Rayando la cancha, digo lo siguiente: el fútbol tiene las verdades que sus protagonistas le dan. No se trata que Borghi sea malo y Bielsa increíble.

Por José Manuel García

Analizando lo que está dejando la Copa, ¿se acuerdan de lo que dijo la prensa argentina después del 3-0 a Costa Rica? Era la redención, Messi había resucitado, el equipo mostraba su estatura. El éxtasis tras la goleada llegó al punto que Sergio Aguero valoró la genialidad de Lio. Y resulta que era Costa Rica no más… Dentro de lo que yo vi de la Copa, ningún medio trasandino entrevistó a Juan Sebastián Verón para saber cuánto pesaba esa victoria. Claro, ahí habrían encontrado a un contradictor…

Acá, luego de la derrota, el asunto es el mismo: dígame, ¿cuántos se animaron a criticar a Borghi, a Bravo, a Ponce o al mismo Fernández? ¿Qué argumentos se emplean y qué sacamos de eso para el futuro?

Más aún, hemos visto y leído que el presidente de la ANFP, Sergio Jadue, respalda a Claudio Borghi y le pone como vara hacer una clasificatoria espectacular. Yo en esto sería cauto, porque la ruta al Mundial es larga y porque hacer algo espectacular implica ser primero o segundo, emulando la campaña de ya sabemos quién…

De cualquier forma, ser optimista no ocupa espacio, pero el equipo -por lo que mostró en la Copa- requiere más orden, tener un sistema para jugar -uno propio, no sólo heredado- y concentración, mucha concentración y que no todo quede librado a la inspiración de los escogidos de turno.

Quiero agregar algo: Bielsa, por capacidad y jerarquía, es muy superior a Borghi, tanto como Borghi fue muy superior a Bielsa como futbolista. ¿Y entonces? La diferencia está en que uno -con todo lo loco y complejo que es- prefería trabajar y elaborar, consciente de las carencias de nuestro fútbol. El otro (Borghi) es un tipo con una preparación diferente, más amigo de la intuición que del ensayo, un “sistema” donde la prueba constante queda relegada ante la improvisación. Pero tenemos que aceptarlo (más todavía si no lo escogimos y, ergo, no está en nosotros sacarlo del cargo… no al menos de modo directo). En cualquier caso, él también debe acostumbrarse a hacer una autocrítica más fundada y que aporte al medio.

A mí, al menos, me gustaría eso: un análisis más crudo y directo. Menos vuelta y regate para entrar sobre cuestiones que siempre nos han penado: sí, tenemos un buen equipo, pero somos muy propensos (¿otra vez?, ¿nuevamente? ¿como antes?) al error. Si no se trabaja en eso, seguirá alcanzando para lo de siempre, dos rondas, un par de fases, el exitismo antes que la concreción. Para lo que sabemos: el triunfo moral.