Indignación e impotencia son los primeros sentimientos que afloran al enterarnos de la aprobación por parte de autoridades de la Región del Bío-Bío, del proyecto de la Central Termoeléctrica Pirquenes, que se emplazará en la comuna de Laraquete.
Una aprobación realizada entre gallos y medianoche, que no hace más que aumentar la percepción de la ciudadanía en que las instituciones trabajan a espaldas de la gente.
Especialmente, porque esta decisión se tomó tras desechar la solicitud de un Estudio de Impacto Ambiental, en contradicción a lo dicho por la Ministra del Medio Ambiente, quien con anterioridad habría manifestado que para este proyecto dicho estudio era necesario.
Pero no sólo lo que piensa la ministra Benítez era importante en este caso, también lo es la opinión de las cerca de 7 mil personas que viven en la localidad de Laraquete, y que serán directamente afectados con la contaminación, y que nuevamente han sido ignorados por la autoridad.
Lo anterior ratifica la postura de Sebastián Piñera que ha señalado, a propósito del conflicto estudiantil, que “no siempre la voz de la calle es la voz del pueblo”.
Esta declaración de principios del por ahora ex empresario, no hace más que demostrar la equivocada línea que lleva el Gobierno, y que se ve reflejada mes a mes en la baja aprobación en las encuestas.
Pero además, la aprobación de la termoeléctrica en Pirquenes, revela la falta de poder del Estado para imponer sus políticas. Duele reconocerlo, pero en Chile pesa más el poder empresarial al momento de tomar decisiones.
¿Las razones? Una la entregó el principal accionista de Cencosud, Horst Paulmann, cuando afirmó que hay que respetar a empresarios porque son los que dan trabajo.
Pero además, existe otra razón y es el hecho que funcionarios públicos pasen a las empresas una vez que dejan el aparato estatal, y viceversa.
Autoridades que han sido designadas y que responden a decisiones tomadas desde el poder central enclavado en Santiago, como parte de un sistema económico neoliberal.
Sistema que, hay que reconocerlo, fue exportado desde Estados Unidos tras el golpe militar y que fue llevado adelante por un grupo de economistas formados en Chicago, y que idearon los actuales sistemas de pensiones y de isapres, por colocar un ejemplo.
El presidente prometió durante su campaña rumbo a La Moneda en una entrevista radial con el periodista Amaro Gómez-Pablos, que “hemos crecido en base al carbón. Yo me voy a oponer a todas las plantas termoeléctricas que atenten contra la naturaleza, las comunidades y la calidad de vida”.
En la oportunidad, el candidato por ese entonces, destacó el potencial de la energía solar, eólica y la undimotriz generada por el movimiento de las olas. Bueno, ninguna de las cuales ha sido considerada para potenciar la matriz energética del país.
“Voy a ser muy riguroso y muy exigente con proyectos termoeléctricos contaminantes como han habido más de la cuenta”, afirmó en la oportunidad. Sin embargo los reiterados eventos en Puchuncaví son un botón de muestra de la deuda que tiene el mandatario con la ciudadanía y con sus votantes.
La aprobación del proyecto termoeléctrico es una burla y un desprecio a esos vecinos, que con impotencia ven cómo un par de empresarios, Rodrigo Danús y Paul Fontaine, disponen de su calidad de vida sin algún miramiento.
Incluso, me atrevería a decir que esta aprobación es tan similar a un hombre golpeando a una mujer indefensa, y que nada ha hecho para merecerlo.