Dentro de sus notas de recuento, la agencia de noticias internacionales AFP realizó un crudo análisis de la gestión del presidente Sebastián Piñera durante este año, el que estuvo marcado por diversas movilizaciones ciudadanas.
Puedes leer el análisis a continuación:
Sebastián Piñera finaliza 2011 con una aprobación de 23%, tras un año sometido a jaque permanente por masivas protestas, especialmente de estudiantes, que evidenciaron la ineficacia de su gobierno para resolver la conflictividad social, según analistas.
La víspera Piñera realizó el tercer ajuste en el año de su gabinete, tras aceptar las renuncias de los ministros de Educación, Felipe Bulnes, y de Agricultura, José Antonio Galilea.
Bulnes no logró llegar a un acuerdo con los estudiantes, que reclaman un profundo cambio para el sistema educativo heredado de la dictadura de Augusto Pinochet, y renunció al cargo tras un poco más de cinco meses al frente de esa cartera.
La salida de Bulnes sella un año marcado en Chile por las protestas estudiantiles, algunas de ellas las más grandes en dos décadas y que terminaron por derrumbar la popularidad de Piñera a 23%, el peor registro para un presidente chileno desde el fin de la dictadura en 1990.
En contraste, al final de 2010, tras el exitoso rescate de los 33 mineros de Atacama -atrapados por 69 días en una mina de cobre en el norte de Chile- el apoyo a Piñera se empinaba sobre el 63%.
Pero éste comenzó a caer con el surgimiento de variadas protestas sociales que tuvieron su expresión más contundente en las de los estudiantes.
La incapacidad del gobierno para resolver esos conflictos terminaron por pasarle la cuenta y debilitar a Piñera a menos de dos años de haber asumido marcando el retorno de la derecha al poder en Chile tras dos décadas de hegemonía de la centroizquierda, según analistas.
Eso pese al buen momento de la economía chilena, con crecimiento del PIB proyectado de 6% para 2011, y a que Piñera concretó ambiciosas reformas sociales, como el posnatal de seis meses, la eliminación de un recorte para salud de los jubilados y una largamente esperada reforma electoral que instauró el voto voluntario.
“El presidente está sufriendo una pérdida de la dignidad del cargo. Es la primera vez que un presidente tiene tan poco respeto por los chilenos”, comentó a la AFP el politólogo Mauricio Morales.
A su juicio, el problema está en su personalidad y la falta de carisma.
“Él quiere ser querido y hace todo para serlo pero no lo logra y eso genera más y más rechazo”, dice Morales.
“La gente lo encuentra deshonesto. No le cree, porque él ha hecho todo para que la gente no le crea”, como no cumplir su promesa de desprenderse de todas sus acciones en algunas de sus empresas antes de asumir el cargo o declararse hincha de un club siendo de otro, ejemplifica.
“Piñera es un presidente que está debilitado como figura e imagen presidencial”, coincidió Claudio Fuentes, analista de la Universidad Diego Portales, a Televisión Nacional de Chile.
“El problema está en la forma de relacionarse con los diferentes conflictos. Las estrategias del gobierno no han funcionado”, agregó.
Ya desde enero los habitantes de la austral ciudad de Punta Arenas realizaron un inédito paro regional en rechazo a la disminución de un subsidio al gas natural, vital en esa zona de bajas temperaturas, que derivó en el primer cambio de gabinete.
Luego la aprobación ambiental a la construcción de cinco represas en la Patagonia generó la primera gran protesta masiva, a la que siguieron los estudiantes y su reclamo por mejoras en educación.
Su exigencia, en un país que tiene uno de los sistemas educativos más desiguales del planeta, generó un amplio apoyo en la población, especialmente en la clase media, que volvió a salir a las calles para reclamar sus derechos.
Como respuesta el gobierno de Piñera aumentó la represión policial en las calles durante las manifestaciones y el mandatario defendió el modelo, señalando que la educación era “un bien de consumo”.
No obstante, y pese a que el próximo año se prevé que continúen las protestas, no está en riesgo la continuidad de su gobierno.
“Acá no tenemos ni creo que vayamos a tener una crisis de la democracia. Para un quiebre democrático se requiere de otras condiciones, que hoy no están, como niveles altos de polarización en la sociedad o una mala relación entre gobierno y oposición”, dijo Morales.