“Es precisamente con la vejez, la pérdida o la tragedia personal cuando, tradicionalmente, la dimensión espiritual entra en la vida de la gente. Es decir, su propósito interior solo emerge a medida que su propósito exterior se va hundiendo y la concha del ego empieza a resquebrajarse.” Eckhart Tolle
Entrevista a Antonio Becerro por Samuel Toro
Ciclo de entrevistas en cuarentena Nro. 1
La presente entrevista tiene su origen en conversaciones en cuarentena, donde el sonido de un brindis se apagaba en las transducciones de las interfaces digitales del video chat. Conversamos ciertos temas que consideramos importantes en las artes hoy en día. El “silencio” de las producciones presenciales en las artes, debido a la pandemia, despertaba los ánimos para idear un formato de entrevista, la cual se presenta como la primera de un intento de ciclo de varias que relacionen a artistas e intelectuales en el complejo contexto actual que involucra variedad de dimensiones, muchas de las cuales, quizá no vemos con claridad en estos momentos.
Pero ¿Qué pasa con lo poético? ¿Nos alerta de algo en un sentido diferente de la vida como un tipo de expresión humana no, necesariamente, relacionada con el acontecer empírico? Recuerdo una de las conversaciones con Antonio donde me contó que cuando era cartero en el centro de Santiago, para tomar atajos y hacer más entretenida su ruta entró por la Alameda a la Biblioteca Nacional y se encontró en el pasillo azul con un poema de Jorge Tellier que decía: Un hombre solo en una casa sola, no tiene deseos de encender el fuego, no tiene deseos de dormir o estar despierto, un hombre solo en una casa enferma, no quiere oír más la palabra futuro… Ese poema lo envió de inmediato a su casa, no pudo seguir su trayecto por el centro de Santiago debido a la conminación poética. ¿Es la poesía una de las posibles formas de movernos de maneras diferentes y desviar los rumbos adquiridos? Pero, la pregunta va hacia si esto es posible no solo en artistas como Becerro, sino en un pueblo que no solo se emocione o llore con un éxito musical o una película directa, sino que esa obra pudiera cambiar el rumbo de las condiciones de la realidad y acontecimiento de las personas.
Samuel Toro: Antonio, cuando se inició la revuelta social en Chile en octubre del 2019 no te encontrabas en Chile. Luego regresas, con una agenda muy abundante para La Perrera y se inicia la extraordinaria pandemia a nivel global. Me podrías contar, en tus términos, ¿cómo fue la experiencia al enterarte de lo que sucedía en Chile cuando estabas en Rumania y luego el hecho de comenzar a vivir la experiencia, en Chile, como artista y gestor con la actual pandemia?
Antonio Becerro: Me fui con la sensación de ahogo, de asfixia de Chile y con la idea de que algo pasaría. Ese Chile reciente estaba mal, todo mal. Si estamos en esta crisis es por lo mismo. Su modelo cultural y económico no daba más ni siquiera para los que resurgían o triunfaban en la superficialidad del modelo. Puesto que no tenía sentido, ni siquiera con quien compartirlo, me refiero ¿Para qué y con quiénes? Pocos y algunos creían tenerlo todo o casi todo. De modo que cuando vi las primeras imágenes de los tanques bajando por las calles fue asombros por decir los menos. Sentí un ánimo contradictorio debido a que por fin algo se rompió. Si el gobierno de Piñera sacó a los militares es porque lo que ocurrió fue, de verdad, una insurrección popular sin colores políticos, porque a esas alturas todo paradigma estaba en el suelo. Para mí que andaba perdido en la ciudad Timisora, Rumania, algo de ciencia-ficción tenía la imagen y me quedó dando vueltas en la cabeza la pregunta ¿Quiénes tomaron la decisión y cómo y hacia dónde vamos? La pandemia también siento que es parte de ese ahogo, pero que viene desde la naturaleza más mínima microscópica al ojo humano y es una respuesta contra el hombre y su expansión devastadora sobre su propia casa. El acantilado de la humanidad se lo ha fabricado sólo con todo el empeño de su soberbia.
