Una de las afirmaciones que más frecuentemente se escucha en estos meses de pandemia es aquella según la cual, superada la crisis, la sociedad no será ya la misma. La frase es perogrullesca, sin lugar a dudas. Porque, si existe algo de lo cual estamos cierto, eso no es otro que el fenómeno del cambio.

De manera que decir, en tiempos de pandemia, ‘la sociedad no será ya la misma’ es una afirmación carente de sentido; salvo que, con ella, se quiera hacer referencia a un hecho especial como lo es la posibilidad cierta que su forma de funcionamiento no será ya la misma. Pero, para determinar si acaso aquello es posible, necesariamente hemos de examinar la estructura de la sociedad en comento y separar algunos de sus elementos.

La estructura del modo de producción

Las sociedades no se organizan sino en virtud de un modo o forma de producir, circunstancia que no sucede porque sí, sino por el hecho simple que, antes de filosofar o reflexionar, todo ser vivo necesita comer y encontrar un refugio para reproducirse y perseverar, de esa manera, en la vida.

El modo de producción vigente, llamado ‘modo de producción capitalista’ (pues su función es producir ‘capital’) tiene una estructura específica que deriva de su calidad de modo de dominación. Tiene, en consecuencia, dos clases principales que no solamente lo caracterizan sino existen en él, contrapuestas la una con la otra, en el carácter de elementos esenciales pues una de ellas produce el capital en tanto la otra lo atesora.

Poulantzas las denomina, ‘trabajadores’ y ‘no trabajadores’, respectivamente, denominación que, desde ya, nos apresuramos a compartir. De manera que las clases indicadas son los elementos estructurales del modo de producción capitalista. La afirmación que, tras el período de pandemia, la sociedad vaya a experimentar —o haya experimentado ya, en su transcurso— ‘cambios estructurales’ no implicaría sino que tales elementos desaparecerían, se transformarían o alterarían significativamente su naturaleza, algo que, en verdad, no ha sucedido ni parece que vaya a suceder en un futuro más o menos inmediato dadas las actuales condiciones. En consecuencia, asegurar que, tras la pandemia, la sociedad no va a ser la misma, no implica en modo alguno aseverar que las transformaciones esperadas deberían afectar la estructura misma de ese modo de producción y, en consecuencia, de toda la sociedad capitalista.

Por el contrario, la estructura del modo de producción tiende a permanecer inalterable, y solamente va a aceptar transformaciones que no pongan en peligro su esencia misma. Lo que implica que el proceso productivo no sólo mantendrá sus dos clases principales en perpetuo antagonismo: vendedores y compradores de fuerza o capacidad de trabajo, según la denominación clásica, sino, además, sus tres áreas normales de funcionamiento —que le permiten separar a industriales, comerciantes y banqueros, con sus respectivos y correspondientes estamentos bajo su mando, es decir, trabajadores industriales, trabajadores del comercio y trabajadores de la banca o del comercio del dinero—. De lo cual puede inferirse que el modo de producción capitalista, en tanto no enfrente a un poder insuperable que lo enfrente, derrote y se instale en su lugar, cumplirá tranquilamente su natural ciclo de existencia. Así, cumplido el período incursivo de la pandemia, o encontrada, en su caso, la vacuna que le ponga atajo, no parece que la existencia de productores de plusvalor y captadores del mismo vaya a experimentar variación alguna, aunque sí formas más tolerables de relaciones humanas.

Podemos, de esta manera, concluir en este aspecto, que las eventuales transformaciones del modo de producción vigente post pandemia no serán estructurales: las clases sociales se mantendrán como tales, del mismo modo que lo harán las actividades derivadas de la producción. Así, pues, la afirmación según la cual ‘la sociedad post pandemia’ no será la misma, no pasa de ser un juicio temerario, una suposición sin fundamento, si se refiere a la naturaleza del modo de producción capitalista. La estructura de dicho modo se mantendrá inalterable por lo cual los fundamentos de dicha afirmación han de buscarse en otros lugares.

