Hace siete décadas, en La Reina se vivió una particular situación. Por algunos años, una familia tuvo de mascota a un puma llamado Pirulo, que fue domesticado al punto de acostarse junto a su familia e incluso jugar con los niños. Sin embargo, problemas con los vecinos llevaron a que se fuera a un zoológico, donde murió de pena.

Tener mascotas no es algo nuevo. Sin ir más lejos, hace miles de años el ser humano logró domesticar al lobo, llegando así a dar con los perros, que hasta hoy son una gran compañía para millones de personas.

Lo mismo ocurre con otros animales, como gatos, roedores, aves e incluso reptiles. Sin embargo, de vez en cuando salen historias de criaturas salvajes que terminan viviendo como una mascota más.

Es el caso de Pirulo, un puma que vivió en Ñuñoa hace 70 años como la mascota de la familia Toro Irarrázabal, según informó hace algunos años La Segunda.

Cecilia Toro, parte de esa familia, relató que en 1953 llegaron hasta La Reina dos crías de una puma que fue asesinada tras comerse unos corderos.

Una de dichas crías, un macho, llegó hasta la casa de Cecilia, como regalo para su papá.

Sin embargo, según dijo al citado medio, la mejor relación la forjó con su mamá, Clotilde Irarrázabal, quien lo ubicó a la orilla de su cama junto a una caja para que pudiera dormir.

Ella fue quien lo bautizó como Pirulo, porque “era encantador y muy siútico. Él salía, y cuando había una poza de agua, metía la pata, pero inmediatamente la removía para soltarse del agua. Por eso le pusieron Pirulo, porque era muy siútico”.

“Mi mamá adoraba al puma. Después de almuerzo tejía al lado de él y él se tendía en los pies como un perro o un gato, lo más amoroso que hay”, agregó.

También cuenta que, cuando ya estaba más grande, lo soltaban a las 7:00 de la mañana, corría a la pieza de Clotilde para acostarse junto a ella (foto principal) y después iba a las piezas a despertar y jugar con los niños.

“Yo tengo el recuerdo de estar durmiendo con una cosa en la nariz y era él ahí con lengüetazos que me daba. Era un bicho precioso, muy entretenido”, aseveró.

Su dieta y los problemas

Al principio, solo comía carbonadas con carne picada en trozos pequeños, pero luego hubo que agrandarlos al ver su apetito.

Al crecer, “le comprábamos en el matadero medio caballo a la semana. Además, le encantaban las paltas, los melones y los caquis”.

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Sin embargo, también lo acusaban de comer gallinas de los vecinos, que denunciaron el hecho a Carabineros que concurrieron al lugar por una acusación de la presencia de un animal salvaje

“Mi mamá le dijo: ‘¿animal salvaje? A ver, venga para acá, mire el animal salvaje’. El puma estaba acostado en el sofá del living durmiendo a pata suelta, mi mamá le metió la mano en el hocico y le apretó las garras para mostrarle que no hacía nada. Bueno, ahí se quedaron súper tranquilos los carabineros y se fueron”, comentó Cecilia Toro.

Pirulo murió de pena

Uno de los vecinos, eso sí, no quedó contento y un día le disparó al puma, quien regresó a casa con perdigones.

“Mi papá y mi mamá fueron a verlo y él gruñía mucho, por lo que mi papá consideró sacrificarlo. ‘Por ningún motivo’ le dijo mi mamá, y se metió dentro de su casucha, le hizo cariño, y lo empezó a curar. Mientras mi mamá le sacaba los perdigones, él le lamía la mano a pesar del dolor”, señaló Toro.

Finalmente, a los tres años de edad, fue entregado a un zoológico para seguir evitando problemas, pero murió a los pocos días.

“Fuimos a verlo. Estaba en una jaula y yo metía el dedo en la reja y él se me refregaba al otro lado para que le hiciera cariño. Salimos todos llorando a mares. Se murió a la semana, quizás murió de hambre o de pena, pero a la semana llamaron a mi papá para decirle que había muerto”, expresó.