Con el avance de la tecnología y los dispositivos móviles, se ha extendido una nueva tendencia -sobre todo en los adolescentes- llamada “sexting”, que consiste en el envío de fotografías y/o videos provocativos a alguien de “confianza”. Esta situación mantiene en alerta a cientos de padres alrededor del mundo.

La aparición de plataformas de mensajería con caducidad, es decir, que los mensajes se autodestruyen después de un tiempo determinado, han ayudado a expandir esta práctica en los jóvenes, quienes por desconocimiento, no ven nada malo en enviar estas imágenes. Sin embargo, muchas veces ignoran que las fotografías o videos pueden ser robados o caer en manos equivocadas y así comenzar a circular por internet.

Y pese a que la difusión de contenido de carácter erótico donde se ven involucrados adolescentes, se considera un delito y está penado por la ley, los ciberdelincuentes las comparten sin escrúpulos.

Un ejemplo que demuestra la masificación del sexting, es lo ocurrido hace unos meses en el condado de Louisa, en Virginia, Estados Unidos, donde los habitantes del lugar manifestaron su sorpresa al enterarse de la existencia de un círculo de sexting entre los adolescentes de la zona, tal como consigna el medio estadounidense National Public Radio.

Más tarde, cuando se les consultó a los estudiantes de County High School, cuántos de ellos habían intercambiado fotografías o videos sugerentes, la respuesta de muchos de ellos fue “todo el mundo”.

Es por eso que la escritora Hanna Rosin, escribió sobre este tema para la revista norteamericana The Atlantic, preguntándose si como padres deberían sentirse alarmados por el sexting, o tomarlo sólo como una etapa normal en la experimentación sexual de los adolescentes. La autora además aborda cuestionamientos tales como ¿por qué tantos adolescentes envían fotos desnudos? ¿Cuánto del sexting adolescente tiene que ver con el sexo real? ¿Cómo deben responder ante esta situación los padres y las comunidades?

Para responder la pregunta de por qué los adolescentes envían estas fotografías, Rosin señala que en el caso particular de los alumnos de County High School, esto ha tomado otro sentido, transformándose en una “moneda social”.

Si bien Rosin señala que tanto chicos y chicas envían imágenes de este tipo, son las mujeres las que se esfuerzan más al tomarse una fotografía, con tal que sea perfecta y logren emular a revistas o estrellas del pop, por lo que envían estas imágenes casi con orgullo, sin pensar que las fotografías pueden caer en las manos equivocadas.

La autora señala además que una alumna de la escuela describió la situación, indicando que los chicos recolectan estas fotografías “como si fueran tarjetas de béisbol o cartas Pokemon”, pero que en realidad no toman eso en serio, ni tampoco forma parte importante de la vida sexual de los adolescentes, agregando que “es genial tener una fotografía que nadie más tiene, es una moneda social, una especia de trampolín para la fantasía”.

Rosin también agrega que en internet existe tanto porno, que los adolescentes ven estas fotografías como algo diferente, observan las imágenes por un par de segundos (antes que el mensaje se ‘autodestruya’), por lo que el intercambio de estos mensajes se transforma en mera diversión, según la autora no lo ven como algo real, sino como una especie de broma.

Hanna Rosin, también se refiere al momento en que los chicos terminan sus deberes escolares, ya han cenado y compartido con sus familias, instancia que queda para que se dediquen a pasar el rato con sus teléfonos.

Sobre esto, señala que existen dos opciones para tratar este tema por parte de los padres, una es supervisar el uso que dan lo adolescentes a los dispositivos móviles y por lo mismo establecer límites, y otro es aceptar que los dispositivos móviles han cambiado la manera en que los chicos se relacionan con los demás.

Rosin también da cuenta de algo a tener presente sobre los jóvenes, ya que debido a sus horarios llenos de actividades y a su desarrollo en un mundo prácticamente reinado por internet, no tienen mucho tiempo para “ser adolescentes” y relacionarse como se hacía años atrás.