¿Dónde, pues, es necesario buscar los cambios?

(1)

Dado que el funcionamiento del modo de producción está en íntima correspondencia con el desarrollo de las fuerzas productivas (Fp) y la forma que adquieren las relaciones de producción (Rp), es posible que las formas de trato entre los seres humanos adquieran nuevos aspectos o rasgos antes desconocidos. En este caso, la referencia a que ‘la sociedad, luego de la pandemia, no será ya la misma’, adquiere un significado más preciso. Ya no se trata de alterar la estructura misma del modo de producción sino su forma de funcionamiento.

En efecto, los modos de producción no funcionan en el aire, se instalan en una estructura social que, en la moderna sociedad se denomina ‘Estado’. Pero dentro de ese Estado —que es una organización social mediada por la fuerza—, el modo de producción realiza el proceso productivo determinando tanto el ordenamiento jurídico a la vez que las formas de relación humana, proceso que no sucede por casualidad. Porque, debemos recordar que el modo de producción no es solamente una forma de producir o de realizar la producción sino, además, y muy principalmente, una forma de vida. Por eso, instalado ya dentro del Estado, la actividad económica, base de la actividad humana, comienza a decidir la forma que ha de adoptar no solamente el basamento jurídico de la sociedad sino las formas culturales que van a imperar en esa formación social. Es dentro de esas tres áreas donde sí es posible estimar la ocurrencia de cambios derivados de la pandemia que asola a la humanidad, aunque no necesariamente. Para incursionar dentro de esos temas, debemos hacerlo en referencia a las mismas. Sin embargo, dada la extrema longitud del tema, en esta oportunidad lo haremos únicamente en relación a la primera de tales regiones.

Cambios eventuales en la región económica del modo de producción

En la región económica del modo de producción no solamente es posible que se produzcan cambios sino que, con absoluta certeza, puede afirmarse que sí ocurrirán. Porque, como ya lo señalásemos, el cambio es inherente a la naturaleza. En consecuencia, también a las transformaciones que tienen lugar dentro del campo de desarrollo de las fuerzas productivas (Fp) cuyo ritmo determina la estructura de las relaciones de producción (Rp). De lo que podemos inferir que los cambios en la región económica del modo de producción pueden producirse tanto en su forma de funcionar, que es la que presenta su ‘forma de acumular’, como en la propia estructura de esa región.

El sistema capitalista tiene por finalidad producir ‘capital’ y el capital tiene como característica su constante acrecentamiento. El capital se acumula. Por consiguiente, al realizar la producción, la clase perceptora de plusvalor se ve en la obligación de establecer una ‘forma de acumular’ o ‘modelo’ a través del cual pueda realizar el proceso de acrecentamiento del capital. Y, puesto que esa clase se presenta dividida, en forma de tres fracciones que se disputan el derecho a dirigir el conjunto social (industrial, bancaria y comercial), una de ellas (la industrial o la bancaria) asumirá ese rol. A aquella que se imponga en tal disputa siempre prestará su apoyo la fracción comercial, que se nutre de la actividad de ambas. Esta confrontación se da en el campo que, en muchos de nuestros documentos, hemos denominado —siguiendo a Poulantzas— ‘Bloque en el Poder’. Por consiguiente, los cambios en la región económica del modo de producción se producirán tanto en la forma de acumular que adopte, como en los aspectos propios de su funcionamiento que, constantemente, estarán exigiendo mejorar la forma de realizar su cometido.

