Terminó Santiago a Mil, con sus 20 años que son parte de la historia del teatro y la cultura del país. Y estamos con Entepola, con sus 27 años de teatro popular y callejero y que, posiblemente, quedarán en la otra historia, o en un rincón de la oficial.

Pero quiero aprovechar esta coyuntura para recordar a un actor, un artista, genuinamente popular, callejero, provocador, resentido, consecuente, luchador y con un humor a prueba de palos. Y estoy hablando de palos de verdad, de “lumazos” bien dados.

Juan Manuel Sánchez hacía teatro callejero en los ochenta, en plena dictadura, en los paseo Ahumada y Huérfanos. Era el mayordomo de una familia aristocrática o arribista, y era acompañado por una actriz que hacía de patrona y, a veces de otra que hacía de sirvienta. Las ironías a la situación económica, a la falta de libertades, a la dictadura eran increíbles en ese contexto.

Y no era para menos. Juan Manuel ya no se acordaba de cuántas veces fue detenido por Carabineros de Chile… pudieron ser 60, 80 o 100. Poco le importaba. Eran más importantes las personas que lo ayudaban a escapar, a esconderse (como en una peluquería en esas galería que todavía quedan repletas de peluquerías). O ser consecuente y perseverante en su lucha personal contra el régimen.

Su lenguaje, lleno de garabatos, no era soez ni vulgar. Éstos eran usados para relajar el ambiente –cosa nada fácil, cuando había que estar muy atentos a la llegada de los ”verdes”-, para poder tantos temas contingentes tan difíciles de esos tiempos.

Juan Manuel tenía cientos de anécdotas, como las veces que se tuvo que mezclar entre el público, su propio público, para escabullirse de los carabineros… pero seguía actuando incorporando a los carabineros a una obra que pasaba a ser pura improvisación y vértigo, y que podía terminar en carrera o detención.

Con la Democracia, Juan Manuel trabajó en cultura de la Municipalidad de Recoleta (antes que llegara el “Cornejo” de la suerte”), trabajando con grupos populares, vulnerados, con jóvenes con ganas y pocos recursos.

En dos oportunidades colaboró activamente con Santiago Amable, esa iniciativa ciudadana que movió a miles de personas a recuperar los espacios públicos para la convivencia y la cultura, el arte y la salud mental.

La primera vez colaboró con Andrés Pérez en un Antifuneral en Avenida la Paz, que partió en el Cementerio general, se detuvo en el Médico Legal para llegar al Hospital Siquiátrico camino a La Vega y el río Mapocho. De la muerte a la vida. Eso fue el 2000.

Un año después, sin Andrés, hizo otra gran obra de teatro callejero en avenida Matucana, rememorando la Tía Rica, los inmigrantes y las casas de remolienda.

Juan Manuel fue un gran artista popular y callejero. Un luchador en muchos frentes. Un luchador casi anónimo, casi olvidado, que murió casi solo en el Hospital San José unos años después y que fuera enterrado en uno de esos nichos imposibles de encontrar en el Cementerio General; del mismo del que, sólo unos años antes, había salido con Andrés Pérez buscando la vida de los veganos. Y poco tiempo después que Andrés Pérez también muriera.

Entre Santiago a Mil y Entepola, bien vale este recuerdo y homenaje a este artista popular y callejero que rememoro cada vez que paso por el paseo Huérfanos o que veo teatro callejero.