Recientemente vimos en diversos medios de comunicación cómo se “destacaba” a Chile por tener el segundo lugar en el mundo en que más ha empeorado la salud mental, desde que empezó la pandemia. El dato no es menor, pues la información entregada por el estudio “Un año del covid-19″, de la consultora internacional Ipsos, viene a confirmar los negativos índices de deterioro mental y emocional que hemos vivido chilenos y chilenas, desde la génesis del covid-19.

¿Otra prueba de ello? La investigación del Centro de Investigación Avanzada (CIAE) de la Universidad de Chile, efectuada el 2020, arrojó que 1 de cada 5 niños y niñas presentan síntomas internalizantes de depresión o ansiedad.

Ahora, un último antecedente: de acuerdo al Departamento de Estadísticas e Información de Salud del Ministerio de Salud, anualmente son cerca de 1.800 los suicidios que se cometen anualmente en el país. De ellos, 400 serían de niños y adolescentes. ¿Las causas? Sucesivos casos de bullying, trastornos mentales, consumo de drogas y falta de apoyo social.

Es realmente lamentable el estado emocional y mental en el que nos encontramos actualmente. De ahí a que, como Fundación Liderazgo Chile (FLICH.org), seguimos apostando por la discusión del proyecto de ley de Educación Emocional que presentamos en el Congreso Nacional, con el respaldo de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados.

Prueba del masivo interés que hay por esta temática, es que 2 importantes actividades de formación organizadas por FLICH, el Diplomado de Liderazgo y Educación Emocional, y el Curso Internacional de Educación y Bienestar (CIEEB 2021), tuvieron un gran número de participantes: el primero de ellos, dirigido a jóvenes de 15 a 23 años, tiene actualmente a más de 1.000 estudiantes inscritos. Igual cifra, e incluso superior, fue la que tuvo el CIEEB, instancia que contó con la presencia de líderes mundiales de la educación emocional, como Daniel Goleman (EE.UU.) y Rafael Bisquerra (España).

Chile requiere, de manera urgente, la puesta en marcha de un plan que propicie la entrega de herramientas socioemocionales desde la primera infancia, que colabore en la regulación de estados disruptivos, como la rabia, la tristeza, la soledad y el abandono, los cuales -a la larga- puede aparejar negativas consecuencias para el individuo y su entorno.

Estamos llenos de analfabetos(as) emocionales, por lo que, considerando el actual escenario, bien necesario se hace impartir con prontitud elementos de la educación emocional, para así trabajar todos en el desarrollo de seres humanos íntegros, en una sociedad más sana y feliz.

Arnaldo Canales
Director ejecutivo
Fundación Liderazgo Chile

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