Vecinos de la planta de aguas servidas de Hualpén llevan varios años lidiando con un mal olor. Antes era peor, afirman. Se ha avanzado en una solución, pero continúa el problema. La historia se remonta a varios años atrás.

Todo comienza en agosto de 2001.

Ese mes, la Empresa de Servicios Sanitarios del Bio-Bio (Essbio) presentó el Proyecto de Tratamiento de las Aguas Servidas del Gran Concepción, mediante una Declaración de Impacto Ambiental (DIA), ante el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEA). Fue aceptado y se instaló meses más tarde en la Costanera de Hualpén, en la región del Bío Bío.

Las instalaciones están ubicadas a un costado del río del mismo nombre, frente a la zona conocida como Rotonda Peñuelas, que vira en dirección a Concepción, Hualpén y Talcahuano. La circulación de personas en sus automóviles en esa autopista es recurrente.

Para ese entonces, ya había comunidades humanas viviendo en el lugar. Peñuelas 1 y Peñuelas 2 fueron las primeras en llegar, en los años 80 y 90. Más tarde se sumó Floresta 1, Floresta 2 y Peñuelas 3. El lugar donde se instaló la planta de aguas servidas era un terreno baldío. La “pampa”, le decían a esas zonas.

La calificación favorable por parte del SEA llegó luego de varias observaciones por parte de organismos estatales y de dos aclaraciones de la empresa. La Comisión Regional de Medio Ambiente de entonces, presidida por Jaime Toha González, dio el visto bueno .

Una de las condiciones, según los documentos de la época, era que se considera “el uso de sistemas de aireación en la etapa del tratamiento biológico, con los cuales se elimina toda posibilidad de emisión de aerosoles al medio ambiente y la consecuente presencia de vectores de interés sanitario”.

Son residuos humanos, incluyendo excremento, lo que llega al lugar. Todo lo que escurre por las cañerías de las viviendas de 600 mil personas en el Gran Concepción, termina en esos estanques. Por eso la importancia de prevenir olores.

“Hace dos domingos atrás, veníamos llegando y cuando entramos acá, por Peñuelas en la Costanera, ya se siente el mal olor (…) Es un problema de años, desde que llegamos hace 20 años”, dice Ángela Lagos, presidenta de la Junta de Vecinos de Floresta 2.

El funcionamiento

La planta, que cuenta con todos los permisos necesarios, opera desde 2002. El sitio web de la empresa explica que las aguas sucias, que se utilizan en las viviendas, son trasladadas hasta las plantas elevadoras. Previamente, “un sistema de rejas gruesas y finas retiran la basura, arena y los aceites”.

Luego, el agua es sometida a procesos con el objetivo de degradar la materia orgánica, para más tarde transportar los líquidos a estanques de decantación, “donde se separa el agua de la materia orgánica”. Esta última, por su peso, queda en el fondo.

De esta forma, tras la limpieza y otro proceso de cloración, los líquidos son devueltos limpios hasta los ríos. Los “lodos” o residuos restantes, son recolectados en estanques y luego disecados, para ser trasladados hasta vertederos.

Cuando no existía esta planta, recuerdan desde Essbio, las aguas llegaban íntegramente sucias al río Bío Bío.

Trabajo en mejora, pero con “eventos”

El relato de Lagos continúa. “(De repente se siente) como olor de alcantarillado. Olor a caca, ese olor. Es muy fuerte, es como que están abriendo un alcantarillado tapado”, advierte. Añade que “antiguamente se sentía mucho más”.

Hualpén es una comuna relativamente reciente. Fue fundada en 2004 tras la división de Talcahuano.

Silvia Mardones, expresidenta de la Junta de Vecinos de Peñuelas 1, llegó a vivir a la población en 1989. Recuerda que llevaban unos 10 años en el lugar cuando se instaló la planta procesadora.

“Al principio fue alto el impacto por los olores, que incluso llegaban acá”, asegura. Y es que su residencia y la de sus vecinos está un poco más apartada de la construcción.

“En Peñuelas 2 es harto el olor, ellos como que están acostumbrados. Pero uno que va a esa población y pasa por la Costanera en vehículo, se nota harto (…) Todavía existe el olor, aunque ha bajado la intensidad”, afirma. “Acá en nuestra población (ahora) es muy poco lo que se siente”.

