Tras permanecer más de 48 horas escondidos en la sierra del estado mexicano de Oaxaca (sur), dos periodistas mexicanos dados por desaparecidos tras un ataque en que murió un finlandés y una mexicana fueron rescatados con vida la madrugada del viernes.

El fotógrafo David Cilia, de 32 años, con heridas leves en un pie y la espalda– y la reportera Erika Ramírez, de 34 años, ambos de la revista Contralínea, fueron trasladados por un comando policial a un hospital del poblado de Santiago Juxtlahuaca, Oaxaca, según constató la AFP.

Ambos comunicadores permanecieron ocultos desde el martes pasado en las montañas tras el ataque de un grupo de hombres encapuchados a una caravana con unos 40 activistas que se dirigía a San Juan Copala con alimentos y ayuda humanitaria para una comunidad indígena.

En ese ataque murió el finlandés Jyri Jaakkola y la mexicana Alberta Cariño.

“Estamos vivos”, gritaba Cilia mientras descendía por sus propios medios de la camioneta policial en la que viajó más de dos horas para llegar a esta comunidad a recibir atención médica.

“Fue terrible, una pesadilla, creíamos morir”, dijo entre lágrimas Erika Ramírez, abrazada por sus colegas de trabajo de la revista Contralínea.

Ambos comunicadores fueron ingresados a una clínica de esta localidad, donde fueron diagnosticados fuera de peligro.

Cilia y Ramírez, junto con los activistas mexicanos David Vanegas y Noé Bautista, viajaban en una caravana de tres automóviles que fue atacada. Los cuatro consiguieron escapar internándose en la montaña, donde permanecieron ocultos por temor a ser asesinados.

Vanegas y Bautista decidieron dirigirse a Santiago Juxtlahuaca a pedir ayuda, y tras caminar más de siete horas llegaron el jueves pasado y alertaron que Cilia y Ramírez seguían con vida, aunque temían por la vida del fotógrafo por las heridas que sufrió.

“Nos escondimos, caminábamos cada vez que podíamos porque a David (Cilia) lo hirieron en un pie, lo tuvimos que cargar. Teníamos miedo de que nos mataran. Comimos algunos frutos silvestres y sacábamos agua con una botellita de un riachuelo”, narró Vanegas a la AFP.

Miguel Badillo, director de la revista semanal Contralínea, explicó a la AFP que fueron él y el padre del fotógrafo los que localizaron a los dos comunicadores al caer la noche, tras más de cuatro horas de caminar por las montañas, hasta donde llegaron a bordo de un helicóptero de la policía de Oaxaca.

“Primero fue una incursión de tres horas, atravesamos dos riachuelos, y no los encontrábamos, la policía venía con nosotros. En la segunda fuimos solos, les gritamos y finalmente los vimos”, dijo Badillo, visiblemente cansado y con la voz ronca.

La policía estatal no ha conseguido identificar a los agresores, si bien el ataque se atribuye a las disputas por el control de tierras entre indígenas en Oaxaca, que han dejado 150 muertos en la última década.

Los disparos hicieron blanco en los tres vehículos de la caravana, causando la muerte del finlandés y la mexicana, ambos activistas de organizaciones sociales.

Jyri Jaakkola había llegado a México dos meses antes para impulsar programas ambientales y servir como observador de paz, según la ONG Vocal, con la cual colaboraba.