Basado en la mitología de Sísifo, esta obra sin diálogos, casi sin música destaca por su belleza, la composición de las escenas, la limpieza y pulcritud contrastados con el drama, el sufrimiento, el sinsentido del mito, pero con claros y evidentes guiños a la realidad actual.
Sísifo engañó a la muerte y, por eso, los dioses lo castigan a subir una gran roca a la cima de una montaña. Al llegar a la cumbre, la roca cae para que Sísifo, por la eternidad y con la inmortalidad lograda como castigo, vuelva a subirla.
Esta obra de Dimitris Papaioannou (artista visual, de artes performáticas como director, coreógrafo y responsable de la apertura de los Juegos Olímpicos de Atenas), es de una belleza –mezcla de sencillez y efectos notables- sublime, poética, lo que pone esperanza en un mundo de, sufrimiento y sinsentido que se va enlazando –con pequeños y sutiles guiños- con la realidad actual.
Una propuesta que permite múltiples lecturas, abriendo y abriendo posibles interpretaciones, relaciones con imágenes y vivencias personales que transforman a Still LIfe en una obra múltiple, infinita.
Sísifo como metáfora de la humanidad, la construcción y destrucción continua se sueños, la explotación humana, la Medusa, la diosa parada sobre el culo de un obrero, el Olimpo aplastando el mundo de los humanos, el trabajo frenético sin sentido son sólo algunas posibles lecturas de una obra que, a todas luces, tiene una ácida sobre la situación política y social actual… aunque puede ser una simple opinión personal.
Al final, los actores se bajan del escenario y, con el teatro iluminado comen… una escena que hace pensar en nosotros –público- como parte del Olimpo que explota y aliena a la humanidad o como una invitación a recuperar el sentido de la vida en el compartir, en la amistad.