Tres desgracias: corrupción, lavado de dinero en paraísos fiscales e impudicia de esos señores delincuentes de cuello y corbata. Son algunas de las perlas que adornan a la Europa negra en el decurso de esta primavera a media marcha. Estamos en mayo y el invierno aún porfía en el Viejo Mundo. “Estará de Dios” dicen los simples, nada de eso, el revoltijo del tiempo se debe al cambio climático, opinan los científicos.

¿Corrupción? Se estila sin vergüenzas, por ejemplo, en la Italia mafiosa de Silvio Berlusconi, político manipulador y magnate turbio. En los últimos 19 años el caballero se ha visto envuelto en 34 procesos. El último y más bullado es aquel montaje de un sistema de prostitución organizado, según palabras de la severa fiscal Ilda Boccassini, la cual, en estos mismos momentos, tiene al poderoso y maquillado caimán, procesado y contra las cuerdas.

¿Mas corrupción? Miremos a la España casposa, de charanga y pandereta, según el verso de Antonio Machado. La España del 2013, taponada de cesantes. Un país sin rumbo, con un bipartidismo que la ahoga. Por lo bajo hay unos cien banqueros en capilla. Los jueces no dan abasto. Los procesos se alargan. Los pillines pagan fianzas y luego se ríen de los peces de colores.

Entre las “estrellas” de los “presuntos” delitos por estafa, administración fraudulenta y un rosario de malversaciones citamos solamente un solo nombre, el de Rodrigo Rato, ex jefe del Fondo Monetario Internacional y puntal mayor en los gobiernos de Aznar y Rajoy, o sea de los reinados de la derecha más pura y más dura.

Si acercamos el foco (un primer plano, como en el cine) para mirar un solo fenómeno de corrupción nos topamos con algo digno de figurar en un record olímpico. Se trata del pequeño pueblo de Orihuela, en la Comunidad Valenciana. Un lugar célebre porque allí nació otro gran vate, Miguel Hernández, perseguido y encarcelado, muerto por hambre y frío en 1942. Una víctima del nacional catolicismo, al final de la Guerra Civil que ganaron Franco y los fascistas ayudados por Hitler y el Vaticano. Miguelico, como le decían sus paisanos, escribió así, (cito de memoria) “tengo estos huesos hechos a estas penas y a las cavilaciones estas sienes; pena que vas, cavilación que vienes, como el mar de la playa a las arenas”.

En Orihuela, bastión de la corruptela, hay ahora mismo 43 procesos donde se mezcla un batiburrillo de ex alcaldes y un sinfín de autoridades de mayor o menor cuantía, amén de empresarios que hicieron fortuna en la construcción y en maromas sucias con la basura.

Miremos ahora un gran plano general. ¿Podría usted, de buenas a primera, amigo lector, imaginarse una cantidad como ésta? 23 billones de euros. Eso es más del 10 por ciento del PIB (Producto Interno Bruto) mundial. Y esa cifra es, como mínima, la cantidad de dinero sucio que va y viene por el planeta. Sobre tales montos y operaciones no hay control. Se ejecutan a distancia, de país a país y normalmente con golpes de computador. O se escapa en valijas regias desde cualquier puerto o aeropuerto. Es un dinero que no paga impuestos y que, en una tercera parte, proviene del narcotráfico.

Los mandamases de la Unión Europea, en Bruselas, han estado durante años con largas y cortas sin meter mano al escándalo. La tarea principal consiste en liquidar, de una vez por todas, el secreto bancario y prohibir los llamados paraísos fiscales. Pero cada uno de los 27 países miembros de la UE tiene intereses creados. De ahí tantos remilgos para actuar.

En estos momentos, huelga repetirlo, el llamado crecimiento en la zona euro anda por los suelos. Incluso muchos agoreros anuncian que la famosa unión europea puede desmembrarse, o sea irse al carajo. Penden sobre este continente sombras terribles, hay hambre en las clases asalariadas y progresiva liquidación de los logros sociales en educación, salud, vivienda y derechos ciudadanos.

Es por eso que los campanudos (y bien pagados) dirigentes de la Unión se han puesto (aunque tarde) a la tarea para detener tanta evasión fiscal y fuga de capitales. Por los agujeros negros (fiscales) se escapa un billón de euros anuales, plata que es de todos los europeos, sobre todo de los de a pié. Dinero que habría mitigado buena parte de la crisis que sufren los países más congestionados, los del sur.

La idea central es compartir información entre los 27 estados contando con el apoyo de la OCDE, el club de los países ricos más desarrollados. Y poner el ojo sobre las gigantescas multinacionales y sus cuentas.

Se contaría también con el apoyo del G-20 (otra parte del club de los países ricachones) porque el descalabro es tal que ya ese mismo G-20 hace más de cuatro años, cuando la crisis actual estaba en sus comienzos, dijo que había que proteger “nuestros sistemas financieros” y que la era del secreto bancario había llegado a su fin.

Pero a los y las cesantes y a los que todavía salen de mañana a su taller u oficina las altas decisiones de Bruselas no les conmueven. Hay un signo general de escepticismo. Y también desanima saber que cada día hay un nuevo timo, un nuevo zarpazo y que tal o cual país sigue económicamente agónico, Portugal por ejemplo.

No son datos para animar ninguna fiesta. Mucho peor es peor saber, con impotencia, que avivados magnates, emprendedores, palos blancos y palos gruesos, rufianes y mafiosos hacen y deshacen porque disponen de unos 300 lugares para esconder y multiplicar sus fortunas.

Y como guinda de la torta envenenada aparecen grandes bancos y enormes empresas multinacionales. Aprovechando los resquicios (impudicia) se han sumado o enredado en las operaciones brujas. Entre otros: Citigrup, Morgan Stanley, Enron, Barclays, New Corporation, Vodafone, Zara, y Johnnie Walker, ¡salud!

Buena parte de los malabares brujos vienen de lejos. Desde los tiempos de los finados Ronald Reagan y Margaret Thatcher, dos apóstoles de empresas libertinas.

Oscar “El Monstruo” Vega

Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos.

Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce.

Actualmente reside en Portugal.