Imposición de una forma de acumular

La forma de acumular (o ‘modelo’) vigente en Chile —denominada ‘economía social de mercado’, ‘neoliberalismo’, ‘monetarismo’, ‘consenso de Washington’, etc.—, fue impuesta bajo la dictadura militar pinochetista. La hegemonía dentro del Bloque en el Poder quedó en poder de la fracción bancaria en estrecha alianza con la fracción comercial. A pesar que, bajo la dictadura, no se vieron los ‘éxitos’ del modelo, si fue posible mostrarlos bajo los gobiernos post dictatorialesi pues una de las tareas que se impuso la alianza opositora no fue abolirlo sino mejorarlo. Los pilares sobre los que se construyó tal ‘éxito’ fueron varios; entre otros, la entrega de la administración del dinero destinado a proveer la jubilación de los trabajadores a unos organismos —llamados ‘Administradoras de Fondos de Pensiones’ AFP— para especular con ellos, la mercantilización de la salud —y la consecuente creación de las Instituciones de Salud Previsional ISAPRES y hospitales privados—, la creación de Administradoras de Fondos de Cesantía AFC y las Cajas de Compensación y, de todas maneras, la mercantilización de la educación. Bajo los gobiernos post dictatoriales, y dada la importancia adquirida por China como fábrica mundial, se instalaron sólidas relaciones para la venta de materias primas a ese país, dejándose de lado cualquier intento de desarrollar la abandonada industria nacional con las consecuencias que era de esperar. Pero esa errada política tuvo otras consecuencias. Roberto Pizarro las explica al señalar que

“Chile ha priorizado los mercados de los países desarrollados y del Asia-Pacífico, principales importadores de recursos naturales. Desde fines de los años noventa (TLC Chile Canadá, en 1997), la política comercial prácticamente se ha confundido con la política exterior. Se descuidaron, en cambio, las relaciones con los vecinos. Ello le ha significado a Chile un distanciamiento diplomático con los países de la región y, en el ámbito económico, la pérdida de oportunidades para ampliar la producción y exportación de manufacturas, las que siempre han tenido un mercado fértil en la vecindad”(2)

Era absurdo no suponer que un sistema de esa naturaleza agravaría las diferencias sociales y la pobreza de gran parte de la población, especialmente de los sectores de mayor edad. El sistema de las AFP hizo crisis y, con él, gran parte del modelo heredado de la dictadura lo que se expresó en la gran protesta popular iniciada el 18 de octubre del año pasado y que, al parecer, aún no termina. La pandemia, por tanto, vino solamente a agudizar un problema que ya estaba presente en el corazón mismo de la sociedad chilena.

Posibles cambios en la forma de acumular

Por eso, suponemos nosotros que, superada la crisis del Covid 19, es posible que se produzca una profunda revisión en torno a la vigencia de la forma de acumular o ‘modelo económico’. Las condiciones actuales, no solamente en Chile sino en el planeta, así parecen indicarlo.

“Se puede entender que el modelo económico actual se está acabando, lo que llevará a un decrecimiento forzado acorde a una limitaciones físicas (climáticas y energéticas) y que, posteriormente, migrará entrópicamente a otro modelo nuevo, liderado por una Tercera Revolución Industrial mediante la digitalización e interconexión de tecnologías disruptivas aplicadas a la energía, transporte y comunicación, como ya está ocurriendo”(3).

Algo parecido a lo que Pizarro nos dice, cuando insiste en que
“[…] resulta imprescindible impulsar un nuevo modelo económico que coloque en su centro la producción de bienes y servicios para responder a las necesidades de las personas, en vez de atender prioritariamente los requerimientos de la industrialización china. Ha sido un error colocar todos los esfuerzos en la exportación de recursos naturales”(4).

Se puede suponer posible, incluso, que la actual forma de acumular pueda ser abolida hasta sus cimientos pues presenta inequívocos signos de agotamiento. Las fuerzas productivas se han desarrollado a un nivel tal que exigen un cambio drástico en las relaciones de producción pues, de lo contrario, puede abrirse una época de revolución social. Es posible, por tanto, que ello ocurra. Pero no nos ilusionemos.