Samuel Toro: En tu experiencia, en tanto gestor y artista, ¿cómo canalizas o distribuyes las “pulsiones” de un contexto como el que vivimos en los procesos truncados de la gestión física y la relación como artista con los otros?
Antonio Becerro: No me considero gestor, más bien hago producción aplicada a cada proyecto que emprendo o asumo como trabajo individual o colectivo. Son desafíos. No sirve de nada ir adelante en un país como este, no sirve de nada avisar puesto que los que sobrevivimos siempre tenemos que reinventarnos. En lo personal yo puedo pasar largos periodos de aislamiento y en silencio, que es un poco mi naturaleza. Le saco sus buenas chances a la locura de la incertidumbre y sus antojos. El cuerpo tendrá que esperar pues este comienza a pedir, exigir, y algunas cosas aún se las puedes dar pero otras no, por otro lado el diálogo con uno mismo y ese cuerpo físico estético comienza con un desasosiego que te enreda y desenreda a la vez. El cuerpo físico y el mental toman conciencia ahora de que no están siempre del todo de acuerdo o calibrados en una misma dirección sus tendencias, tampoco son unilaterales o binarias. Algunos descubrirán que la relación con el cuerpo se convierte a fuerza en un laboratorio en estas condiciones. Una relación del cuerpo estético al servicio del cuerpo ético con la espacialidad. La casa que habitamos se podría convertir en una especie de cápsula en donde lo íntimo que habita en el cuerpo, y su relación con el espacio, alude a los diferentes planos del diálogo, de la realidad con uno mismo y con la otredad. La casa y las cosas que la adornan podrían ser una escenografía con un tiempo y espacio sociológico que, llevado al cuerpo y sus dimensiones físicas, son sólo una prolongación mecánica con sus movimientos, en donde convergen otras perspectivas que no se habían vivido como experiencia escénica en los diferentes planos del diálogo: cuerpo físico, cuerpo mental, cuerpo ideológico, cuerpo moral con lo íntimo, donde se pueden extraviar y perder las “señales de rutas”, como decía Juan Luis Martínez. Cuando todo esto se acabe, si es que se acaba, el cuerpo tratará de ser el mismo de antes y el desafío del aprendizaje del encierro será regresar a la vida desde la radicalidad del cuerpo, desenredar el cuerpo como laberinto.
Respecto de la relación con los otros artistas para mi es la misma de siempre, creo que cada uno, como todo ser humano, está viviendo su propia experiencia. Cuando uno no quiere ver la verdad, ésta se manifiesta de otra manera, de distintas maneras. Muchos tienen la esperanza y creen que después de ésto seremos mejores como sociedad, que seremos más solidarios, más empáticos para construir un mundo más cooperativo, más conscientes de nosotros mismos y de la naturaleza. No creo eso. El problema, justamente, es que somos muy conscientes de nosotros mismos y el capitalismo nos tiene adiestrados al consumo de manera tal que es probable que volvamos a una realidad muy parecida a la que se tenía, por lo menos en Chile antes del 18 de octubre de 2019. El capitalismo, en épocas de crisis como la segunda guerra mundial, los terremotos o las pestes, se fortalece. Lo que sí creo es que algo se sacará, algo digo, en el sentido de que cómo no se va a sacar alguna conclusión que permita el despertar al cual nos dirigíamos. Por último no sólo ver las cosas de otra manera, sino que no dejar que pase lo mismo de siempre. Este golpe al sistema y su modelo económico ratificóio la ineficacia de la burocracia, las desigualdades del clasissmo y sus diferentes matices.
Samuel Toro: Consideras que el arte o los artistas, tanto chilenos, latinoamericanos, o de cualquier parte, pueden incidir, sobre todo en las condiciones actuales, para algún tipo de “ayuda” directa o contribución crítica “realista” en un estado de emergencia mundial como el actual?
