En estos momentos, cuando miramos hacia Estados Unidos, se nos abren dos panoramas bien distintos. En uno de ellos, vemos a las grandes empresas, particularmente las financieras y las operadoras de la bolsa, que ya no caben en sí de puro felices que están. Durante más de dos semanas, sus cifras de negocios han subido y subido, alcanzando niveles de plena prosperidad.

Bueno, es el panorama de los que están haciéndole chupete a las decenas de miles de millones de dólares, en billetes flamantes pero sin respaldo, que cada mes les está enchufando la Reserva Federal por orden de Barak Obama.

Pero si enfocamos mejor, vemos otra realidad harto distinta. El viernes la semana cerró con duros informes de la prensa económica. La revista Forbes y la agencia noticiosa Reuters, revelaron que el crecimiento económico sigue cada vez más lento, con caída en la producción industrial y de la construcción.

El jueves se reveló un nuevo aumento de petición de subsidios de cesantía, además de aumentos de precios y débil demanda en el consumo detallista. El economista Sam Bullard, de la West Fargo, Carolina del Norte, relacionó estas malas nuevas , entre otras cosas, con la recesión en Europa que está cerrando los mejores mercados para Estados Unidos.

El Banco de la Reserva Federal, en Filadelfia, señaló que el índice de producción industrial fabril cayó hasta un 5,2% negativo. Es decir, recesión total en ese sector. Se registró también caída en las ventas domésticas de supermercados, y el rubro de la construcción que cayó un 16% por debajo de lo que se esperaba. El economista Jacob Oubina, de la RBC Capitales, de Nueva York, sintetizó la situación diciendo: “Nuestra economía no está rebotando. Sólo estamos pataleando en el barro”.

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