Los jóvenes “indignados” de Madrid, animados por el apoyo llegado del exterior, esperan seguir el mayor tiempo posible con la ocupación de la madrileña Puerta del Sol, pese al riesgo de una evacuación policial, a las dificultades logísticas y al cansancio.

El domingo por la noche, miles de manifestantes votaron a mano alzada mantener el campamento instalado desde hace dos semanas en esta plaza emblemática del centro de Madrid, convertida en el corazón de un movimiento de protesta inédito en España.

Simultáneamente, otros miles de jóvenes se manifiestan en París y Atenas.

Un apoyo inesperado para los jóvenes madrileños que acogieron la noticia de la evacuación policial de la Plaza de la Bastilla al grito de “París resiste, Madrid está contigo”.

“Desde Sol se ha empezado algo, se ha empezado a contagiar al resto del mundo, por eso no es el momento de pararlo”, explicó el lunes un portavoz de los “indignados”.

“El apoyo que hemos recibido al nivel internacional fue muy importante, fue algo que nos conmovió mucho en Sol, especialmente la movilización en París fue un apoyo muy fuerte, y también la movilización en Grecia”, añadió.

El éxito de las asambleas populares organizadas el sábado en 120 barrios y comunas de la región de Madrid –28.000 participantes según los contestatarios– y la permanencia del campamento de Barcelona, a pesar de la dura intervención policial del viernes pasado, reforzaron la protesta.

“El movimiento no ha hecho más que empezar, quedan muchas cosas que definir. De momento estamos aquí de forma indefinida, según los acontecimientos que sucedan, decidiremos”, advirtió el portavoz.

El movimiento, espontáneao, nació el 15 de mayo, a una semana de las elecciones municipales, como portavoz de millones de españoles exasperados por las consecuencias de la crisis económica.

Agrupado a través de las redes sociales, se extendió como una mancha de aceite en un país poco acostumbrado a la contestación social.

Y a pesar de los indicios de agotamiento, centenares de jóvenes siguen juntándose noche y día en el campamento de la Puerta del Sol.

El movimiento, que se pretende ciudadano y apolítico, reagrupa a jóvenes, pero también a jubilados, desocupados o empleados exasperados por el desempleo, que afecta a un español de cada dos, de menos de 25 años, por la precariedad social, la “corrupción” de la clase política o los excesos del capitalismo.

Pero en ausencia de un líder identificado y de una plataforma, el movimiento busca una nueva orientación.

En aprietos y debilitado por el desastre electoral del 22 de mayo, el gobierno socialista lo tolera. Aunque el viernes, bajo una fuerte presión del gobierno regional y de los comerciantes, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, anunció que se estudiaba una evacuación policial.

Los manifestantes fueron informados que los contactos diarios con la policía tocarían su fin el martes, lo que deja abierta la posibilidad de una evacuación por sorpresa.

“El martes la policía tiene intención de cortar las relaciones con el movimiento”, advirtió el lunes el portavoz.

“Seguiré actuando con prudencia, y la policía también”, dijo por su parte Rubalcaba.

Para combatir el cansancio que amenaza a sus filas, los manifestantes decidieron organizar una rotación y aseguran que quieren “reestructurar” el campamento, una estructura en madera y plástico que amenaza con convertirse en una pesadilla logística pese a una organización metódica.

“Lo más importante es levantar el techo de las lonas por el calor, es demasiado bajo”, explicaba el lunes Emilio Mena, un pintor de automóviles de 48 años desempleado, y ahora voluntario en la comisión de “infraestructuras”.

“Todo lo que tenemos ahora vino de la gente; básicamente siempre hace falta hielo, pilas para los megáfonos y los ventiladores”… añadió mientras mostraba un gran cartel que detalla una extensa lista de necesidades: “hielo, gasolina, urgente… necesitamos mantas, urgente…”