La escuela sigue jugando en nuestras sociedades un rol articulador: niños, niñas y adolescentes adquieren conocimientos y socializan con sus pares, también, se alimentan, reciben atención psicológica y fonoaudiológica. En la escuela se realizan tamizajes de salud.

Todos esos “servicios” entregados por las escuelas y liceos chilenos, todo ese engranaje se logra por el trabajo y compromiso de profesionales y asistentes de la educación. Vale la pena detenernos y reconocer el valor de la escuela y de las
labores que allí desempeñan muchos y muchas.

Y cuesta creer lo maltratador que sigue siendo el sistema educativo con sus trabajadores y trabajadoras, no sólo por los dichos de altas autoridades que afloran cada cierto tiempo -y demuestran el desconocimiento y desprecio por la labor docente y paradocente- sino que también por la deuda histórica que aún no se paga a quienes fueron traspasados del sistema central al municipal en dictadura, por la situación que viven quienes están intentando acogerse al retiro pero no tienen para cuando, o por las demoras en las entregas de los insumos para hacer las clases y la falta de conectividad y dispositivos para los tiempos de pandemia.

Además, siendo un sector fuertemente feminizado, la labor educativa ha concentrado altas tasas de agobio laboral para las mujeres, que en la mayoría de los casos se hacen cargo de casi la totalidad de las labores de cuidados.

Tal como en el sector de salud no bastan los aplausos o el reconocimiento condescendiente, tenemos que dar la cara a las y los trabajadores de la educación y de una vez por todas hacernos cargos como sociedad, y como no, desde las instituciones del Estado de las deudas pendientes.

Hoy cuando nos enfrentamos a uno de los procesos políticos más importante de nuestro país, pujados con mucha fuerza por los movimientos sociales ligados a la educación, debemos seguir trabajando y construyendo un país que ponga en el centro la educación como un derecho social, y reconozca la dignidad de quienes trabajan
en ella. Teniendo claro que este esfuerzo no termina ni acaba en el proceso constituyente, sino que es fundamental el rol que cumplen los territorios y espacios ciudadanos para construir democráticamente un nuevo Chile, y un sistema educativo acorde a estas pretensiones, para que niñas, niños y jóvenes tengan la oportunidad de tejer su propio destino.

Karina Oliva Pérez
Camila Rojas Valderrama
Rosario Olivares Saavedra

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