Antonio Becerro: Si, por supuesto los artistas a veces hacen aportes desde lo abstracto o muy literalmente sin siquiera planteárselo así, o darse cuenta de ello. Si pensamos en el arte como una actividad humana que conecta y hace cruces es muy probable que su aporte sea justamente el silencio y este retiro, para reflexionar, ordenar y meter el dedo en la herida. Este receso es ideal para convenir las libertades del cerebro humano y sus complejidades éticas, para no delimitar el accionar del arte y sus consecuencias, y disfrutar de complicidades mientras podamos, porque si los poderosos deciden cortarnos Internet o restringirlo por horarios UF!!!. Mejor no hablar de ciertas cosas. El arte, como actividad humanista reivindicadora, siempre será incontrolable y crítico, porque, por más educado y vendido que se ponga el ser humano, el artista siempre volverá a lo orgánico, y lo orgánico es la urgencia colorada. El instinto y los otros sentidos entran a escena si es que piensas y reúnes tus ideas para servirse del arte como dispositivo emancipador frente al mal gobierno que tenemos por ejemplo. Hay que cuestionarlo todo, el lenguaje del idioma que nos tocó, nuestros credos, nuestras fuentes, etc, todas fueron inyecciones culturales a la fuerza. No hay que aferrase a nada y no caer en la desesperación contradictoria de ser vanguardista al servicio del mercado. Parte importante de los cuestionamientos que debemos hacernos es sobre nuestra formación y sus pilares, la cual está forjada en base a una sola visión y es la del triunfador y los vencidos, por tanto la arrogancia y la soberbia del mundo de hoy está fuera de control.
Samuel Toro: Tú no eres un artista que trabaje temática y formalmente con lo que se suele llamar “nuevos medios”, los cuales son parte de las herramientas mínimas que se empiezan a masificar más que antes dada la distancia física que se debería mantener (acá hay dos preguntas juntas). Como creador de la “vieja escuela”, cómo te relacionas con este contexto tecnológico “obligado” y, a la vez, la indigencia y pobreza de muchxs artistas (y no solo artistas) que ni siquiera tienen conexión como lo que pasó hace poco en el sur de Chile en una inundación de un pueblo el cual no tenían conectividad para vincularse lo más pronto posible a redes de ayuda o, al menos, de vinculación apropiada. Sé que puedes pensar en una respuesta integrada en lo que concierne a artistas y población en general dentro de sus necesidades materiales básicas y simbólicas subjetivas que quizá se piense que ahora no se necesitan por la urgencia de lo primero.
Antonio Becerro: El otro día un artista que está haciendo un doctorado me dijo que yo aparecía citado en un libro como uno de los artistas que usaba la temática de los perros como bandera de lucha en las artes visuales de Chile. Es algo que no podría describir, es muy profundo, me supera mi relación con ese inteligente y frágil animal. Para mí Internet y las redes son un medio de extensión de la obra como mecanismo reivindicador de un discurso crítico desde el sitio eriazo de las artes en lo nacional. La obra como territorio y representación de una realidad. Mis instrumentos siempre están sucios porque están en uso, todo esto con el propósito de abrir espacios de reflexión, generando ciertamente una provocación. Ahora bien, yo no satanizo para nada la tecnología. Incluso creo que da una posible salida al deseo, al cuerpo, y puede ser el antídoto para una serie de psicopatías que se están manifestando de la peor manera en lo presencial. Imagínate la cantidad de abusos y el deterioro de la salud mental que se anidó en esta cuarentena.
Los cíclopes tecnológicos y sus entes invisibles seguramente tienen un plan muy organizado, preciso y más o menos claro de cómo será la “realidad pos coronavirus”. Todo se perfila con la idea de un cerebro conectado, para plantear la relación sin prejuicios, la correspondencia morbosa entre lo vivo y lo artificial. El ser artífico, el nuevo biorobot (Organismo dependiente de aparatos y cosas que lo hacen funcionar). Nuestros cerebros compartiendo directamente a experiencias con una singularidad, una divina autoconciencia colectiva. Conectado, siempre conectado y, más aun, interconectado (prefijo “Inter” tiene su origen en el latín e indica “dentro de, en medio de o entre”). El teletrabajo, las clases grabadas, las reuniones por Zoom, los nuevos programas, los softwares, hardwares, los nuevos chips, incluso los video juegos y los celulares inteligentes son ejercicios para concientizarnos de que somos parte de un todo programado en un mundo en el que se le viene un cambio climático devastador y apocalíptico. Para nosotros es la tecnología de punta llevada a lo cotidiano, pero son pequeños ensayos para el futuro que ya está aquí.
