Guerras en el exterior y amenazas nucleares son parte de la idiosincrasia de Estados Unidos, pero quienes eran niños cuando unos extraños derribaron con aviones de pasajeros dos rascacielos en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, crecieron con héroes y villanos reales en su país.
Hoy son jóvenes que desde que tienen uso de razón saben que hay que subir a un avión pasando por al menos dos detectores de metales, que conocen los colores que alertan los niveles de peligro terrorista al viajar y que estrenaron un paradigma de la ‘maldad’ con religión y rasgos étnicos, dejando atrás el comunismo, los Nazis o los rusos que encarnaron los ‘villanos’ de sus predecesores.
“Mis padres crecieron a finales de la Guerra de Vietnam (1964-1975), por lo tanto creo que tuvieron un poco de ese sentido de cambio en su sociedad, pero para nosotros es mucho más personal porque fue un ataque en Estados Unidos, cerca de nuestra casa”, explicó a la AFP Emilia Lispi, una joven de 20 años de Pensilvania, ahora estudiante de Biología en la Universidad de Miami.
Como Lispi, eran niños de entre 8, 9 y 10 años cuando Estados Unidos fue atacado en centros emblemáticos de su sistema, y recuerdan con emoción aquel día en que sus clases fueron interrumpidas por maestras asustadas que les anunciaban que “algo malo” sucedía en el país.
Muchos no entendieron muy bien aquel día, pero vendría una década en la que estaría al alcance de sus televisores, iPad, iPod y todo el universo web, la posibilidad de despejar sus dudas, año tras año, “gracias a todo lo que mostraron los medios”, afirman los propios jóvenes.
La ‘Generación 9/11″, como la denominan expertos y medios, no tiene un sólo rostro ni una percepción monolítica sobre los ataques que perpetró la red terrorista Al Qaida contra el World Trade Center en Nueva York y el Pentágono en Washington, pero tienen en común que el mayor villano de su niñez se llamó Osama Bin Laden, y que al contrario que sus padres y abuelos, saben que el ataque puede ser en su propia casa.
“Cuando yo escuché que Osama bin Laden había muerto me sorprendió. No sabía si serían capaces de capturarlo”, sostuvo Joshua Henderson, un niño de 14 años de Plainfield, Illinois (norte).
Con la madurez de la temprana adolescencia, esta primera generación de estadounidenses conscientes de que pueden ser atacados en su país, vivió con especial entrega ese 2 de mayo de 2011, cuando el líder de Al Qaida murió en una operación de las fuerzas especiales de Estados Unidos en Pakistán.
“Me sentí agradecido. Pero creo que no debemos bajar la guardia sólo porque un terrorista muy poderoso y malvado ha muerto, eso no quiere decir que estamos a salvo”, dijo Henderson.
Lispi admite que para ella Bin Laden “ni siquiera era una persona”, era prácticamente un mito y aunque sintió alivio el día de su captura, “no fue muy satisfactorio porque sé que hay mucha gente por ahí que cree exactamente lo que él creía e intentarán seguir sus pasos”.
¿Una generación temerosa o traumada?
Con una noción tan clara de la vulnerabilidad de su país al que también reconocen poderoso, surgen las dudas si la denominada Generación 9/11 es más temerosa, paranoica o ansiosa por haber crecido bajo la sombra de una era marcada por la Guerra contra el Terrorismo.
Ni más ni menos miedos o ansiedades que otras generaciones, dijeron dos psicólogos especializados en jóvenes.
“Los datos muestran un aumento general de la ansiedad en los jóvenes que se remonta a varias décadas, pero no ha habido un aumento (de la ansiedad ni el miedo) identificado especialmente después de 11 de septiembre”, explicó a la AFP Keith Campbell, Jefe del Departamento de Psicología de la Universidad de Georgia (sureste).
Campbelll se refiere a la población en general y a la juventud, obviamente no a quienes resultaron afectados de cerca por los ataques.
“El miedo al terrorismo está sin duda en el ambiente, y sobre todo después del 11/9. Sin embargo, el temor de una guerra nuclear en el pasado era mucho más presente culturalmente para los jóvenes. Las escuelas tuvieron durante décadas que enseñar la orden ‘agacharse y cubrirse’”, ejemplificó Campbell.
Para la sicóloga Jill Ehrenreich May, directora de un programa de tratamiento de la ansiedad y el caracter en niños y adolescentes de la Universidad de Miami, tampoco existen indicios que esta generación de jóvenes resulte más afectada que otras que crecieron bajo la sombra de la Guerra Fría, por ejemplo.
“Sabemos que los niños que crecen en ambientes crónicamente estresantes están en mayor riesgo de psicopatologías más tarde en sus vidas, pero un sólo evento- por muy horrible que haya sido- probablemente no afecte a la mayoría de los niños de la misma forma”, dijo Ehrenreich.
En un campus universitario, veinteañeros o un poco menores, expresan críticas a la Guerra contra el Terrorismo, su Gobierno, alaban a sus militares pero sin duda muestran huellas sociales que trajo ese 11 de septiembre.
“Uy no, no quiero tocar ese tema”, dice Leila, una chica musulmana que se niega hablar sobre los ataques abiertamente cuando se le aborda sobre el tema.
Después de los atentados “definitivamente noté un recelo más intenso de la gente, las personas estaban mucho más juzgadoras, mucho miedo. Todo fue muy confuso después de esos ataques”, concluyó Lispi.