La histórica banda alemana Kraftwerk se presentó en Chile por cuarta vez en un espectáculo que repasó su imponente legado en la música electrónica y en la cultura.

En el marco de una breve gira por Latinoamérica, la legendaria banda alemana Kraftwerk concretó el jueves su cuarta visita a Chile en un reducido pero repleto Movistar Arena, que a la mitad de su superficie habitual fue testigo de un show que repasó las cinco décadas de los “padres de la electrónica moderna” en su ecuación predilecta: una performance sonora y visual que pone en contexto su propio mito y legado, que en este caso es tan palpable y concreto como enorme y aún enigmático.

Bajo la dirección de Ralf Hütter (único integrante-fundador del cuarteto que introdujo el concepto hombre/máquina al imaginario electro-pop), los oriundos de Düsseldorf presentaron un espectáculo que cruzó los 100 minutos y que arrancó con una sutil partida en falso: en “Numbers”, la primera de la lista, cuando un desperfecto técnico hizo que Hütter desapareciera ante la vista impaciente del público.

Kraftwerk en Chile
DG Medios | Jaime Valenzuela

De vuelta, segundos después, con los cuatro envueltos en sus célebres trajes de luz, a “Numbers” se sucedieron versiones de “Computer World” y “Computer World 2”, en su primera intervención de la noche, y luego “It’s More Fun to Compute” y “Home Computer”.

Las imágenes de computadoras vintage y la estética de código binario quedan atrás en “Spacelab”, donde la masa acompaña el deambular de una nave aeroespacial que llegará a posarse, incluso, a las afueras del recinto capitalino que colinda con el Parque O’Higgins, tal como lo hizo a las afueras del Teatro Caupolicán en su visita de 2016.

Kraftwerk en Chile
DG Medios | Jaime Valenzuela | Kraftwerk

El primer hito de la noche destella con “The Man-Machine”, que presenta por primera vez los icónicos tonos rojos y negros al mismo tiempo en que las letras de “m-a-c-h-i-n-e” repercuten en un coro hipnótico, colectivo y autómata, a imagen y semejanza del arquetipo tejido por los alemanes en la época de oro de su catálogo (10 álbumes de estudio si consideramos su era “pre-Kraftwerk”, muy distinta a la posterior saga conceptual).

El viaje de un Volkswagen por un radiante paisaje de cromas en “Autobahn” agita a la audiencia cuando Hütter entona las líneas líricas y suscita una masiva respuesta; fiato que se repite en “Computer Love”. La perla del set, “The Model”, con imágenes de cine en blanco y negro, convierte al Arena en una discoteque y motiva que incluso los cuatro robots en escena delineen su único paso permitido: una marcha silenciosa y precisa con la planta del pie.

La iconografía de neón y las alarmas de radioactividad brillan y contrastan en “Neon Lights”, “Geiger Counter” y “Radioactivity”, pero todo se detiene cuando la masa pedalea por una impecable exhibición del “Tour de France”, en formato meadley, que incluye “Étape 1”, “Chrono” y “Étape 2”.

A la ruta de más de casi diez minutos de valles, montañas, pistas y carreteras proyectadas en pantalla, junto con el registro de los ciclistas y la fiesta alrededor, viene un trasbordo cortesía de Kraftwerk al “Trans Europe Express”, con “Metal on Metal” y “Abzug”.

Kraftwerk en Chile
DG Medios | Jaime Valenzuela

El cierre, antes de su primer y único “encore”, es a lo grande: “The Robots” y “Robotronik”, con la retrospectiva estética de “Die Mensch-Maschine” corriendo de fondo y miles otra vez en modo discoteca.

“Planet of Visions” y “Boing Boom Tschak” enlazada a “Music Non-Stop” marcan el fin de la presentación del colectivo europeo, que es ovacionado uno a uno cuando se retiran del escenario al estilo que dicta su impronta: meticulosamente. El último en hacerlo en Ralf Hütter, quien levanta el brazo en señal de triunfo en su primer acto arquetípicamente humano de la noche.