Durante fiestas patrias, una de las bebidas que más se consume por aquellos días es el vino. Y cómo no, si Chile es uno de los principales productores del mundo, por lo que se puede encontrar en numerosas variedades.

Algo que nunca puede faltar en asados, almuerzos, cenas y celebraciones es una botella de vino -sin desmerecer al tradicional pipeño, o el vino en caja-.

Una particularidad que comparten muchos de los vinos en este formato es la del fondo hundido.

Se ha dicho que esto aportaría con el diseño y además ayudaría a manipular la botella al momento de servir, ya que en ese espacio cabe perfectamente el pulgar.

Sin embargo, lo anterior no es precisamente la razón por la que las siguen fabricando así. Según señala la revista estadounidense especializada en vinos, Wine Spectator, históricamente los sopladores de vidrio, quienes eran los que elaboraban las botellas, dejaban el fondo cóncavo para asegurarse que ésta podía mantenerse en pie. Con el tiempo, esto habría ayudado a determinar la integridad estructural de la botella.

Actualmente las botellas son más fuertes y hay otros procesos de elaboración, por lo que esta característica sería más que nada una tradición. Eso sí, hay quienes sostienen que esto ayuda a esparcir los sedimentos del vino en el fondo del envase, por lo que no se mezclarían al servirse.

La revista precisa además que el fondo hundido de las botellas no tendría un objetivo funcional en el vino, sin embargo, en el caso de los espumantes ayudaría a distribuir de manera uniforme la presión en el interior, evitando que estallen.

Asimismo, se ha descartado que mientras más grande sea este surco de mayor calidad será el vino. Esta característica además da la ilusión de que la botella es más grande, y por lo tanto que contiene más vino.