En el inevitable formato virtual se celebran los 58 años de vida de la cia. Teatro de la Universidad de Antofagasta, “adaptándonos a la crisis sanitaria y con desafíos y sueños por delante”, comenta desde el Norte Grande el director Raúl Rocco.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

Oriundo de la zona –“tengo las dos o tres generaciones en el cementerio, la medida que se exige, según se dice aquí”- e integrante de la compañía desde que egresó como actor, en 1981, Rocco traspasa su total identificación con el territorio y con la actividad artística que realiza, pese a la pandemia.

“En el Día del Aniversario, en cuarentena, recordamos ese 25 de agosto de 1962 y al maestro Pedro de la Barra (1912-1977), el hombre que profesionalizó nuestra compañía”, subraya el director.

Hace casi seis décadas, el también fundador del Teatro Nacional de la Universidad de Chile, en 1941, y Premio Nacional de Arte 1952, asistió al Salón de Actos del Instituto Comercial de Antofagasta a los estrenos de la farsa “El pastel y la tarta”, anónimo francés del siglo XV, y de “Pacto de medianoche”, de Isidora Aguirre.

Ambas obras marcaron el debut de la naciente compañía, fundada como Teatro del Desierto por estudiantes de Pedagogía del Centro Universitario Zona Norte Antofagasta de la Universidad de Chile, que en los 60 fue sede de la Casa de Bello.

De ese grupo inicial integran la compañía la actriz Teresa Ramos y el actor Ángel Lattus, quien se había incorporado en septiembre de 1962.

“Luego de apoyar esos montajes”, repasa Rocco la historia, “De la Barra, que estaba radicado en Arica, fue invitado a hacerse cargo del Departamento de Arte de la sede universitaria, que incluía compañía teatral, orquesta y ballet. Su objetivo era formar una compañía internacional con artistas de Perú y Bolivia”.

Hasta 1974 Pedro de la Barra mantuvo sus funciones: como consecuencia del hostigamiento que sufrió luego del golpe y el asesinato a manos de la dictadura de su hijo Alejandro y de su nuera Ana María Puga, ambos militantes del MIR, el artista se refugió en Venezuela, hasta su muerte.

“Pedro de la Barra dejó una semilla que heredaron sus discípulos, un espíritu y un ímpetu que siguen vivos gracias a la Universidad y, por supuesto, a los antofagastinos que apoyan al teatro”, sintetiza el director.

Caporal (2018),  Cía. U. de Antofagasta (c)
Caporal (2018), Cía. U. de Antofagasta (c)

Tierra natal

Cuando Raúl Rocco ingresó a estudiar Pedagogía en Castellano, en 1981, a la Universidad del Norte (hoy Universidad Catóica del Norte), la sede Antofagasta de la U. de Chile se fusionó con la sede de la UTE (U. Técnica del Estado), creándose la actual Universidad de Antofagasta.

¿Perjudicó al teatro la jibarización de la U. de Chile, al perder esta sede?

“Creo que no, porque se mantuvo su influjo en nuestra compañía: seguimos en contacto y nos apoyan en diversas actividades como talleres, cursos de perfeccionamiento, convenios vigentes, etc. Nacimos de allí”.

Decías que De la Barra profesionalizó la actividad escénica…

“Fue fundamental para mover el teatro en la región. Hoy, los grupos están de una u otra manera conectados con la compañía. Ni siquiera en época de dictadura eso se perdió. Hubo montajes anuales y teatro independiente, además de nosotros.

“La motivación por el teatro no es en otros lugares de Chile como en Antofagasta. Ha ayudado mucho que hayan vuelto a la ciudad natal, numerosos artistas que fueron a estudiar a Santiago.

“Con el regreso a la democracia creció tanto el interés que hoy tenemos escuela de teatro en la Universidad y existen grupos grandes y más chicos que hacen su trabajo escénico.

“Pienso que la profesionalización ha ido creciendo, acorde con los tiempos. Nuestro trabajo escénico está a la altura del país y nos hemos destacado en el exterior. La tecnología digital ha ido emparejando un poco el desarrollo. En estos 58 años, el apoyo de la Universidad ha sido fundamental.

Orquesta de señoritas (1992), Cía. U. de Antofagasta (c)
Orquesta de señoritas (1992), Cía. U. de Antofagasta (c)

Mirar lejos

¿Cuáles son los desafíos que vienen?

“Hay uno importantísimo, pendiente hace varios años: la Restauración y Puesta en Valor del Edificio Pedro de la Barra, la sede de nuestra compañía, ubicada en Condell con Baquedano, en pleno centro.

“En este Monumento Nacional, Patrimonio Histórico funcionó una primera escuela, en 1884, inaugurada en 1886 por el Presidente Balmaceda y bailando un pie de cueca.

“La iniciativa la inició Ángel Lattus, la continuó Alberto Olguín, ambos ex directores de la compañía. Tenemos financiamiento y diseño aprobado: en mi etapa corresponden las obras que la pandemia ha retrasado”.

¿Y en lo teatral?

“El desafío está asociado a la Restauración que mencioné: enfrentar la crisis que ha provocado la reducción del elenco. Algunos han ido jubilando y hoy somos cinco actores y otros cinco entre personal técnico y administrativo.

“La Universidad nos apoya, pero no se han dado las condiciones para renovar o reforzar el elenco… que significa contratar actores y actrices para darle continuidad a las temporadas y que no haya que reemplazarlos o matar los montajes. La esperanza está en la Restauración, porque incluye tener un elenco que asegure su continuidad”.

¿Cómo valoras la autonomía que tiene la compañía?

“Garantiza un funcionamiento propio y específico. Ahora tenemos la Escuela de Teatro, nuestro semillero. Los egresados dan sus exámenes y hacen la práctica con nosotros y también podrían integrarse al elenco.

“Queremos que ellos hablen de nuestra identidad nortina, proyecten nuestra historia ininterrumpida como teatro de Antofagasta y valoren tanto la influencia del maestro Pedro de la Barra como el reconocimiento que tenemos de la gente.

“En medio de la pandemia, sin público directo, mostramos nuestro trabajo, aunque ha sido muy difícil. Hemos tenido que abordar la tecnología digital que, creo, seguiremos usando cuando todo se normalice, en función de mantener y acrecentar el vínculo de los antofagastinos con el teatro”.

Programación de aniversarios: www.teatrouantof.com