Chile, un país históricamente destacado por su estabilidad regional, enfrenta una preocupante realidad: un incremento significativo en la sensación de miedo e inseguridad. Los datos son elocuentes.

La Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC) 2022 ya mostraba una percepción de inseguridad en niveles históricos, con más del 90% de la población creyendo que la delincuencia había aumentado. Un informe más reciente indica que un alarmante 70% de los encuestados manifiesta sentir “mucho miedo” por la situación actual (SeguridadExpo, 2025). Este temor se traduce en cambios concretos de hábitos, con un alto porcentaje de personas evitando lugares o modificando sus rutinas.

En este escenario, es innegable el rol de los medios de comunicación y las redes sociales. En un ecosistema informativo saturado de noticias sobre criminalidad, a menudo presentadas de forma sensacionalista, la sensación de amenaza se amplifica.

La sobreexposición mediática a eventos negativos puede generar una percepción distorsionada de la realidad, infundiendo una inseguridad que no siempre se corresponde con los índices delictuales reales, exacerbando ansiedades preexistentes (ProfileTree, 2024).

Miedo e inseguridad y su impacto en la salud mental

La pregunta inevitable es: ¿cómo impacta este clima de miedo en la salud mental de los chilenos? Vivir con una sensación constante de amenaza tiene consecuencias directas.

La internalización de este temor puede manifestarse a través de diversos síntomas. Psicológicamente, las personas pueden experimentar tensión constante, nerviosismo, preocupación crónica, irritabilidad y dificultad para concentrarse (Mayo Clinic, s.f.). En casos más severos, puede surgir un miedo constante a que ocurra lo peor y desarrollarse pensamientos intrusivos (NHS, s.f.).

Las manifestaciones físicas no son menores. El cuerpo reacciona al miedo liberando hormonas del estrés, lo que puede traducirse en un aumento de la frecuencia cardíaca y respiración acelerada (WebMD, 2024). Otros síntomas comunes incluyen sudoración, temblores, fatiga y tensión muscular (Mayo Clinic, s.f.). La persistencia de estos síntomas afecta significativamente la calidad de vida, dificultando el sueño y las relaciones sociales (NHS, s.f.).

Si bien no hay estudios específicos que cuantifiquen esta relación en Chile desde 2022, el país ya enfrentaba desafíos significativos. Un informe reciente indica que más del 20% de los adolescentes en Chile experimentan problemas de salud mental como ansiedad, depresión y estrés, situación que podría agravarse en un entorno social percibido como peligroso (PMC, 2024).

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De la paranoia a la acción

Es crucial, entonces, abordar esta problemática desde una perspectiva integral. No se trata de negar la delincuencia, sino de analizar críticamente cómo se construye la percepción de inseguridad y su efecto en la salud mental colectiva. Los medios y las redes sociales tienen la responsabilidad ética de presentar la información evitando el sensacionalismo. Es fundamental promover una cultura de información responsable y fomentar el pensamiento crítico en la ciudadanía.

Asimismo, es necesario fortalecer las políticas de seguridad, pero también invertir en salud mental, facilitando el acceso a apoyo psicológico. Fomentar la cohesión social, reconstruir la confianza y promover espacios seguros son elementos clave para revertir esta tendencia.

En definitiva, la alta sensación de inseguridad en Chile es un problema complejo con múltiples aristas. Abordarlo requiere un análisis profundo de sus causas, un debate informado sobre el rol de los medios y un compromiso firme con la salud mental de todos los habitantes. Solo así se podrá disipar la sombra del miedo y construir una sociedad más segura y resiliente.

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