El cambio de un modelo no es una tarea que pueda realizar una formación social de la noche a la mañana (con las salvedades de rigor a las que nos referiremos de inmediato). Por el contrario: en la teoría general de los sistemas, es el todo el que hace a la parte y no ésta a aquel. Como lo señalara, con acierto, en varias de sus obras, André Gunder-Frank —y más actualmente Immanuel Wallerstein—, el sistema capitalista mundial SKM es un ‘sistema mundial’; por algo así se le denomina. Es el todo al cual han de acomodarse los otros subsistemas o partes. Tal acomodación no solamente toma su tiempo, es decir, se realiza dentro de un período más o menos prolongado dentro del cual las distintas formaciones sociales planetarias van asumiendo el rol que han de jugar en el concierto mundial; en ese período también lo hace el modo de cómo cada formación social va a actuar dentro del sistema mundial. Es el período, además, en donde se van organizando, paulatinamente, las nuevas condiciones sobre las que se va a extraer el plusvalor a la clase trabajadora. Podemos, pues, aseverar que la imposición de modelos o forma de acumular no son facultades privativas ni expresión alguna de autonomía de cada estado sino, muy por el contrario, dan cuenta de la absoluta necesidad que cada uno de ellos tiene de hacer concordar y armonizar su funcionamiento a los requerimientos del sistema capitalista mundial SKM.

Posibilidad de organizar un modelo al margen del SKM

Organizar un modelo de acumulación al margen del SKM, un modelo autónomo, propio, diferente, si bien es posible, implica la adopción de una vía que se aparta del concierto mundial. En principio. Una vía que, de adoptarse, no va a ser mirada con buenos ojos y que, cuando ha sucedido, en no pocos casos, ha sido objeto de un rechazo rotundo. Especialmente, cuando ha sido adoptada en contraposición a lo que piensa o establece el Bloque en el Poder a nivel planetario o, como corrientemente se dice, ‘el conjunto mundial’.

En esos casos, acarrea, pues, la aplicación de tratos hostiles e indiferentes hacia la formación social díscola, a veces en el carácter de sanciones expresas (como lo es el bloqueo comercial); en otros, bajo la forma de discriminación e, incluso, condiciones denigrantes en la celebración de convenios o tratados internacionales. Los términos de intercambio realizados de manera abusiva en la transacción de materias primas con productos de alto desarrollo tecnológico, la fuga de cerebros desde las formaciones sociales atrasadas hacia las de alto desarrollo científico al igual que la fuga de artistas y deportistas, no obedecen sino a los intentos de algunos estados en torno a obtener mayor grado de autonomía dentro del concierto mundial. Demás está decir que la falta de recursos económicos en un mundo globalizado se traduce, generalmente, en miseria y atrasos tecnológicos de magnitud. La comunidad internacional, dependiente, en gran medida de la política impuesta por el Bloque en el Poder a nivel planetario, tiende a aislar al sujeto díscolo.

Si la dictadura pinochetista pudo imponer en Chile el modelo neoliberal, tal logro fue posible solamente porque contó con el apoyo irrestricto de la administración norteamericana y la pasividad de los regímenes ‘comunistas’ de entonces. No hay que olvidar que tanto los gobiernos de Rumania como de China (al igual que el Vaticano) excusaron la mantención de relaciones diplomáticas con la dictadura chilena manifestando, entre otras razones, su voluntad de tratar con estados y no con gobiernos. La ex Unión Soviética no se involucró directamente por impedírselo tanto los Acuerdos de Yalta como la existencia de un enclave suyo en la América caribeña (Cuba), cuyo sostén le acarreaba desde ya innumerables problemas. Así, el pueblo de Chile quedó entregado a su propia suerte, y el gobierno norteamericano pudo observar con interés la posibilidad de imponer el modelo chileno al resto del mundo.

