En los últimos tiempos es frecuente escuchar que estamos ante la configuración de un nuevo orden mundial, aludiendo a la cantidad de conflictos armados, reales o latentes, que afectan la estabilidad planetaria. Implícitamente, también es un reconocimiento que el sistema de Naciones Unidas no logra regular la convivencia internacional, al menos, en el ámbito de la paz y la seguridad.

La guerra de Ucrania es para muchos el detonante de esta situación, aunque cabe preguntarse si más bien es resultado de un conflicto mayor: el de la lucha por la hegemonía a escala planetaria. Más recientemente, el giro de la política exterior de los EEUU, con la administración Trump ha precipitado este proceso.

¿Quiénes son los actores principales?

El actual orden planetario es fruto de dos procesos históricos previos: el desenlace de la Segunda Guerra Mundial, que instaló un sistema controlado por los ganadores de esa contienda, unido al desarme de Alemania y Japón. Eso se expresa en la composición del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, especialmente en el derecho a veto de sus cinco miembros permanentes (EEUU, Rusia, China, Francia e Inglaterra).

El nuevo cuadro dio origen a la Guerra Fría que culminó con la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. Fruto de estos procesos se reforzó la impronta de que el orden mundial debía basarse en democracia y libre mercado, fue el discurso predominante de Occidente, liderado por los EEUU.

Este “fundamentalismo de mercado” (y liberal en lo político) tenía una base material: Occidente poseía la supremacía estratégica (militar), sus economías eran las más dinámicas, así como su avance científico- técnico.

Lo que es evidente que hoy en día, a más de 80 años de la caída de Berlín, y treinta de finalizada la Guerra Fría, el mundo es diferente.

En términos económicos emerge Asia, encabezada por China, que amenaza la supremacía occidental, en volumen y en tecnología. Militarmente, EEUU conserva una gran superioridad, pero la tendencia en ese plano y en la economía no le favorece a largo plazo, que decir en la competencia tecnológica. Rusia, por su parte, logró mantener su capacidad bélica, especialmente la nuclear, donde asegura a WDC la mutua destrucción en caso de conflagración. Resumiendo, militarmente, EEUU y Rusia son los principales actores en el planeta, y en materia económica, China y EEUU, la llevan. Ese es el nuevo trío de poder planetario hoy.

La principal novedad de los últimos tiempos es el giro de EEUU. Asumido Trump, no ha vacilado en imponer su discurso ultranacionalista, sin importarle si con ello se afecta la trayectoria y las alianzas construidas en el pasado reciente. Un día impone aranceles a sus principales aliados norteamericanos (México y Canadá) y al otro ignora olímpicamente a sus aliados europeos en sus conversaciones con Moscú, no nos extrañemos si mañana arremete contra Naciones Unidas, al final, es coherente con su principal promesa de campaña: “América primero”. Los modales tampoco son un límite: todos vimos la entrevista con Zelensky.

La transición planetaria

Que hay una mesa para discutir los grandes asuntos globales está claro, y también quienes se sentaran en ella. Eso no es nuevo en la Historia, recordemos Yalta en febrero de 1945. Dice la leyenda que al proponerse que el Vaticano participase en alguna parte del proceso, Stalin habría preguntado: “¿y cuántas divisiones tiene su Santidad?” En el frío realismo, donde no caben mucho los discursos y los desgarros ideológicos: el poder es el poder.

Europa unificada posee una economía considerable, así como un gran avance tecnológico, y un sistema social envidiable. Pero, descuidó su seguridad y su defensa. Hoy trata de recuperar terreno y autorizo un gasto de 800.000 millones de euros. Enorme, pero demorará años en ejecutarlos, el armamento sofisticado, la instrucción del personal, la construcción de la infraestructura, en fin, transformar esa enorme suma en capacidades estratégicas operativas, lleva muchos años. No es como comprar un auto y salir manejando.

Además, Europa no está muy unida que digamos: existe una Europa del Este que quiere ante todo la protección estadounidense, y una Europa occidental que busca una “autonomía estratégica”. También hay sectores que no ocultan su acercamiento a Moscú. Todo eso se expresa electoralmente. Ojo, a veces las categorías “izquierda” o “derecha” no permiten explicar la totalidad de esta compleja realidad.

¿Qué viene?

Mar agitado, mucha turbulencia, harta neblina. Lo más inmediato son vaivenes en el comercio mundial, porque el principal promotor del libre comercio hoy se volvió proteccionista, alerta para los países que apuestan a modelos exportadores. Proteccionismo puede generar inflación, y la apertura permite algunos precios cómodos, si no pregúntenles a los miles de turistas argentinos que nos visitan no precisamente por nuestras playas (son frías, hay que reconocerlo).

En el Cono Sur podemos decir que estamos lejos de los principales teatros de conflicto, pero el mundo está cada vez más unido, y lo que pase entre los grandes, nos golpeará igual, buen tema de reflexión para quienes estamos en la misma condición, pero se requiere ser más proactivos, menos ideológicos y más realistas. Los países a veces usan la fuerza para resolver sus conflictos, el Interés Nacional no tiene ni género ni se rige por tablas de la ley, y la mejor defensa, es la propia.