Así lo señala Fernando García, autor de la composición musical ‘Las Raíces de la ira, In memoriam Víctor Jara’, en una entrevista ofrecida en el Teatro Universidad de Chile.

La obra será estrenada por la Orquesta Sinfónica de Chile como homenaje al cantautor, director teatral y dramaturgo en el año de la conmemoración de los 40 años del Golpe Militar que le llevó a la muerte.

En 1976, tres años después de salir al exilio, el compositor nacional Fernando García (83) decide escribir en Perú una obra sinfónica “enrecuerdo del amigo, músico y director teatral” Víctor Jara. La composición llamada ‘Las raíces de la ira, In memoriam Víctor Jara’, será estrenada a 37 años de su creación por la Orquesta Sinfónica de Chile cuando se cumplen 40 años del Golpe Militar. El concierto, además, estará dedicado al maestro Leopoldo La Rosa, director peruano recientemente fallecido.

La obra de García, será estrenada este viernes 13 y el sábado 14, a las 19:40 horas, en el Teatro Universidad de Chile en una presentación enteramente dedicada a compositores chilenos. Bajo la dirección de Carlos Dourthé, el programa -además de la obra de Fernando García- incluye el Concierto para violín y orquesta de Pedro Humberto Allende con el solista Alberto Dourthe (concertino de la Sinfónica de Chile) y los estrenos de As de Christián Donoso y Fátima por el niño Vicente Covarrubias de Rafael Díaz.

Unidos por su amor por la música y sus ideas políticas, Fernando García y Víctor Jara eran amigos y colegas. Ambos forjaron gran parte de su carrera artística en la Universidad de Chile, a la que estuvieron ligados desarrollando diferentes roles académicos en torno al arte y la cultura.

Fernando García, Premio Nacional de Música 2002 por su contribución a la música chilena y latinoamericana, está componiendo en la actualidad su obra n° 305. Obras suyas han sido estrenadas en Europa, América y Asia. En la Universidad de Chile, fue inspector del Coro Sinfónico, subdirector del Instituto de Música y académico del Departamento de Música y Sonología en la Facultad de Artes que también dirigió, además de subdirector de la Revista Musical Chilena.

En 1953, cuando Víctor Jara tenía 21 años, ingresó al Coro de la Universidad de Chile para el estreno del ballet oratorio Carmina Burana. Tres años más tarde inició sus estudios de actuación y dirección en la Escuela de Teatro de la misma universidad. En 1960 recibió el título de director teatral, pasó a formar parte del directorio del Instituto de Teatro y dirigió varias obras, algunas de su autoría. En 1957 ingresó al conjunto folclórico Cuncumén y conoció a Violeta Parra, quien lo motivó a continuar su carrera musical.

“Cuando conocí a Víctor Jara yo trabajaba en el Instituto de Extensión Musical y él acababa de incorporarse al grupo folclórico Cuncumén. Después fue profesor de la Escuela de Teatro y nos convertimos en colegas y amigos”, recuerda Fernando García.

La relación se estrechó aún más porque su esposa, Hilda Riveros, era bailarina del Ballet Nacional Chileno al igual que Joan Turner, la mujer de Víctor Jara. “En los años 70’ Hilda hizo una coreografía sobre el tema ‘Te Recuerdo Amanda’, para un conjunto llamado Ballet Popular cuyo elenco integraban en su mayoría, bailarines del Ballet Nacional. La obra se estrenó ese año en el Instituto Chileno Soviético con Víctor Jara en la guitarra. “Yo siempre los acompañaba a las presentaciones que hacían en las poblaciones de Santiago. ”

“Pero vino el Golpe de Estado en septiembre de 1973 produciendo una catástrofe respecto de lo que hacíamos. Yo me tuve que ir de Chile y a Víctor lo asesinaron”, añade.

En su obra ‘Las raíces de la ira’, Fernando García pretende transmitir los sentimientos de dolor, desazón, angustia y furia que le causó el asesinato de Víctor Jara. “Nosotros teníamos viva en la memoria a nuestros amigos, los fallecidos y exiliados repartidos por el mundo entero” dice.

¿Cuándo llegó a Perú?

Viajé en 1973 con el bailarín Patricio Bunster, con un salvoconducto que nos permitía llegar a Honduras, donde nos habían dado asilo político. Hicimos escala en Perú. En el aeropuerto nos estaba esperando Armando Sánchez, ex compañero del Conservatorio de Música, quien en ese momento era director subrogante del Instituto Nacional de Cultura de Lima. Nos venía a bajar del avión. Patricio decidió seguir el viaje, pero yo me quedé como asilado político en tránsito, porque estaba cerca de Chile donde habían quedado mi mujer y mis hijos muy chicos. Era un viernes en la noche, el día lunes estaba trabajando en el Departamento de Música y Danza, gracias a los amigos músicos peruanos. Me quedé seis años, conocí a Leopoldo de la Rosa, a quien le dije que quería escribir la obra dedicada a Víctor Jara la que lleva en epígrafe un poema de César Vallejo: “Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé”.

¿Cómo define esta obra?

