

De ahí que se generen fenómenos como el denominado “síndrome Penco”, localidad donde existía un alto nivel de temor a sufrir un asalto, pese a que es una de las comunas con menor índice de actos delictivos.

En ese intento de “irrealización del mundo” se genera ficción, sonrisas falsas, en un juego de simulaciones infinitas que trascienden la pantalla, dando paso a otros géneros como la “farándula” que no es otra cosa que novelas muy morbosas en vivo y en directo.

A lo anterior, se suman esos patéticos programas al más puro estilo “Gran Hermano”, donde surge la posibilidad de ser famoso a través de la aprobación social de las audiencias, o también su rechazo. La clave es no pasar desapercibido entre todo el voyerismo y morbo que rebalsa la pantalla.

No se necesita algún talento, sólo un cuerpo armonioso, una cara linda y la voluntad de exponer su vida privada a los cuatro vientos. Y mientras más controversial, mejor aún, el éxito está asegurado y el trabajo en locales nocturnos también.

El éxito en el “consumo” de este estilo de TV, ha derivado en la lenta, pero inexorable “muerte” de espacios dedicados a educar a la población, provocando cambios que hace un tiempo eran una locura siquiera imaginarlos.

Si se requiere un ejemplo, se los daré. Hace poco más de 10 años el afamado profesor Rosa hacía un programa educativo junto a un carismático Guru-Guru…hoy lo vemos en el Festival de Olmué, con una rutina al estilo Daniel Vilches con bailarinas, garabatos y chistes de grueso calibre.

¿Es ser muy grave o pesimista? Puede ser, pero siempre queda la posibilidad de recordar que las funciones de los medios de comunicacion son informar, educar y entretener, en ese orden correlativo.

Al ahondar más en el tema, queda en evidencia el peligroso control que este medio de comunicación masiva tiene de las masas, lo que ha derivado en que los “poderosos” estiren sus brazos – por cortos que ellos sean – para adueñarse de los canales de TV.

Sino, saque la cuenta de los canales privados y sus principales accionistas…la familia Claro, Andrónico Luksic…¿le parecen conocidos? por supuesto, son parte de los empresarios dueños de medio Chile.

La televisión es el medio masivo más importante en la actualidad, lugar que lo disputa codo a codo con internet, y cuya influencia está más que probada en las audiencias, lo que la convierten en una poderosa herramienta de comunicación.

Sin embargo, sus ventajas han convertido a la TV en un arma en manos de unos pocos, que presentan realidades manipuladas, planteando esterotipos equivocados que no hacen otra cosa que anular el papel educativo que debiera tener la televisión, la que se ga convertido finalmente en el opio de los pueblos.