En Chile, no son las hipotecas ni la deuda pública las que asfixian al país, ya que la mayoría de los créditos son de consumo, que llevaron a nuestros compatriotas -principalmente de clase media y baja- a casi duplicar su endeudamiento en la última década.

“Desde julio del 2008 estoy sin trabajo, me atrasé con mis deudas y tuve que endeudarme más para vivir y poder pagar mis créditos. Me avisaron que si no pago tres cuotas embargarán mis bienes”. Esa es la última consulta recibida por la abogada Karina Cárcamo, de una asociación de consumidores de Santiago.

Cárcamo recibe unos 90 casos mensuales de este tipo, un mal que se extiende gracias al imperio de la tarjeta de crédito, que casi ha duplicado las deudas en la última década y que permite comprar todo en eternas cuotas: desde una casa a la comida en el supermercado.

Después las cuotas se acumulan y empiezan las llamadas telefónicas y las amenazas y cuando los clientes optan por refinanciar sus deudas, acaban por aceptar el pago del triple de lo que solicitaron, explica Cárcamo.

“A fines de los noventa, la colocación de crédito entre los sectores ricos se saturó. La banca comercial apuntó fuerte entonces a la clase media y baja”, necesitadas de recursos para sumarse al carro del crecimiento y el consumo, dice Ignacio Larraechea, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central.

Fue en ese momento cuando las casas comerciales se sumaron al negocio. Según la privada Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios de Chile (Conadecus) operan 29 millones de tarjetas de crédito, que divididas entre los 7 millones de trabajadores, corresponden a un promedio de 4 tarjetas por chileno.

El Banco Central reveló que en el mercado de créditos de consumo, las instituciones emisoras no bancarias -como las casas comerciales- aumentaron su participación de 26% del mercado en 2000 a 47% en 2008.

Según Larraechea, “un estudio mostró cómo los chilenos con redes sociales más débiles, tenían tendencia a abusar del consumo y quedaban más fácilmente endeudados, o sea, que usaban el consumo como paliativo de la depresión, la soledad, etc”.

A la angustia que generan las deudas se suman los acosadores telefónicos y las amenazas de embargo. Un punto de inflexión es el ingreso al Dicom.

El gobierno de Sebastián Piñera, quien en su etapa de empresario introdujo las tarjetas de crédito en Chile de la mano de Bancard y Fincard, quiere regular el sector, creando un Servicio del Consumidor financiero.

También plantea unificar los datos de deudas de clientes de bancos y casas comerciales en un sólo registro de morosos, para que los acreedores conozcan el riesgo y se evite el sobreendeudamiento.

Stefan Larenas, director de la Organización de Consumidores y Usuarios de Chile (Odecu), cree que las condiciones del crédito han permitido el acceso a bienes a muchas personas, pero son perjudiciales a la hora de refinanciar las deudas, que “duplican o triplican los intereses”.

Chile salió airoso de la última crisis financiera mundial, y para 2010, y a pesar del terremoto, espera crecer entre 4 y 5%. “Estamos lejos de la crisis de las hipotecas que azotó a Estados Unidos, pero ya hay un sector incapaz de pagar sus deudas que debe ser vigilado de cerca”, asegura Larraechea.