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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

Charlie Hopkins, es un ex recluso de Alcatraz, que relató su experiencia en esta icónica isla, donde describió cómo era vivir en una celda monótona, con una seguridad estricta y la falta de distracciones.

Con la propuesta del presidente Donald Trump de reabrir la cárcel de Alcatraz, son varias las historias que recorren a este recinto penal, que cerró el 21 de marzo de 1963.

Uno de estos relatos se relaciona con uno de los presos de Alcatraz que vivió dentro de la cárcel.

Antes de que la prisión cerrara sus puertas, el 21 de marzo de 1963, Alcatraz fue el hogar de Charlie Hopkins. Este hombre, que cumplía una condena de 17 años por secuestro y robo, vivió al interior de la cárcel ubicada en la isla rocosa.

En sus palabras, Alcatraz era un lugar muy “desolador” y “que no había nada que hacer”.

Al interior de Alcatraz

Conocida por estar frente a la bahía de San Francisco (California), la cárcel de Alcatraz mantuvo a 1.576 reclusos a lo largo de sus 29 años de funcionamiento.

Y uno de esos hombres era Charlie Hopkins, que fue llevado a la prisión en 1955, desde un centro de detención en Atlanta. En aquel tiempo, el hombre formaba parte de una banda que realizaba secuestros.

Apenas pisó el lugar -contó Hopkins a la BBC de Londres- notó que este era muy limpio. Además, las distracciones eran pocas, puesto que tenían pocos libros y no había una radio para escuchar música.

Celdas de Alcatraz | Marnette Federis

En ese sentido, los días de Charlie eran bastante monótonos. “Podías caminar de un lado a otro en tu celda o hacer flexiones”, dijo en una entrevista con la BBC de Londres.

A pesar de su juventud, el reo fue tratado con la misma dureza que uno de mayor edad. Durante su tiempo en Alcatraz, Hopkins estuvo cautivo en el “Bloque D”, un espacio en el que tenía prohibido salir. En una ocasión, estuvo encerrado durante seis meses, por ayudar en un intento de fuga a Forrest Tucker, un ladrón de bancos, según Hopkins.

Por lo tanto, su única entretención era limpiar los pisos de esta prisión de nueve hectáreas, que fue cerrada en 1963 y que el Servicio de Parques Nacionales (NPS, por sus siglas en inglés), la convirtió en museo en 1972.

Cabe mencionar que Hopkins, que dejó Alcatraz en 1958, no dudó en afirmar que “la seguridad era tan estricta, que no se podía respirar”, dijo a la BBC. Al final, el recluso fue enviado a una prisión del estado de Misuri, donde recibió atención médica para enfrentar sus problemas psicológicos.

El último recluso de Alcatraz

En 1963, los últimos 27 reclusos fueron desalojados de Alcatraz, entre ellos, estuvo Frank Weatherman, un ladrón de armas, que tenía “un aspecto de niño”, según recogió el San Francisco Chronicle.

Weatherman fue transferido a “La Roca”, como se conoce también a Alcatraz, tras intentar fugarse desde la cárcel de Anchorage, ubicada en el remoto estado de Alaska.

Así las cosas, en medio de una improvisada conferencia de prensa, cuando el recluso llegó al muelle para ser transferido, le consultaron sobre la célebre cárcel.

Line Knipst | Isla de Alcatraz | Pexels

“Alcatraz”, anunció a los medios, “nunca fue bueno para nadie”.

Con relación al desalojo de Alcatraz, el proceso duró meses, durante los cuales grupos de reclusos, fueron sacados de sus celdas y trasladados en avión a otras prisiones de máxima seguridad del país, consignó el SFGate.

Es que la cárcel costaba 10 dólares por preso al día en Alcatraz, según una investigación de 1959, mientras en otra prisión federal, el gasto equivalía a 3 dólares diarios. Según la crónica de la época, Alcatraz era “el símbolo más sombrío de la mano dura de la justicia en Norteamérica, ya no es una prisión”, informó el San Francisco Chronicle. “Es solo un terreno federal en ruinas”.

“Yo fui feliz en Alcatraz”

Mientras tanto, pocos saben que en la isla también vivieron familias completas, quienes eran hijos de los guardias del recinto penitenciario.

Jolene Babyak, que actualmente es historiadora especializada en Alcatraz, vivió allí durante largos períodos de su infancia, puesto que su padre trabajaba en el recinto. Es por ello que es una voz autorizada sobre la intención de Trump de reabrir la icónica prisión.

“Esta idea es muy difícil de llevar a la práctica y es extremadamente cara”, afirmó Babyak a La Vanguardia.

“Los estándares han cambiado y tendrían que destruirlo todo y volver a construir”, explicó al citado medio.

“Seguirías teniendo el mismo problema de aquellos días, porque no hay agua en la isla, se ha de transportar, y tienes que evacuar las aguas residuales en un barco. En los viejos tiempos se tiraban a la bahía, pero esto ya no es posible. Las entradas de los visitantes permiten afrontar este gasto, si es una cárcel no dispondrás de esos ingresos”, remarcó.

“Se cerró entonces porque era tres veces más cara que cualquier otra prisión”, reflexionó.

Finalmente, a pesar de ser una vecina más de este insigne recinto, Jolene comentó que su padre no le permitió entrar a la prisión. Solamente hizo una visita cuando entró en 1975. “Me sorprendió lo pequeñas que eran las celdas”, señaló.

“Yo fui feliz en Alcatraz”, cerró.