División del trabajo a nivel internacional

Hasta la imposición, a nivel internacional, del llamado ‘Consenso de Washington’, la idea imperante en la fracción hegemónica del Bloque en el Poder a nivel internacional pareció ser transformar ciertas regiones en el centro (o los centros) financiero mundial, dejar a otras naciones (China, India y Rusia) la tarea de proveer de bienes tangibles a toda la humanidad, reservando a América Latina y África la de proveedores de materias primas, con las lógicas excepciones de rigor (a Chile se le veía como un aliado inmejorable junto a los miembros más destacados del sistema financiero mundial). Pero aquella división internacional del trabajo no prosperó: los Estados Unidos —que se habían erigido como centro financiero junto a Europa y Japón—, luego de la elección del presidente Trump no sólo abandonaron esa forma de acumular, desarrollada hasta ese momento tanto por demócratas como por republicanos, sino parecían más interesados en sepultarla definitivamente; no ocurrió de manera diferente luego de la elección de Johnson en Inglaterra quien, a poco de asumir dejó de lado los postulados de los ‘thories’ por un programa neo keynesiano. Así, en los años siguientes pudo verse, en Davos, el aparente contrasentido que mientras China, la Unión Europea y Rusia abogaban por la defensa del modelo neoliberal, USA e Inglaterra lo hacían en defensa de la imposición de una suerte de neokeynesiamismo.

El agotamiento de un modelo no sigue los mismos parámetros en todas las formaciones sociales; menos aún cuando muchas de aquellas, para demostrar el éxito de las medidas adoptadas, ocultan la verdadera miseria. Chile no sería una excepción. El estallido social de 18 de octubre de 2019 lo demostraría ante la comunidad internacional de modo sorpresivo y rotundo.

Hacia dónde camina el sistema capitalista mundial en fase actual

Es un hecho cierto que Trump, con todas sus limitaciones como persona, ha sido el sepulturero del modelo neoliberal. Estados Unidos ya no es el centro de la actividad financiera como lo habían querido sus antecesores sino camina hacia una fase de desarrollo tecnológico/industrial, algo que no agrada a los sectores dominantes de otras naciones como Rusia, China y Europa, aunque por distintas razones. Y eso puede ser una oportunidad para Chile.

“El proteccionismo de Trump y ahora la pandemia son un llamado de atención para modificar el modelo económico chileno y su forma de inserción en el mercado mundial. Las condiciones de posibilidad para los cambios están presentes”(5).

Pero, sorpresa: no es Trump el único que camina en una dirección contraria a quienes le antecedieran en el cargo sino además su propio contendor, el demócrata Joe Biden, hombre conocido por su abierta simpatía hacia el neoliberalismo, partidario de las tarjetas de crédito y de la especulación financiera. En efecto, una crónica del afamado periodista Zakaria Fareed, de la cadena internacional de noticia CNN, aparecida en su última columna del ‘Washington Post’, señala que el plan económico recientemente publicado por Joe Biden promete

“[…] garantizar que el futuro se haga en toda America”(6).

La crónica expresa que, si bien eso podría sonar como el viejo slogan de Trump ‘Estados Unidos Primero’, Fareed sostiene que la proposición de Biden

”[…] es mucho mejor que el enfoque del presidente [pues] no es un llamado mercantilista a los aranceles y a las guerras comerciales, distintivos de la presidencia de Trump”(7),

sino, más bien, un aumento masivo en

“[…] la inversión en investigación y desarrollo”(8).

Si bien el plan de Biden incluye, igualmente, una recomendación para el ‘Buy american’, Fareed advierte que es necesario tener presente que ese tipo de iniciativas

“[…] enviaron al mundo a una espiral descendente de proteccionismo y nacionalismo, empobreciendo a la gente común y creando un clima internacional peligroso. Tengamos en cuenta esa historia a medida que implementamos la próxima versión de ‘Buy american’ (9).

