Además de ser miembro del partido nazi, sacó ventaja ante otras compañías al tener contratos directos con el régimen de Hitler.

Una de las marcas de ropa de hombre más reconocidas en el mundo es “Hugo Boss”, ícono de alta calidad tanto en prendas como la serie de productos que tienen asociados a su marca.

Sin embargo, hace 100 años las cosas eran muy distintas cuando en Metzingen, una pequeña ciudad al sur de Stuttgart en Alemania, Hugo Boss decidió crear la marca que sigue hasta nuestros días.

En esos años se vivieron momentos turbulentos y Hugo Boss estuvo en la vereda oscura de la historia de la humanidad.

Vivía sus primeros años de confección y se unió al nazismo, una acción que le pesaría luego, pero que a la marca que él mismo creó la marcaría hasta nuestros días.

Hugo Boss, el nazi

Cuando Hugo Ferdinand Boss comenzó su carrera en la moda no lo hizo con su marca propia, sino que en la tienda de lencería de sus padres, donde ayudaba usualmente.

Sin embargo, en 1923 decidió emprender con su propia marca, fundando un pequeño taller de sastrería en su ciudad natal, Metzingen.

Como todo emprendedor, pasó malos momentos, lo que unido a la crisis económica de la Alemania de esos años se convertía en una zona de muerte para cualquiera que quisiera crecer económicamente debido a los impuestos, consignó ABC.

Sin embargo, tras años de trabajo y penurias logró salir adelante fabricando ropa de trabajo y pronto, lograría un acuerdo que lo llevó a comenzar a producir uniformes para el partido nacionalsocialista.

“En abril de 1931, cuando aún Hitler no había llegado al poder, Boss, que entonces tenía 46 años, decidió alistarse en el Partido Nazi. Su número de afiliado sería el 508.889”, señaló el periodista Jesús Hernández en su libro, 100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial.

Para 1933, Hugo Boss tenía contratos suculentos fabricando los uniformes para las organizaciones nazi como Waffen SS, el cuerpo de protección de Hitler, SA, organización paramilitar del partido, y las Juventudes Hitlerianas.

El orgullo de fabricar este tipo de indumentaria hizo que incluso, lo publicara en un diario local, lo que funcionó como la perfecta publicidad, recibiendo pedidos por montón y haciendo crecer la empresa.

“Años más tarde, en 1935, Boss decidió abandonar la fabricación de ropa civil y dedicarse exclusivamente a la confección de uniformes . Seguramente, a Boss no le pasó desapercibido el dato de que entre miembros de las SS, SA y Juventudes Hitlerianas sumaban un total de tres millones y medio de uniformes, y que alguien debía de fabricarlos”, destacó el Hernández.

El infierno de Hugo Boss

El crecimiento de la marca llegó a transformarse en un problema por la cantidad de pedidos que recibía Boss. Aunque era la segunda compañía textil más importante de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, le faltaban materia prima y trabajadores.

El libro ‘Hugo Boss, 1924-1945’ escrito por Roman Koester, profesor de historia militar en la Universidad de Mónaco, y encargado por la misma compañía, señala que ante esta problemática durante los años de la guerra, el modisto utilizó a 180 prisioneros de guerra (140 polacos y 40 franceses) para trabajar en sus fábricas, consignó El Mundo.

Los prisioneros fueron tratados como esclavos en la compañía de moda, viviendo en precarias condiciones de higiene, comida y un trabajo agotador. Además, se alojaban en un campo de concentración cercano a la fábrica.

En cuanto a la materia prima, comenzaron a reciclar la lana, proveniente de los “enemigos” del ejército, es decir, los países que ocuparon.

Además, Koester señala, “está claro que Hugo Boss no sólo apoyó al partido, obteniendo varios contratos para la producción de uniformes militares, sino que era también un partidario del movimiento político”.

La evolución de la marca, con la sangre Boss

Una vez que finalizó la guerra en 1945, las cosas se tornaron complejas para Hugo Boss, quien fue declarado colaboracionista del nazismo, además de que calificaran a la compañía como “importante” para la economía del régimen nazi.

Hugo Boss recibió una multa de 80 mil marcos, pero también perdió el derecho a voto. La multa no fue un problema para Boss, pero supo de inmediato que tenía que cambiar el rubro al que se dedicaba.

Además, intentó limpiar su imagen a través de un recurso en los tribunales de justicia, sin embargo, nunca logró el perdón y falleció en 1948, con una compañía exitosa, pero manchada por el nazismo.

Sin embargo, Eugen Holy, su yerno, tomó el control de la compañía y realizó la innovación más importante de Hugo Boss, los trajes para hombre, listos para usar y no a medida, consignó El Cronista.

La redención y disculpas públicas

Desde que Eugen tomó las riendas de la compañía, las cosas cambiaron radicalmente. Para los años 70, sus hijos, Jochen y Uwe tomaron la compañía y lanzaron la marca Boss.

Lo que vino después sentó las bases de lo que es la marca hoy en día, fragancias, anteojos de sol, zapatos, relojes y muchos más productos que se licenciaron para hacer crecer la marca de Hugo Boss.

Sin embargo, no sólo se quedó la sangre en la compañía con el mando a cargo de miembros de la familia, sino que también la vergüenza de que el origen y el éxito vengan de servir al nazismo y haber contado con esclavos para la producción.

Aunque la familia dejó de estar como controladora de la compañía desde 1992, la marca siguió con el legado que en 2011 generó una disculpa pública.

Financiaron el libro de Roman Koester que contó la verdad sobre la historia de la compañía desde su origen en Metzingen y utilizó a trabajadores forzosos durante la guerra para beneficiarse en la producción.

Esto con el objetivo de que haya una “claridad y objetividad al debate” contando la historia, cómo fue, aunque no sea beneficiosa para ellos, comentó Reuters.

“También quiere expresar su más profunda disculpa a aquellos que sufrieron daños o penurias en la fábrica dirigida por Hugo Ferdinand Boss bajo el régimen nacionalsocialista”, dijo la firma en su comunicado.

Hugo Boss: la marca 100 años después

Con el libro y las disculpas públicas, Hugo Boss reconocía su pasado con el creador de la marca siendo ferviente creyente del partido Nazi.

De esta forma no cerraban el capítulo, sino que eran consciente del camino que habían vivido y que esto es parte de su historia, disculpándose con los afectados y haciendo lo posible por no borrar esa parte de su historia.

En cuanto al crecimiento de la marca, se vendió en el año 1992 a la textil italiana Mazotto y luego de varios cambios, Valentino Fashion Group se hizo de la compañía, indicó El Cronista.

Evolucionaron en su producción, abriendo una línea femenina que amplió su negocio, sin dejar de lado lo que siempre los caracterizó, la ropa para varones.

“En los últimos años mantuvo su awareness, pero perdió relevancia”, indicó su nuevo CEO, Daniel Grieder, en diálogo con Vogue en enero del 2022, planeando elevar su facturación para 2025, algo que aún está por verse.