Durante los cuatro años de enseñanza media me pregunté por qué había tanto alboroto por las notas y los puntajes de la PSU. En mi colegio, (que era de esos particulares subvencionados donde habían 50 menos 5 estudiantes por sala, el 90% de ellos hiperactivos) si no eras brillante, simplemente no te enseñaban, y si eras de los que destacaba, eras prácticamente una “promesa” de la educación.

Di la PSU llevando conmigo un año entero de “preu”, que mi hermana me regaló al ver mi desamparo en algunas materias en las que tenía cero base (matemáticas o biología, específicamente). Mi NEM no era una maravilla, pero tampoco iba a ponderar un puntaje absurdo. Fui preparada al máximo para alcanzar mi meta, que era estudiar Periodismo.

El domingo anterior a la entrega de resultados, recibí un llamado, de esos que jamás te esperarías. Contesté el teléfono chascona, en pijama y los ojos entreabiertos. Al otro lado de la línea, me anunciaban como flamante puntaje nacional de Historia, prueba para la que no estudié más que en clases del preuniversitario, y que era requisito para lo que quería entrar a estudiar en la “U”. Aún dormida recibí la noticia algo incrédula, y ya un poco más despierta quise saber de qué me serviría el reconocimiento. La respuesta me dejó pasmada: “Quizás sólo demuestra que eres más inteligente que el resto de tus compañeros…”. Más allá de eso, no había nada.

Y claro, no me sirvió en absoluto. Pude comprobarlo con los años. No me dieron becas, con mucha suerte me dieron crédito, y tampoco tuve algún beneficio ni de la universidad ni del Gobierno.

Me felicitaron, sí, en algunas ocasiones mis familiares o amistades. Del colegio, nada, porque no era una “promesa”, y del Ministerio, el respectivo saludo con el spoiler de la PSU la mañana del domingo. Pero más allá de eso, ser puntaje nacional, y toda la parafernalia que eso conlleva, no sirve de nada si no eres “extremadamente inteligente” y sacas dos máximos, o eres pobre. Así de crudo.

Indudablemente, la PSU es un método de segregación. Si mi hermana no me paga las clases aparte del colegio, hubiera entrado a la carrera, pero con un puntaje inferior. Los que tienen mayores puntajes, se van a las carreras más prestigiosas, en las mejores universidades, sin tomar en cuenta que próximamente podrían educar a un médico al que no le interesan sus pacientes o a un abogado que robe con la corbata puesta. Y a los que no les dio la puntuación, se van “a lo que quedaron”, o siguen dando vueltas en el sistema.

La “Selección Universitaria” debe ser más que una prueba, algo que mida la capacidad de ser alguien en la vida, más que los conocimientos que cuán computador, se pueden ingresar al cerebro fácilmente. En tanto, para los puntajes nacionales de este año: mis felicitaciones. El mérito es absolutamente personal.