Samuel Toro: Cuando se ha trabajado en un modelo cultural por 25 años y, de un momento a otro, es posible que cambien muchas cosas a través de una gran crisis global, ¿qué imaginas como una(s) nueva(s) manera(s) de convivir (y sobrevivir) con esta realidad?
Antonio Becerro: La Perrera Arte cumple 25 años de un modelo de supervivencia. A ratos creo que el Centro Experimental es mi obra maestra aún por concluirse, porque siempre está cambiando cuando se piensa lo que es, si la abordas y clasificas ya es otra cosa por su naturaleza cambiante, como la mía. No es fácil de seguir o atrapar. Por sobre todo, como siempre lo hemos intentado, leemos el presente con lucidez. La adaptación a vivir es una constante, sólo que ésta que imponen los nuevos medios como forma de vida sí o sí, poniendo al presente como algo del siglo pasado es inquietante. La relación con algunos hackers me ha dado luces, el problema soy yo que no quiero aprender más, ya no tengo tiempo. Mi cerebro se disparó y no lo puedo evitar.
Respecto de la crisis, ésta no es más para nosotros que la continuidad de la precarización habitual a la que estamos acostumbrados y lo digo por todos los artistas y la cultura que está realmente afectada económicamente pero con una contradicción existencial rotunda ¿Para qué sirve el arte? ¿De qué sirven los espacios mega culturales? ¿Cuál es el propósito real de estos espacios ahora vacíos de público y contenidos? ¿El arte es la contemplación estética del alma sólo para algunos? ¿Los artistas comerciales de hoy son todos aquellos que están al servicio del modelo neoliberal? En fin, algunos tratan de escapar a cualquier clasificación y buscan alternativas de gestión y producción para sus obras y lo logran. En todas partes del mundo hay estrategias alternativas que se están revaluando. Pero es impresionante como el modelo capitalista banaliza estos términos y sus contenidos los trasforma como un factor que completa el mecanismo del sistema, y este los maneja como una “curiosidad interesante”. El modelo comercializa todo y todo es un slogan comercial. Llevado este principio al arte y sus producciones, el modelo capitalista neoliberal fija incluso los márgenes en el arte contemporáneo a través de los operadores y sus élites, que hoy, más que nunca, son las decadencias que representan la crisis moral en el mundo entero. En el caso específico de Chile las élites son clases con privilegios más allá del color político que visten pues representan un solo pelaje. Estas entidades se alimentan de nuestras separaciones, de nuestra falta de recursos y de las debilidades del ego que hoy por hoy no es otra cosa que el individualismo. Por el contrario el modelo de Perrera Arte se completa con el otro.
Samuel Toro: En esta lógica tú hablas de la mayoría, pero hay artistas y gestores que el modelo les “funciona”. Este supuesto acomodamiento de un pequeño grupo podría considerarse como privilegio, pero, ¿privilegiado de qué realmente? ¿Qué reflexión tienes de este tipo de diferencias que en Chile no es tan notoria como en los países de un mercado e industrialización cultural dura del arte contemporáneo?
Antonio Becerro: Claro, funciona como un negocio ramplón, como lo políticamente correcto y funcional al factor que completa la trenza: Universidad, curador/editor, venta y medios. Al viejo eslogan “consumir, producir, trabajar, individualizar”. Hoy habría que agregarle “reproducir”. Es una mecánica de ingresos, con aspiraciones culturales superficiales sin ningún riesgo en donde la arrogancia del éxito es una medida que los faculta frente a sus pares dentro de la doctrina económica del capitalismo. Los asuntos comerciales y los negocios asociados de las élites de centro izquierda los valida en sus mercados y los empodera como instrumentos del sistema capitalista. En el modo de ellos es más importante la gestión de contenidos que el contenido mismo.
