Lo conocí –o más bien lo ví- varias veces cuando colaboré en la construcción del Memorial de Paine. Me tocó ir durante algunos años -unas 40 o 50 veces- a trabajar con familiares de víctimas, facilitando el diseño y luego la realización de los mosaicos de algunos de los 70 detenidos desaparecido de la zona.

En ese proceso, lo vi varias veces. Siempre sereno, atento con los familiares, cariñoso, con tiempo para todos. Se esforzaba por pasar desapercibido, por no ser el centro, a pesar que todos sabíamos que él había sido muchas veces el centro y posiblemente la única esperanza de esas familias a las que desde un principio ayudó, convencido que juntos podían llegar a la verdad y a la justicia.

Él conocía a algunos de ellos desde antes del Golpe de Estado. Y desde el primer momento los representó ante Tribunales, sabiendo que todo era casi inútil, pero que algún día llegaría la verdad y, quizás, la justicia.

Sin ser de izquierda –ni del Gobierno de la Unidad Popular-, no se confundió entre ideas políticas y la dignidad de esas personas humildes. Democratacristiano y Católico, no se extravió, no se perdió, y tuvo sus valores -cristianos, democráticos, y los Derechos Humanos- como guías.

Cuando don Andrés Aylwin llegaba se sentía el respeto, la admiración, el agradecimiento. Algo profundo, casi devocional, porque muchos tenían claro que él fue fundamental en los años más difíciles.

En sus gestos, en su actitud, había una austeridad respetuosa de esa gente humilde. Y sus gestiones y su acompañamiento fueron inflexibles.

“He vivido con mucha emoción el trabajo que ustedes están haciendo… todo esto es un mensaje ético muy profundo que desde aquí sale hacia el camino, sale hacia Paine y recorre todo el mundo” dijo Andrés Aylwin el día de la Inauguración del Memorial Paine (de la memoria de la Corporación Memorial Paine)

Un par de veces lo encontré, estos últimos años, en el metro, cerca de las estaciones de la Universidad Católica o Baquedano, como un ciudadano cualquiera. Se le veía cansado, irradiando bondad.

Esas veces pensé en Clotario Blest, en Mariano Puga, en Gastón Soublette.

Cuánto le dio al país en esa lucha constante por la dignidad y los Derechos Humanos de los más humildes, en particular a las familias de esos campesinos de Paine, la mayoría sin militancia política, sin redes de apoyo de ningún tipo.

Un gran ejemplo.