Dra. Macarena García Morgado
Directora de Pedagogía en Química y Ciencias
Universidad de Playa Ancha

El actual modelo de financiamiento de la educación superior en conjunto con la ley de universidades es un arma de doble filo en la educación pública. Por un lado, ha permitido que muchos estudiantes accedan a estudiar una carrera profesional, cumpliendo el aún anhelado sueño de “ser profesional”. Por otra parte, se han instaurado políticas que nos hablan de que la educación superior en Chile debe ser “compleja”.

Exigencias y métricas que tensionan el sistema

Para ser llamado “universidad” hay que formar a los futuros profesionales con calidad y compromiso, vinculando la docencia con los territorios en la llamada vinculación con el medio bidireccional y no contentos con eso, debemos también generar nuevo conocimiento. Esto último, las instituciones deben demostrarlo a través de métricas que involucran artículos publicados en revistas indexadas, preferentemente WOS, y en número de proyectos de investigación adjudicados principalmente con fondos externos.

Para sumar a esta fórmula, aparecen los parámetros CNA, institución que se encarga de “certificar” -cual producto en una línea de fabricación- que la bien llamada Universidad cumple con los estándares estipulados en ciertos niveles, que son proporcionales a los años de acreditación. Así mismo, algunas carreras, como las pedagogías deben también acreditarse obligatoriamente. Pues bien, los ejes de desarrollo de las Universidades son, finalmente, responsabilidad de los académicos.

Entonces tenemos, por una parte, que las Universidades deben cumplir en todas las áreas y obligatoriamente crecer, por tanto, requieren aumentar la dotación de funcionarios que apoyen la vinculación con el medio, la investigación y la gestión, pero también han ido requiriendo que la dotación de académicos aumente, pues las nuevas políticas demandan profesionales con capacidad de realizar una docencia actualizada, que puedan vincularse con el medio e involucrar a su docencia y a la vez investigar con la capacidad de publicar y adjudicar proyectos de forma de cumplir las métricas CNA que permitirán que la misma institución se acredite por cierto número de años, para finalmente llamar la atención de aquellos jóvenes en edad escolar y ser atractivos. Y es en este punto, donde lamentablemente, la educación pública está perdiendo la batalla.

Universidades estatales en crisis

Este último tiempo, hemos sabido que varias instituciones de educación superior estatales se encuentran en crisis económica y con los llamados “acompañamientos” de la superintendencia de educación superior. Los alcances y motivos de esto no son la calidad de la educación impartida, de la vinculación o incluso de la investigación.

Las alertas provienen desde una mirada económica. Instituciones que no son sustentables económicamente, son “acompañadas” a diseñar planes de ajuste, en donde finalmente el tema del ahorro se relaciona a la dotación de trabajadores. Es decir, cual empresa en apuro económico, debe comenzar a aplicar medidas de ahorro y despedir trabajadores porque están mandatados a ser “responsables” y “sostenibles”.

Universidades que deben seguir cumpliendo con las mismas métricas CNA, transitando hacia una institución “compleja” en su quehacer, deben seguir impartiendo docencia, vinculándose con el medio y generando nuevo conocimiento. Y ahí, en medio, los académicos y funcionarios. Esta situación es aún más compleja cuando nos damos cuenta de que las instituciones en aprietos son regionales.

En este complejo escenario, las universidades del estado deben salir a competir por un mal llamado “mercado” de estudiantes. A competir contra ellas mismas o contra las Universidades privadas e institutos profesionales. Y sí, al igual que muchos servicios públicos, muchas Universidades del estado tienen recursos limitados para invertir en este “marketing”. Por tanto, tiende a ser hasta lógico, que las cabezas a cargo de los manejos financieros de las universidades tomen una mirada cual gerente de empresa y comiencen a ver, la “rentabilidad” de una carrera.

El caso crítico de las pedagogías

En términos sencillos, cuánto cuesta versus cuántos estudiantes tiene. El costo de una carrera dependerá de su naturaleza, pero me quiero detener en las que hoy, están más en la mira. Las carreras de pedagogía. Con bajos ingresos de estudiantes a nivel nacional, las pedagogías hoy por hoy no gozan de alta popularidad entre la juventud. Pero si le colocamos un apellido científico el panorama es aún más abrumador.

Nuestro país hoy no está formando los profesores en ciencias necesarios para afrontar el desafío de educar a las futuras generaciones. El problema es, en sí mismo, multifactorial. Sin embargo, me planteo esta pregunta: ¿puede un país darse el lujo que una institución del estado cierre carreras de pedagogía o no las oferte porque no son atractivas para el “mercado”? ¿Debe, una universidad estatal no ofertar una carrera de pedagogía tomando en cuenta netamente un factor económico?

Como ciudadana de este país, formada en la educación pública, creo que precisamente las Universidades del Estado están para formar a los profesionales que el país requiere, y si bien, todas las profesiones son necesarias, hay algunas que tienen carácter de urgente. Los profesores son necesarios, los profesores de química, física y biología son necesarios y el deber del Estado es garantizar que sus instituciones tengan las puertas abiertas para que esos profesores se formen.

La educación no puede ser concebida por las Universidades del Estado como un “bien de mercado” y la sociedad chilena no puede darse el lujo de que carreras de pedagogía se cierren solo porque el número de estudiantes no le sirve económicamente a la Universidad.

En este sentido, orillar a las Universidades estatales al precipicio de ajustes económicos que las lleva a medidas como considerar el cierre de carreras pequeñas y necesarias para el país y arriesgar la estabilidad laboral de académicos y funcionarios especialistas por rebajar la planilla de sueldos es un autoatentado. El mismo Estado está poniendo la pistola en su boca y los directivos universitarios están apretando el gatillo.

Si seguimos callando y no actuando como sociedad, estamos en un grave problema. Si permitimos que las pedagogías no se oferten o se cierren, nos estamos quedando sin futuro. Un país que piensa es un país que avanza y los profesores de química tienen mucho que decir en esto.

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