Peter Schmohl, gerente regional de Essbio, señaló en escrito enviado a este medio que tienen “una relación directa y fluida con la comunidad, con el fin de acoger sus requerimientos de manera inmediata”, algo que las tres mujeres reconocen, destacando el trabajo que se ha realizado para mejorar la situación.

No obstante, tal como ha podido incluso verificar este medio al pasar por el lugar en automóvil o al estar en las cercanías de la planta, en más de una ocasión ha sido posible percibir los “eventos” de malos olores.

Rosa Placencia, antigua presidenta de la Junta de Vecinos de Floresta 2, comenta que “lo que hoy la planta puede emanar es nada a cuando llegamos el 2002 (…) la sufrimos toda. Por lo menos empezaron los eventos como en 2005, 2006. Bárbaros. Los vivíamos y sufríamos desde octubre hasta abril”.

“Cada tres o cuatro días estábamos llamando al Servicio de Salud Talcahuano, a la persona encargada de la planta, reclamando (…) En ese momento, el clamor (de los vecinos) era que, sobre todo cuando había altas temperaturas, no se podía estar”, añade.

Dice que vive al frente de la planta y asegura que, tras los reclamos y el trabajo con la empresa, “hoy en día, sí, hay molestia de malos olores… pero del 100% es un 10% (de lo que había). También molesta pero no podemos decir que todavía es como antes, que era horrible (…) si hay dos eventos en el mes, es mucho”.

BioBioChile tomó contacto con la Municipalidad de Hualpén para obtener sus impresiones, pero hasta el cierre de este artículo no obtuvo respuesta oficial. Fuentes al interior, no obstante, confirmaron que están al tanto de la situación.

Planta de Essbio

Lo que dice Essbio

Schmohl señala en la declaración enviada a este medio que desde su puesta en marcha, han “desarrollado una serie de acciones para su mejora continua. En particular, para el control de olores se han destinado cerca de $2.000 millones, incluyendo dos estudios de percepción de olores”.

Uno de ellos, realizado en 2011 por la Universidad de Concepción, determinó que en ese año debían ejecutar medidas, entre las que se encuentran el “encapsulamiento de unidades críticas y tecnología para la eliminación de gases”, la “incorporación de biofiltros” y la “mejora en estructuras (planta elevadora, rejas grúas y finas, estanques, sala de deshidratado y cámara de distribución primaria)”.

“Estas acciones han permitido controlar olores”, dice, añadiendo que “fue comprobado por un segundo estudio que se realizó en 2015, posteriormente a la ejecución de estas obras de mejoramiento”.

“Adicionalmente implementamos el encapsulamiento del clarificador primario”, la etapa donde llegan las aguas servidas desde las viviendas. El gerente agrega que “incorporamos tecnología en materia de neutralización de olores para las épocas de verano, cuando aumenta el viento y la temperatura”.

Ambiente libre de contaminación

El abogado Pedro Lagos, director del Magister en Derecho de los Recursos Naturales y Medio Ambiente de la Universidad Finis Terrae, dice que “en Chile hubo un desarrollo bastante importante con plantas de aguas servidas y plantas de agua potable”, explicando que, previamente, las aguas iban a parar a los cuerpos de agua sin ningún tipo de tratamiento.

“El tema del olor recién ahora se ha tratado de abordar. Se ha privilegiado plantear una norma respecto de plantas de porcinos”. Recuerda el caso de Freirina, destapado en 2012, cuando una industria del comercio de carne de cerdo debió cerrar por la presión de la comunidad.

“No tenemos una normativa de olores y la contaminación en Chile está definida por norma”, advierte. Es decir, sólo existe contaminación cuando se superan los márgenes de emisión de ciertos contaminantes. “Recién ahora estamos trabajando en una normativa que contempla el olor como contaminación”, afirma.

En el Congreso Nacional existen al menos cuatro proyectos relacionados con los malos olores que datan desde 2009, 2015 y 2019. Ninguno de ellos ha prosperado.

“El derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación” está en la Constitución. Al respecto, Lagos sostiene que existe contaminación sólo cuando está normado. “Cuando un contaminante supera un cierto límite” que está tipificado en algun escrito legal, ejemplifica. “Es difícil hablar de contaminación frente a la contaminación de olores (…) y claramente es un problema ambiental que genera un impacto”, advierte.