El 11 de septiembre de 2018 la carrera presidencial de Brasil cambió su rumbo de forma irreversible, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva declinó su candidatura y nombró en su reemplazo a Fernando Haddad, quien originalmente sería su compañero de lista en la fórmula presidencial.

Las leyes electorales de Brasil impiden que una persona condenada en segunda instancia a prisión pueda presentarse a un cargo de elección popular, tal como era el caso de Lula, sentenciado a 12 años de prisión por delitos “indeterminados” de corrupción.

Hasta este incidente, Lula había aparecido como el candidato con más opciones según las encuestas, aunque sin posibilidades de lograr una victoria en primera vuelta, pero con un triunfo casi asegurado en el balotaje ante el ultraderechista Bolsonaro.

Haddad apenas aparecía en los sondeos hasta ser nombrado sucesor de Lula, pero desde ese instante su intención de voto comenzó a subir gracias al respaldo del expresidente y finalmente logró un 29.28 % de los sufragios y aseguró su paso a la segunda vuelta.

Aunque el apoyo de Lula fue fundamental para pasar a segunda ronda, este respaldo puede ser crucial para su derrota, según los analistas consultados por BioBioChile.cl.

“Lula fue decisivo para poner Haddad en la segunda vuelta, algo difícil para un candidato poco conocido como él. Pero al llegar a ese punto de la campaña, el apoyo de Lula se convirtió en un problema, por el fuerte rechazo de una parte muy grande de los brasileños al expresidente”, explica Mauricio Santoro, cientista político y analista de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.

Hasta agosto de 2018, cuando las encuestas aún incluían al exmandatario, más de un 33% de las personas declaraba que jamás votaría por Lula, siendo junto a Bolsonaro las figuras de mayor rechazo, según el estudio de Datafolha.

A medida que se acercaba la primera vuelta, la intención de votos a favor de Haddad aumentaba, pero también la de Bolsonaro, dando como resultado que el segundo estuviese a punto de ganar el pasado 7 de octubre. Un fenómeno que según especialistas se debe al rechazo que genera la figura del expresidente y el Partido de los Trabajadores, vistos como emblemas de la corrupción que ha dañado prácticamente todo el sistema político brasileño.

“Bolsonaro logró convertir la campaña en un referéndum sobre la corrupción y para la mayoría de los brasileños los crimines revelados por la Operación Lava Jato son la causa de las crisis económica que el país enfrenta. La falta de autocrítica del PT con respecto a la corrupción es un factor-clave para explicar el fuerte rechazo de muchos electores al partido”, agrega Santoro.

“Haddad intentó en la campaña para la segunda vuelta construir un frente suprapartidista, una forma de indicar que haría un gobierno más amplio. Pero no tuvo éxito.
En ese esfuerzo perdió parte del electorado que lo identificaba con Lula, heredando integralmente el rechazo a Lula y al PT”, afirma Ricardo Musse, analista y sociólogo de la Universidad de Sao Paulo.

El fantasma de Lula también impidió que otros candidatos, que han rechazado públicamente a Bolsonaro, le dieran un apoyo más activo a Haddad, destruyendo su idea de construir un “frente democrático”, inspirado en la alianza de los partidos tradicionales de Francia conocida como “frente republicano” que buscaba impedir el ingreso al Parlamento y a la Presidencia del ultraderechista Frente Nacional.

Ciro Gomes, candidato que obtuvo el tercer lugar con un 12,5 %, le entregó un apoyo crítico, sin pasar a formar parte de la campaña. Misma postura tomó la ecologista Marina Silva que apenas obtuvo un 1% y también se limitó a la figura de apoyo crítico. Ambas figuras fueron parte de los gobierno de Lula, pero en la actualidad se han distanciado del PT.

Haddad tampoco consiguió un apoyo que habría resultado clave, el del Partido de la Social Democracia Brasileña (centro derecha y con tendencias de centro izquierda), y su líder histórico, el exmandatario de Brasil, Fernando Henrique Cardoso.

El expresidente sólo ha dicho que no votaría por Bolsonaro y su partido no hizo ningún llamado y dejó en “libertad de acción” a sus militantes y/o partidarios.

Denuncia por corrupción

Aunque de momento no hay ningún juicio en su contra, el pasado 4 de septiembre, una semana antes de ser confirmado como el candidato a la Presidencia de Brasil por el PT, la fiscalía abrió una investigación contra Haddad por corrupción durante se periodo como alcalde de Sao Paulo.

Según la denuncia, Haddad habría recibido en 2012 “2,6 millones de reales [USD 1,2 millones al cambio promedio de ese año] en sobornos de la empresa UTC Engenharia S.A. para pagar deuda contraída durante la campaña electoral” que lo llevó a la alcaldía, a cambio de favorecer a la empresa en sus vínculos con la administración pública, detalla la fiscalía en su denuncia.

Haddad, también fue acusado en el mismo caso de improbidad administrativa y enriquecimiento ilícito, niega los cargos y asegura que la denuncia se basa solamente en las declaraciones de un ejecutivo de la empresa, “que cuenta sus historias de acuerdo con sus intereses”.

“Sorprende que en período electoral, una narrativa del empresario Ricardo Pessoa, de UTC, sin ninguna prueba, fundamente tres acciones propuestas por el Ministerio Público de Sao Paulo contra el exalcalde y candidato a vicepresidente de la República”, afirmó la asesoría de Haddad en un comunicado.

Las última encuesta de Datafolha da a Haddad un 47% de intención de voto, contra el 53% de Bolsonaro. Aunque ha logrado reducir la enorme diferencia que dejó la primera vuelta, parece imposible que pueda ganar el balotaje, al que llegó por el respaldo de Lula y que perdería por lo mismo.