Samuel Toro: ¿Consideras que, dadas las urgencias de mundo en que nos encontramos, el arte debiese tomar una actitud más activa e incluso agresiva para con las injusticias, las nuevas relaciones de las que se nos excluye, las decisiones políticas relevantes, etc? Tú te has caracterizado por tener un estilo temperamental frontal, el cuál podría verse agresivo a veces ¿Es algo que te desborda o lo aprovechas como pulsión creativa y/o política?
Antonio Becerro: Si, a veces lo hago conscientemente para remover el gallinero Culturoso. Otras porque me espanta la pasividad, la condescendencia o el silencio frente a los hechos de la contingencia, lo que me hace pensar que son cómplices, gueones muy pencas o fascistas encubiertos bajo el nombre de la cultura. Otras veces es porque estoy ebrio y me levanto con pesadillas. Otras porque tengo ganas de opinar sobre algún pensamiento en las redes sociales, al fin y al cabo este medio resulta ser emocional, de descarga inmediata, lo subes para ti, y es para todos, queda ahí como un stencil sin permiso. De modo que reconozco que he sido a veces muy pasional, básico, letal y bruto. Siento haber herido susceptibilidades. Recuerdo que una vez puse en mi perfil de Facebook: “En Chile casi no quedan intelectuales”. Algunos se ofendieron tanto que me bloquearon, otros me insultaron defendiendo su honor. Cuando escribía textos en los muros de las calles del centro de Santiago en los años noventa firmaba como: “Removedor cultural”.
Samuel Toro: En una de las conversaciones que tuvimos, antes de hacerte esta entrevista, nos interrogamos por la cualidad de lxs artistas en tanto una comparación con ciertas generaciones artísticas donde la potencia crítica/creadora emergía con un vigor que hoy en día cuesta más encontrar. Desde tu experiencia y opinión personal, ¿destacarías artistas particulares?
Antonio Becerro: Si, algunos. Más allá de retoricas definiciones de lo critico, lo político o el arte de reclamo. Me gusta la obra del chino Ai Weiwei. Lamentablemente cuando mostró su obra en Chile no tuvo ninguna repercusión interesante o alguna crítica que valiera la pena, fue como un espectáculo más dentro de la oferta cultural del modelo. Como artista activista y disidente al neoliberalismo, al parecer el artista chino no tuvo idea en donde estuvo parado, ni que pasó. Me gusta también la obra pictórica del chileno Jorge Tacla y las intervenciones de Alfredo Jaar.
De los artistas actuales en Chile me interesa y me gusta mucho el trabajo y la obra urbana Caiozzama con sus Street Art, una especie de collage. Es un artista motivado que despliega su obra en la ciudad, escoge muy bien los muros, siempre está atento al “sudor de la calle”. Sus terminaciones son muy finas y le quita la complejidad de interpretaciones al arte al presentarlo en la calle. Muy interesante el trabajo lumínico de Delight Lab, más allá de lo espectacular de la proyección, tal cual lo dice su nombre, es un deleite ver sus obras haikus tercermundistas y saber que estos artista intervendrán con mensajes claros, metáforas y denuncias, donde todos los veremos o lo sabremos, es decir, no pasará desapercibida. Mmm… Claudio Correa, Bernardo Oyarzún y Zaida González. Hay buenos videístas y algunos artistas sonoros en las regiones muy potentes, así también como grandes performances como Samuel Ibarra o Condemarzo. Hay muchos artistas que son muy arriesgados con sus propuestas y consecuentes con su búsqueda e intervención, en ellos pongo la mirada.