Esta forma de mirar el futuro pareciera estar señalando, definitivamente, el deceso del modelo neoliberal al menos en esta parte del planeta. Lo que nos conduce inequívocamente a entender que es el momento para que nuestra nación adopte un derrotero diferente. Como lo señala el analista anteriormente citado:

“El freno de la globalización que se observa recientemente abre oportunidades de transformación en nuestro país. En efecto, las políticas proteccionistas del presidente Trump y ahora la dolorosa experiencia del COVID-19 han impuesto restricciones sobre el movimiento de bienes, servicios, capital, mano de obra y tecnologías. Todo indica que se acortarán las cadenas de valor internacionales, y existirá la necesidad de encontrar autoabastecimiento en productos esenciales para la salud y la alimentación y probablemente para algunos otros bienes. Tendremos que apoyarnos en nuestras propias fuerzas y también implementando entendimientos con países cercanos” (10)

Es, por lo demás, uno de los aspectos relevantes del rumbo que ha estado tomando la economía desde hace ya algunos años, de cuyo derrotero advirtiéramos, antes de las elecciones presidenciales de 2017, a uno de los candidatos, en forma de documentos sucesivos que le entregáramos, sin resultado alguno.

Podemos terminar aquí señalando que, aún cuando las protestas tuvieran en Chile un desenlace imprevisto que abrieran la posibilidad al establecimiento de una sociedad más abierta, fraterna y solidaria, la vía a aplicar en materia económica no pareciera ser otra que la indicada.

Una nueva forma de acumular más autónoma, que introduzca particularidades en la forma de realizar el conjunto Fp:Rp sí es posible. Las relaciones de producción pueden ser alteradas para introducir en ellas las cordiales formas de la participación. El hambre experimentada por gran parte de la población nacional (11) y la espectacular respuesta de las organizaciones poblacionales a través de la solidaridad y la cooperación, bajo el lema ‘Sólo el pueblo ayuda al pueblo’, muestran formas inequívocas de un nuevo trato que necesariamente ha de considerarse en toda reforma que se plantee. Aunque es materia que, en todo caso, corresponderá decidirla a quienes tomen en sus manos la dirección de la nación por voluntad popular. La participación en la convocatoria plebiscitaria de octubre puede ayudar en ello. Sería una buena manera de conmemorar esa revolución de octubre que aún no ha terminado.

Santiago, julio de 2020

Manuel Acuña Asenjo
Miembro del Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales CODEHS (creado por Clotario Blest) y de la Corporación Integración y Futuro

1 Con la expresión ‘mejorar’ nos referimos al perfeccionamiento del ‘modelo’ en cuanto a extraer una cada vez mayor cuota de plusvalor a los sectores dominados. La miseria si bien se intensificó con el advenimiento de la dictadura, se institucionalizó bajo los gobiernos post dictatoriales y se ocultó bajo un nutrido volumen de eufemismos entre los que podemos señalar el cambio de ciertas expresiones como ‘personas en situación de calle’, ‘viviendas de emergencia’, ‘inequidad’, en fin.
2 Pizarro, Roberto: “Economía y comercio después del coronavirus”, ‘Nuevo Observatorio’ (‘La Mirada’), N° 93, 09 de julio de 2020.
3 Fernández, Julio: “El fin del modelo económico actual y los cambios disruptivos que vienen”, El Salto, 14 de mayo de 2020.
4 Pizarro, Roberto: “Corona virus y la economía chilena”, ‘El Desconcierto’, 20 de julio de 2020.
5 Pizarro Hofer, Roberto: “Economía y política exterior después del COVID-19”, ‘El Mostrador’, 10 de julio de 2020.
6 Crónica: “Fareed: Biden’s economic plan much better than Trump’s aproach”, Véase Chanel3000.com.
7 Crónica: Id. (6).
8 Crónica: Id. (6).
9 Crónica: Id. (6).
10 Pizarro Hofer, Roberto: Art. citado en (4).
11 Solamente en Cerro Navia, a mediados de julio, funcionaban sesenta ollas comunes; este fenómeno se extendía a todo el país.

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