En Guernica, antigua ciudad mártir de la Guerra Civil española ahora gobernada por los independentistas vascos, los electores acogían este domingo con satisfacción la normalización de la vida democrática en el País Vasco en los primeros comicios regionales sin ETA.

Bajo una lluvia fina, sus habitantes se apresuraban, algunos cubiertos con sus boinas vascas, por las calles del centro histórico de esta ciudad del norte de España, que fue casi enteramente destruida por un bombardeo alemán el 26 de abril de 1937, en plena Guerra Civil (1936-1939).

Sobre el arco que domina la entrada a un colegio electoral, instalado en la plaza del Pasileku, colgaba una bandera reclamando el acercamiento de los presos de la organización separatista armada vasca ETA a las cárceles del País Vasco.

Hace un año, el 20 de octubre, ese grupo separatista armado vasco considerado responsable de la muerte de 829 personas en más de 40 años de lucha armada por la independencia del País Vasco, anunciaba el fin de la violencia.

“Por lo menos ahora hay más libertad”, destaca Inocencio, de 77 años, que llegó hace 50 de la región vecina de Castilla y León.

“Antes no se podía hablar, no sabías la gente de que era, si era de ETA. Hoy puedes hablar sean los que sean, sabes que no te van a hacer nada”, afirma.

Pero más que el fin de la violencia, es la presencia por primera vez desde hace una década de la izquierda independentista vasca en las elecciones regionales lo que más alegra a sus electores, más dispuestos a desvelar el sentido de su voto que los de otros partidos.

El entorno de Batasuna, partido considerado el brazo político de ETA e ilegalizado en 2003 por su supuesta relación con la organización armada, debería registrar una vuelta triunfal al parlamento regional.

Sus candidatos, sin marca electoral, se presentan en la coalición Euskal Herria Bildu (EH Bildu), junto a partidos como Aralar, Eusko Alkartasuna (EA) y Alternatiba, que nunca fueron ilegalizados.

“En las elecciones anteriores donde no se ha podido presentar, no he votado, no me sentía representado”, dice Gerardo Artola, de 47 años, al salir de su colegio electoral.

Según los sondeos, EH Bildu podría acabar siendo la segunda fuerza política en el País Vasco, un poco por detrás de los nacionalistas conservadores del PNV.

“¡Fíjate tú que parte de la población quedaba sin expresarse!”, exclama Marisa Malaxetxebarria, de 42 años, que ha votado a EH Bildu.

En Guernica, la misma coalición, bajo el nombre de Bildu, ganó por una amplia mayoría (cerca del 63%) las elecciones municipales en mayo.

En el ayuntamiento, completamente reconstruido en 1938 tras el bombardeo, el alcalde, José María Gorrono, considera que podría “haber sorpresas” y los independentistas podrían ser incluso los más votados.

“El resto de partidos están un poco alterados. Tienen miedo de que Bildu gane las elecciones”, asegura, antes de mostrar su alegría por la vuelta política de la antigua Batasuna.

“Este es el camino de la normalización. Lo que no puede ser es lo que ocurría hasta ahora, que parte de los ciudadanos no podían votar porque estaban ilegalizados, es una gran aberración”, insiste.

Para él, la reivindicación independentista se justifica en el País Vasco no sólo por una cuestión de identidad, sino también por la profunda crisis económica que sufre España. Menos afectada que el resto del país, la región tiene una tasa de desempleo inferior en diez puntos a la nacional, pese a que se mantiene elevada, en un 14,5%.

“Para nosotros es un lastre, desde el punto de vista indentitario y además desde el punto de vista económico”, asegura.

La crisis también está en la mente de los electores que salen de los colegios electorales al mediodía, algunos apresurándose en ir a la misa antes de la hora del aperitivo.

“La crisis afecta a gran nivel y no me parece que estén haciendo bien las cosas”, se lamenta Mila, de 66 años, rechazando dar su apellio y limitándose a insinuar con una sonrisa que no ha votado a EH Bildu.