El problema ya no es solo de capacidad fiscalizadora; es de diseño de incentivos.

Cada cierto tiempo, Chile despierta con la misma escena: allanamientos, titulares, palabras solemnes sobre la defensa del interés fiscal. Días después conocemos el libreto completo: mafias, redes de facturas ideológicamente falsas, sociedades de papel que facturan millones sin respaldo productivo, profesionales que cruzan la línea ética, funcionarios públicos sometidos a sumarios, querellas y un par de condenas que dan la impresión de orden.

Y, sin embargo, el fraude tributario vuelve a brotar como si nuestras instituciones fueran un jardín donde la maleza aprendió a leer el calendario. No es por falta de herramientas. Chile digitalizó sus documentos tributarios, sofisticó cruces masivos y bloqueó miles de RUT cuando fue necesario. A ratos, el sistema muestra sus dientes.

Una hidra difícil de vencer

Pero nuestra hidra tributaria aprendió a regenerarse: hoy nace como proveedor express con giro comercial a la carta; mañana se endosa por factoring; pasado mañana reaparece con nuevo RUT, mismo patrón y la misma promesa: “te rebajo el IVA y no pasa nada”. El problema ya no es solo de capacidad fiscalizadora; es de diseño de incentivos.

Porque seamos francos: mientras el crédito fiscal pueda cobrarse apoyado en una propuesta digital (la factura) y no en un hecho económico verificable (el pago por una transacción legal), el negocio de vender humo seguirá teniendo clientela. Y mientras el beneficiario final de estas sociedades se esconda detrás de matrioskas corporativas, la respuesta institucional se parecerá más a un juego de Whac-A-Mole que a una política pública.

En el camino, el daño no es abstracto: se erosiona la confianza de quienes sí cumplen, se distorsiona la competencia —pues la empresa que compra facturas lo hace con un subsidio ilícito— y se alimenta una economía paralela, donde el dinero circula con papeles impecables pero de realidad dudosa.

Sumemos la fatiga social: la opinión pública asiste a un ciclo repetido de denuncias, sumarios, formalizaciones y, cuando las hay, condenas, pero sin sentir que el sistema haya cambiado de fase.

Rediseñar el sistema tributario

El antídoto no es una mano o rueda de prensa más dura, sino cambiar la ingeniería del sistema. Me preguntarán ¿cómo qué cosas concretas? Bueno. Existen otras formas y funcionan en otras latitudes:

  • Casamiento factura–pago en tiempo (casi) real: sin comprobante bancario o voucher aceptado, el crédito fiscal queda retenido. ¿Quieres el beneficio? Demuestra que hubo transacción.
  • Split payment del IVA: al pagar una factura, el IVA viaja directo a una cuenta fiscal. Fin del deporte nacional de “hacer malabares” con el crédito fiscal.
  • Beneficial ownership de verdad: registro auditable del dueño final enlazado al riesgo tributario. Si reincides, inhabilidad efectiva, restricción de dte, no contratos con el estado, no atajos.
  • Lista blanca de proveedores verificados y retenciones reforzadas para giros de alto riesgo: si entras al “fast lane” de confianza, gozas; si no, demuestras.
  • Trazabilidad del factoring y de los psp (pagos digitales): cadena completa visible; basta de lavar riesgo con endosos sucesivos.
  • Analítica con retroalimentación judicial: que los modelos aprendan de las causas ganadas y perdidas, no solo de la heurística ex ante.
  • Canales protegidos para denunciantes con incentivos claros (y sanción a la denuncia temeraria): la inteligencia más barata es la que viene desde adentro.
  • Nada de esto es magia. Es, simplemente, alinear incentivos para que resulte más barato cumplir que defraudar y más rápido prevenir que castigar. La cultura tributaria no se predica: se diseña.

    Para finalizar, doce preguntas para reflexionar:

    Si vivimos en una economía digital, ¿por qué el IVA sigue confiando en promesas de papel digital en vez de pagos reales?

    ¿Cuántas sociedades “de garaje” deben facturar miles de millones antes de que su garaje necesite un helipuerto?

    ¿Qué pesa más: una condena vistosa o un sistema que no te suelta el crédito fiscal hasta no ver el pago?

    ¿Cuántas vidas tiene un RUT de alto riesgo antes de que nazca con inhabilidad programada?

    ¿El factoring es una herramienta financiera o una lavadora de trazabilidad?

    ¿Por qué aún no tenemos split payment si todos dicen defender el IVA?

    ¿Cuánto del “éxito” fiscalizador es parche reactivo y cuándo por cambio estructural?

    ¿Quién evalúa la tasa de recuperación efectiva?

    ¿Por qué el beneficiario final sigue siendo un rumor corporativo?

    ¿Cuántas listas blancas necesitamos antes de admitir que la lista negra manda?

    ¿Qué hacemos con la ética profesional: enseñamos a cuadrar balances o a cuadrar realidad y ley?

    Y la más incómoda: ¿quién pierde con el slipt payment? Pista: no el contribuyente cumplidor.