Samuel Toro: En relación a la pregunta anterior ¿Qué importancia le das hoy en día a posibles legados (si es que se pueden considerar como tales) de artistas mujeres que marcaron, de alguna manera, ciertas rutas vinculadas a “verdaderos” compromisos en su quehacer y lo político, pero que no son tan recordadas, o más bien reconocidas, en comparación con los artistas hombres? Sólo recordemos, como ejemplo, los premios nacionales de literatura y arte en Chile. En literatura, desde 1942 hasta la fecha se han premiado 49 hombres y 5 mujeres. En artes, desde 1944 hasta la fecha, 21 hombres y 6 mujeres.
Antonio Becerro: Hay muchas razones y factores, pero creo que la principal fue la persecución y la aniquilación de las dictaduras en todo el mundo y en especial en América Latina, sobre todo en Chile, donde Pinochet dio rienda suelta a la persecución contra los artistas y su legado.
Pero esto no es aislado, viene de mucho antes, está arraigado en la columna vertebral del machismo chileno y sus clases dominantes.
No te olvides que las dos grandes artistas Gabriela Mistral y Violeta Parra que fueron menospreciadas y censuradas en su época por políticos e intelectuales chilenos influyentes. Gabriela Mistral fue ninguneada en varias ocasiones y marginada por los intelectuales de izquierda de su época que la dejaron fuera de la primera antología de la poesía chilena.
De igual modo, o peor, es el caso de la gran Violeta Parra, que no se suicidó por amor sino por el abandono y el pago de Chile que deprime a cualquiera, como lo que vivimos hoy.
Tal vez se pudo haber evitado el suicidio, pero muchos intelectuales de los que estuvieron al lado de la artista vanguardista de la época, deliberadamente la clasificaron de folclorista en términos peyorativos por el afán de ella a los mundos y lenguajes populares. Para la clase culta, que siempre se ha sentido europea, Violeta Parra era una mujer popular virtuosa con talento para la música y sus versos. La responsabilidad y el mal manejo de los estudiosos ilustrados y aduladores de Violeta Parra y su familia son los mismos de ayer. Yo no soy entendido en el maestro Gastón Soublette, ni menos en la relación que tuvo con Violeta, pero él, al igual que otros, como “grupete culto”, que manejan sus redes, se acomodaron “estudiándola” sólo como un fenómeno desde afuera, como si fuera un virus para no contagiarse.
Creo que Violeta Parra los definió muy bien en sus versos: “Yo no sé porque mi Dios, le regala con largueza, sombrero con tanta cinta, a quien no tienen cabeza”.
Una vez conversé de este tema, largamente, con Mónica Echeverría en su casa y recuerdo que concluíamos que la mentalidad fascista de los chilenos es por costumbre colonial y no permite el desarrollo de ideas propias y sus libertades, ni menos quienes las promueven con su arte en una sociedad castrense y colonial.
En la actualidad los artistas sometidos al sistema domestican la subjetividad y generan una visualidad soft, sin peso gravitacional, no permiten la crítica y la discusión como un buen comienzo para el espacio del otro y el desarrollo propio. Ahí tienes las universidades que antes eran el anhelo de un futuro esplendor en términos de una “educación” empoderada con una posición social. Hoy el modelo se encargó de acabar con el mito del título universitario como fuente del saber y del poder. Más bien se han convertido en espacios de reproducción técnica de algunos conocimientos y, con suerte, algunos saberes. No todos pero la mayoría de los académicos son muy cautelosos y astutos. Su endogamia fáctica está decorada de licenciaturas, doctorados como medallas de generales sin guerra. Otros son como relatores de carreras de caballos y predicadores evangélicos que arrancan del diablo como si un perro les mordiera el culo. Otros de mayor valor igual son cobardes.
Samuel Toro: ¿Te interesa terminar esta entrevista con algún punto aparte o puntos seguidos…?
Antonio Becerro: Si, en vez del distanciamiento social, propongo una taxidermia social, para que la gente idiota se quede quieta, silenciosa y sin moverse, en sus lugares. Solo así se volverá a respetar el metro cuadrado que nos corresponde a cada uno por haber nacido.