Recep Tayyip Erdogan, el presidente actual de Turquía, ve con malos ojos la integración de Suecia y Finlandia en la OTAN. La autoridad turca acusa a estos dos países nórdicos, en particular a Suecia, de servir de refugio a los "terroristas" del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la bestia negra de Ankara. ¿Pero está Turquía dispuesta a llegar hasta el final y bloquear el proceso de adhesión? He aquí algunas respuestas.

Dentro de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), Turquía no es definitivamente un miembro como los demás, sobre todo cuando se trata de Suecia y Finlandia.

Tras la compra de un sistema antimisiles a Rusia en 2019, o el apoyo a Azerbaiyán en el conflicto de Nagorno-Karabaj, Ankara vuelve a ir por libre indicando su hostilidad a la adhesión de Finlandia y Suecia.

“¿Cómo podemos confiar en ellos?
Suecia es un caldo de cultivo para las organizaciones terroristas. No cederemos en el ingreso en la OTAN a quienes apliquen sanciones contra Turquía”, sentenció Recep Tayyip Erdogan tras el anuncio oficial de la solicitud de ingreso de los dos países nórdicos.

Oficialmente, Ankara culpa a estos dos países nórdicos, en particular a Suecia, por su proximidad al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Formado en 1978, el PKK es una organización política armada considerada terrorista por Turquía y gran parte de la comunidad internacional, incluidos Estados Unidos y la Unión Europea.

“En la geografía de la diáspora turca, Suecia ocupa un lugar específico. Desde la década de 1980, el país ha acogido a numerosos refugiados políticos, muchos de los cuales son sospechosos por Turquía de ser militantes del PKK. Se trata de una vieja disputa entre Estocolmo y Ankara”, afirma Élise Massicard, especialista en sociología política de la Turquía contemporánea.

“Según una opinión muy extendida entre los nacionalistas turcos, si el PKK sigue existiendo, a pesar de 40 años de una guerra librada con medios extraordinarios, es porque tiene estas ‘bases de retaguardia’ fuera de Turquía”, añade el investigador de Sciences Po.

Situación de Turquía con Suecia y Finlandia

Al expresar una voz discordante, el presidente Erdogan buscaría así debilitar el apoyo sueco y finlandés a los kurdos frente a su apoyo a la adhesión a la OTAN.

“Debemos dejar absolutamente de apoyar a las organizaciones terroristas (…). No lo digo como moneda de cambio, sino porque esto es lo que significa ser aliados”, dijo el domingo en Berlín el ministro turco de Asuntos Exteriores, Mevlüt Cavusoglu, al margen de una reunión informal de la organización.

En teoría, Turquía es perfectamente capaz de bloquear la adhesión de Suecia y Finlandia. Los dos países escandinavos tienen que convencer a todos los miembros de la organización -30 países- de los méritos de su solicitud.

“La Alianza trabaja sobre el principio del consenso. Por lo tanto, cada miembro puede vetar. Lo vimos con Grecia, que durante años se opuso a la adhesión de Macedonia del Norte” por una disputa sobre el nombre del país -Macedonia es también una provincia griega-, recuerda el geopolitólogo Olivier Kempf.

Mientras que para Suecia y Finlandia, dos sólidas democracias cercanas a la OTAN a través de la “asociación para la paz”, parecía abrirse un camino real, la posición de Turquía está provocando confusión en el seno de la Alianza.

“Confío en que seremos capaces de encontrar un terreno común, un consenso sobre cómo avanzar en las cuestiones de la adhesión”, dijo Jens Stoltenberg, secretario general de la organización, antes de añadir que Turquía había “indicado claramente su intención de no bloquear” el proceso.

“Habrá tanta presión política sobre Turquía que no podrá bloquear la adhesión de Finlandia o Suecia”, dijo Olivier Kempf.

Turquía espera la recompensa

Según los expertos, el apoyo sueco al PKK serviría sobre todo de pretexto a Ankara para recuperar su influencia en el seno de la Alianza Atlántica.

“La posición de Turquía con la OTAN ha sido muy complicada durante varios años. Había llegado al punto de hablar de su exclusión. Para Turquía, se trata de evitar la marginación”, subraya Élise Massicard.

La posición de Turquía tendría como objetivo obtener contrapartidas de los miembros de la organización, en particular de Estados Unidos.

En 2020, Washington impuso sanciones a la industria de defensa turca en represalia por la compra del sistema antimisiles ruso S 400.

Turquía también fue excluida del programa de aviones de combate furtivos F-35 de Estados Unidos, por el que “había hecho un pedido y pagado un anticipo de 1.400 millones de dólares”, según Courrier International.

Un gesto de Joe Biden en esta cuestión superaría sin duda las reticencias de Ankara.

Por último, es difícil no ver en la actitud de Turquía un mensaje enviado a Rusia, que considera la ampliación de la OTAN hacia el Este como una traición por parte de los países occidentales.

Desde el estallido de la guerra en Ucrania, Ankara intenta mantener buenas relaciones con los dos beligerantes de los que depende estrechamente su economía.

“Los turcos y los rusos también comparten el Mar Negro e intereses comunes en Siria”, analiza Olivier Kempf. Erdogan apoya a Ucrania pero se cuida de no ir demasiado lejos.

Este episodio también nos recuerda que la Alianza Atlántica, incluso reforzada por la invasión rusa de Ucrania, no es inmune a las divergencias estratégicas.

“No porque la OTAN esté unida en lo esencial hay necesariamente acuerdo en todo”, resumió Olivier Kempf. Por último, los problemas de fondo siguen existiendo y no han desaparecido con la guerra de Ucrania.