Con una voz privilegiada y personalidad exuberante, la cantante chilena Rosita Serrano se convirtió en una diva en la Alemania Nazi, donde el mismísimo Adolf Hitler y los jerarcas del tercer Reich se rindieron a sus caprichos, según un libro recién publicado en Chile.

Cuando en 1937 Alemania era dominada por el Tercer Reich, con Adolf Hitler a la cabeza, la inigualable voz de Rosita Serrano se escuchaba en las principales radios de Berlín, donde vivió junto a su madre Sofía del Campo, por entonces una famosa cantante de ópera que actuaba en los principales teatros del viejo continente.

Nacida en la localidad de Quilpué, en el centro de Chile, en 1912, María Aldunate Del Campo -su verdadero nombre- con 18 años comenzó una carrera internacional por Brasil, España, Portugal, hasta que en 1936 recaló en Alemania donde su particular belleza, su 1,78 m de altura, pero principalmente su avasalladora personalidad, le permitieron convertirse en una estrella.

Su debut en Alemania fue nada menos que en el Wintergarten Varieté, el más importante teatro de espectáculos a finales de la década del 30, en que cantó en español ya que su alemán no era bueno. Fue allí donde tuvo su primer encuentro con Adolf Hitler, quien quedó deslumbrado por la voz de Rosita, a quien tras su actuación fue a conocer personalmente.

Hitler la felicitó por su actuación pero le pidió que la próxima vez cantara en alemán”, afirmó el escritor y periodista Maximiliano Misa, quien junto a su colega Mariana Marusic, acaban de lanzar el libro Rosita Serrano la cantante chilena del Tercer Reich.

‘El Ruiseñor Chileno’ como era conocida en Alemania accedió a la petición de Hitler y se ganó los favores del Tercer Reich, que rápidamente la convirtió en una diva y le permitió lujos a los que sólo podía acceder la jerarquía nazi, que a cambio, usó su imagen como cantante latinoamericana para contradecir las acusaciones de xenofobia.

Rosita fumaba, se maquillaba e incluso le exigió al propio Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda, que hiciera las gestiones para que un cantante con el que debía estrenar un espectáculo y quien había sido enviado al ejército, “le fuera devuelto”, lo que le fue concedido.

Rosita era la única persona en toda Alemania a quien la Mercedez Benz le fabricó una réplica del automóvil que tenía Hitler. Tenía una personalidad extravagante, que los nazis soportaban pero que estaba lejos del estereotipo de mujer que pretendían“, afirma Misa.

Entre 1937 y 1942, en medio de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, las canciones de Rosita competían en audiencia en las radios con los discursos de Hitler. También participó en decenas de películas con las estrellas del cine alemán.

Entre sus admiradores también se contaba el ‘Duce’ italiano Benito Mussolini y el dictador chileno Augusto Pinochet.

La ruptura con los nazis

Rosita nunca manifestó en público su respaldo a los nazis y pese a que en sus presentaciones llevaba un águila nazi colgada en su ropa siempre aclaró que ella “cantaba para el pueblo alemán“. En paralelo, la Gestapo sospechaba que Rosita participaba en actividades en favor de los judíos.

Mientras yo cantaba para Hitler, Goering (comandante de la fuerza aérea de la Alemana Nazi) y Goebbels, escondí a cientos de judíos a quienes salvé la vida“, declaró Rosita a su sobrina Isabel Aldunate, a quien le dio su testimonio en un documental sobre la vida de la cantante.

La ruptura definitiva con los nazis se produjo en 1943, cuando Rosita viajó a Suecia para cantar ante un grupo de refugiados judíos, causando el repudio de Hitler, quien la declaró ‘persona no grata’ y ordenó requisar su fortuna.

El estigma nazi

Tras la caída de Hitler, Rosita volvió de Suecia a Alemania para continuar su carrera pero el estigma de haber sido una cantante de los nazis le cerró las puertas.

Incluso, Walt Disney la invitó en Estados Unidos a grabar la música de la película ‘La Cenicienta’ pero finalmente fue la voz de otra cantante la que fue utilizada debido a supuestas presiones de empresarios judíos influyentes en Hollywood, según recuerda uno de los autores del libro.

Rosita se casó con un millonario egipcio que perdió toda su fortuna en 1952 luego del golpe de estado al rey Faruq de Egipto. Contrajo nupcias otras dos veces pero nunca tuvo hijos. Retornó a Chile en 1991, donde murió en 1997 en la miseria.