El tiempo y la naturaleza hicieron su obra a orillas del río Oil Creek: 150 años tras la perforación del primer pozo de petróleo, ya no quedan grandes rastros de la explotación intensiva de oro negro en Pensilvania, cuya industria, otrora floreciente, languidece.

Pero por una semana, la tranquila localidad de Titusville en Pensilvania (este de EEUU), de 6.000 habitantes, con edificios de ladrillos rojos heredados de su apogeo en el siglo XIX, restablece su ilustre pasado.

“La ciudad jamás estuvo tan ruidosa y animada”, sonríe Lauren, una veinteañera, que sirve en el Blue Canoe Café.

Sombrero de copa alta, barba y traje negro, Bob Archer, voluntario en el museo de Titusville, posa delante de una réplica del primer pozo petrolero moderno como el “coronel” Edwin L. Drake, el hombre que el 27 de agosto de 1859 extrajo crudo gracias a una nueva técnica de perforación que revolucionaría la industria.

Drake, se lanzó a la actividad en la primavera de 1859 en representación de la Seneca Oil Company. Utilizó una bomba de un barco a vapor para perforar la tierra y, para sorpresa de todos, incluido el propio Drake y sus inversores, unos meses más tarde hizo brotar el precioso líquido.

Comenzó entonces una verdadera avalancha hacia el oro negro. Y el inicio de la era moderna del petróleo, que hasta entonces apenas se recogía haciendo exudar la superficie.

“La industria que entonces se desarrolló fue la de las lámparas de keroseno”, cuenta Bill Stumpf, quien manipula frente a los visitantes una réplica exacta del artefacto en el museo de Titusville.

“Era la primera industria petrolera a gran escala. Luego vinieron todas las demás industrias para abastecer a éste”, explica. Fabricantes de barriles, transportistas y decenas de miles de personas que invadían la región.

El fervor no duró. El rápido agotamiento de los pozos empujó a los trabajadores a partir hacia Ohio e Indiana a partir de los años 80 del siglo XIX. Texas, hoy símbolo de la industria petrolera en Estados Unidos, se convierte en objeto de todas las atenciones.

De las numerosas torres de perforación apenas queda una herencia cultural y algunos pozos individuales. Mary Hill, periodista del Titusville Herald, el diario local, posee una en su jardín. “Algunas personas trabajan por su cuenta y logran vivir de la venta a refinadores”, explica tranquilamente.

El glorioso pasado ciertamente es celebrado al final de este mes de agosto de 2009, pero los discursos se orientan al futuro. La región quiere tener su nuevo boom industrial y cree haberlo encontrado bajo la forma de otro hidrocarburo, el gas natural.

“Este gas equivale a los pozos de Drake del siglo XIX”, afirma Glenn Thompson, representante en el Congreso estadounidense, ante una muchedumbre.

La esperanza es alimentada por una formación rocosa que atraviesa el estado desde el suroeste al noroeste.

“Los investigadores de Penn State (la universidad de Pensilvania) concluyeron que los esquistos de Marcellus, situados en nuestras colinas y nuestras montañas, representan la fuente de gas natural no convencional más importante del mundo”, subraya Glenn Thompson.

Según el estudio, la explotación de este maná proveyó ingresos por 2.300 millones de dólares y creó 29.000 empleos en Pensilvania en 2008.

“Es lo que yo llamo un plan de recuperación para Pensilvania”, exclama Thompson.

(AFP)