‘Las raíces de la Ira’ está basada fundamentalmente en el problema sociopolítico. La música responde a la serie dodecafónica y hay partes que deben ser improvisadas por los músicos. Mi intención es que ellos sean parte del proceso creativo, es decir que el responsable de la obra no sólo sea el compositor sino también el intérprete. Pertenezco, según dicen los musicólogos, junto a León Schidlovky, Tomás Lefever, Eduardo Maturana, Gustavo Becerra y otros, a la generación del ‘60′. Nosotros estábamos por las nuevas tendencias que venían llegando desde Europa respecto de la música de tradición escrita.

“Éramos todos atonalistas, estábamos comprometidos con el dodecafonismo. Sin embargo, pensábamos que, si bien era muy importante aprovechar lo que la cultura europea nos entregaba, también era fundamental saber lo que estaba pasando en Chile y teníamos que crear lo nuestro.

En el Chile de los años 60’, las organizaciones sociales de los trabajadores tenían un movimiento bastante intenso, lo que remata en la elección de Salvador Allende como Presidente de la República en 1970. Los artistas, aparte de denunciar los problemas sociales, incorporamos exigencias para cambiar esta sociedad, junto con redescubrir lo musicalmente propio, nosotros incorporamos lo político social en la música. En esa época escribí la obra América Insurrecta que estrenó en 1962 la Orquesta Sinfónica de Chile con un impacto enorme.

¿Cómo fue su relación con Víctor Jara?

“Como amigos nos encontrábamos a veces descargando harina en la Estación Mapocho, cuando hubo paro de camioneros en 1972. Yo llegaba a hacer mis clases en el Conservatorio y les preguntaba a mis alumnos: ¿Qué es más importante? ¿Que la gente coma o que yo les haga clases de armonía? Yo pienso que la gente coma, así es que yo voy para allá, ¿Quién me quiere acompañar?… Y partían muchos a descargar los trenes”.

¿Cómo lo recuerda como persona?

“-Era buenísima persona, muy honesto y valiente. Un hombre bastante genial, con un tremendo talento, versátil, de una gran creatividad y sensibilidad artística y social”.

¿Pueden haber influido sus orígenes en su sensibilidad social?

“-No lo creo, yo tengo la suerte de haber nacido en una familia pudiente, siempre lo tuve todo y terminé siendo militante del Partido Comunista. La sensibilidad social o desear que el resto de los mortales tengan las mismas posibilidades que uno, no tiene nada que ver en la práctica con los orígenes, porque uno quiere que los otros tengan alternativas, pero no entra en competencia, hay una especie de objetivo final que es común y es que la sociedad sea mejor de lo que es. Víctor pensaba eso y creo que independientemente que hubiese sido hijo de millonarios o de campesinos, como lo fue, su sensibilidad social venía de su postura ética, de su necesidad de justicia y eso no tiene relación con sus orígenes”.

La intervención de un proceso

¿Cómo afectó el Golpe Militar al desarrollo de la música en Chile?

“Fue un desastre porque cortó un proceso de desarrollo, un mecanismo mediante el cual se planteó cómo resolver el problema que existe entre el sistema capitalista y el desarrollo de la creatividad artística.

Hoy existen músicos universitarios gracias al proceso que se comenzó en los años 20’ con pioneros como Domingo Santa Cruz y Armando Carvajal y a la Universidad de Chile que junto a la docencia e investigación, incorporó la creación artística y la extensión cultural como una de sus preocupaciones”.

“Con la dictación de la ley 6696 nació el Instituto de Extensión Musical en 1940, en 1941 se creó la Orquesta Sinfónica de Chile y en 1945 el Ballet Nacional Chileno, el Coro Sinfónico y la Revista Musical Chilena. Después vinieron los festivales de música chilena, y las giras por todo el territorio nacional. Los extranjeros quedaban admirados de lo que estábamos haciendo. Eso duró hasta septiembre de 1973. Los chilenos demostramos que la única solución para el desarrollo de la vida musical en el país era que el Estado – no el gobierno de turno- se hiciera cargo del tema”.

¿Cómo ve el futuro de la música en Chile?

“Mi esperanza es que el arte sea parte de las necesidades e intereses de la Nación como país y se termine la idea de que es una mercancía. Esto ocurrirá cuando los chilenos tengan conciencia de que tiene que cambiar. Para ello el problema de la educación es absolutamente básico, porque la música debe estar presente en la formación de los niños y jóvenes, algo que hoy es muy exiguo. Mientras no se modifique el modelo económico, esto no va a cambiar. Hay que elaborar un nuevo proyecto de desarrollo de la música para que vuelva a tener la importancia que tenía, para que sea parte de la actividad social nacional con el mejor nivel posible, porque el que existía fue destruido en 1973″.

Si Víctor Jara estuviera vivo, ¿Qué cree usted que estaría haciendo?

“Tocando la guitarra, componiendo o cantando y luchando siempre por la justicia social”.

Entradas desde $5.000 general y desde $1.500 estudiantes en boleterías del teatro, metro Baquedano, Plaza Italia o a través de ticketek.cl.