India se hallaba esta semana en estado de conmoción por la violación de una niña musulmana de ocho años, luego asesinada, que obliga a este país del sur de Asia a confrontarse con el lado oscuro de su sociedad.

“¿Qué podemos decir de un país que ha convertido la violación colectiva y la muerte de una niña en arma política?”, se interrogaba este viernes el intelectual Pratab Bhanu Mehta en una tribuna en el diario Indian Express.

En el estado indio de Jammu y Cachemira, el cuerpo de una niña de ocho años perteneciente a una tribu nómada había sido descubierto en enero en Kathua. Desapareció cuando fue al bosque a buscar ponis perdidos.

Según el acta de acusación de la policía, publicado esta semana, la víctima fue secuestrada por habitantes locales que la mantuvieron cautiva cinco días en una cabaña y luego en un templo hindú.

Durante su detención, varios hombres -entre ellos un policía- la habrían violado de forma sucesiva. Luego fue estrangulada, y su cabeza aplastada con una piedra. Ocho hombres fueron detenidos.

Según los investigadores, los hombres quisieron aterrorizar a los Bakerwals, comunidad nómada de pastores musulmanes de la que procedía la niña, para disuadirlos de venir a su región.

Esta agresión provocó airadas reacciones en el mundo político y en la sociedad civil. El primer ministro Narendra Modi, nacionalista hindú, no se ha pronunciado por este caso.

Unos 40.000 casos de violaciones son denunciados cada año en India, según las estadísticas oficiales. Los observadores consideran que ello sólo representa la parte visible del iceberg debido a la intensa cultura del silencio que prevalece sobre este tema en la sociedad india.