Cuando el peronismo se presentó unido en elecciones pasadas,siempre obtuvo el 55% y más de los votos. Y logró siempre terminar su período completo. La estrategia de Cristina Kirchner, de no seguir la polarización propuesta por el residente Mauricio Macri, sino presentar al moderado Alberto Fernández como candidato dio los resultados deseados.

Como si no hubiera habido una grieta interna, abierta por la expresidenta durante su gobierno, el peronismo se muestra unido como nunca. No ha sido solo una generosidad de CK,sino un cálculo claro: la resistencia contra ella era demasiada alta y no podía ganar sola. También pareciera agregarse un cierto cansancio acompañado de preocupaciones familiares por la salud de su hija y el cuidado de su nieta. Alberto Fernández hizo propio el viejo lema del partido “Conducción y Lealtad”, y no deja dudas de que él es el nuevo jefe y que será él, como presidente, quien tome las decisiones.

Al muy probable ganador de las elecciones le esperan perspectivas cosquillosas. En el frente financiero, Macri dejó un endeudamiento record en dólares. Ni el FMI supo mejorar la situación. Fernández trataría una solución a la uruguaya, sin quita y solo postergando los plazos de vencimiento. Pero Wall Street empieza a sentir que una solución a la ucraniana, con default incluido, es más probable. Si no hay las necesarias divisas,una recuperación keynesiana de la economía real es casi imposible. Desindustrialización, recesión, sueldos bajos y pobreza seguirían por un largo tiempo. Fernández trata de evitar a toda costa un escenario apocalíptico.

Aparte de contar con la lealtad peronista, el nuevo presidente, gracias a su capacidad de diálogo, puede sumar el entendimiento con sectores importantes del país.
La Unión Industrial Argentina y la CGT plantean abiertamente un acuerdo socio-laboral de seis meses para poder controlar precios y sueldos.

Ya se está pensando ampliar tal acuerdo a otros parámetros macroeconómicos. Más allá, la CGT se encuentra en los primeros pasos de la reunificación con sindicatos más izquierdistas.

Un segundo frente de apoyo pueden ser las provincias. Fernández entiende al gobierno como “el presidente y 24 gobernadores”. Quiere tomar en serio el carácter federal de Argentina, ofreciendo igualdad de oportunidades en educación y salud y promoviendo las economías regionales.

Desde luego, la iglesia también ve con buenos ojos los esfuerzos de diálogos y acuerdos. La intensidad de la campaña electoral y las especulaciones sobre acuerdos corporativos casi hacen pasar inadvertidas “anécdotas” como la disolución de UNASUR y la remoción de la estatua de Néstor Kirchner en Quito.

En Argentina, parece que termina el periodo “K” y vuelve la era “P”, de peronismo.

Columna de Heinrich Sassenfeld, revista Realidad y Perspectivas, Universidad de Chile.